Evangelio según San Lucas 18,1-8.

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”. Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Comentario “Obras son amores y no buenas razones” o como decía el apóstol Santiago “Muéstrame tu fe sin obras que yo por las obras te mostraré mi fe”. Una de las ideas principales de la tercera carta de San Juan es ser fiel a la verdad y vivir de acuerdo a ella. Dicho comportamiento es lo que demuestra Gayo, a quien se dirige Juan en esta carta, acogiendo a personas que van anunciando el reino de Dios y que ni siquiera conoce. Esta virtud de la hospitalidad es muy valorada en la sociedad, pero a la luz de la fe adquiere más valor, pues acoger a los evangelizadores es participar de alguna manera en la evangelización. Gayo lleva a la práctica lo aprendido en el Evangelio: acoger al otro como si fuera Cristo mismo. Este hombre es un ejemplo de buen cristiano, más adelante dirá San Juan: “Quien hace el bien es de Dios”. Una manera muy coherente de anunciar el Reino de Dios es acompañar con las buenas obras la fe que hemos recibido. Seamos ejemplo de buenos cristianos ayudando a expandir la verdad de Cristo. Permanezcamos en la verdad y vivamos de acuerdo con el Evangelio, así seremos verdaderos testigos y seremos partícipes del fruto de la evangelización. Jesús es el Maestro y nosotros, los cristianos, somos sus discípulos, somos los que acogen sus enseñanzas. Hoy Jesús nos enseña a orar, que es la vía para estar en constante comunicación con Dios. Él mantenía una relación continua con su Padre Dios y a esto insta Jesús a sus discípulos y, por supuesto, también a nosotros: a orar siempre sin descanso. “El espíritu está pronto, pero la carne es débil”. Él sabe que llegarán momentos en que nos cansemos de orar, por eso nos ilustra esta enseñanza con una parábola.
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