EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Feliz eres, porque has creído

Lucas 1, 39-45.

María emprende un apresurado viaje a casa de unos familiares suyos, que viven en una ciudad de las sierras de Judea. Ella sabe que Isabel está embarazada porque el ángel se lo ha comunicado y por ese motivo fue a visitarla. Al saludarse las dos mujeres, Isabel nota un sacudón en su seno; el niño da saltos de gozo que son prefigurativos de la alegría del pueblo de Israel por el nacimiento de Jesús. Isabel, llena del Espíritu Santo, comprende que María lleva en su propio seno al Señor. Una señal divina es la que revela a ambas madres la maternidad de la otra. Por eso, Isabel saluda a María: “la madre de mi Señor”, y exclamando con gran voz dijo: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. María es bendita porque lleva en su seno al Señor. En el judaísmo contemporáneo se medía el prestigio de una mujer por la relevancia de sus hijos. A María se la ensalza de manera admirable porque es la madre del Señor. Pero, a la vez, a través de ella se reconoce al destinatario de la bendición y del favor de Dios: su hijo Jesús. La felicitación de Isabel, que había comenzado con una doble “bendición” da lugar a una bienaventuranza: ¡Dichosa la que ha creído¡ Lucas une dos temas capitales en la figura de María; la humilde “esclava del Señor” es la que ha creído, la que realiza en toda su plenitud el “ser discípulo”. María es bienaventurada porque cree que lo que Dios le ha prometido se cumplirá. Igualmente los que se hagan discípulos de Jesús, escuchen su Palabra y la practiquen, serán llamados bienaventurados.

Conclusión

En María se resumen las expectativas de salvación y liberación del pueblo de Israel, pero a la vez, la que es dichosa por haber creído, se constituye en modelo de creyente. Una mujer le dirá luego a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Y Él, contestará: “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. La grandeza de María radica en el cumplimiento de la Palabra de Dios, por eso es feliz. Próximos a celebrar la Navidad, contemplando la figura de María como modelo de creyente, los cristianos deberíamos imitar su actitud: hacernos “oyentes” de la Palabra y “testigos” de su presencia en el mundo. Oyentes que disciernen la voluntad de Dios en medio de las vicisitudes de la vida, poniendo un oído en la escucha de Dios y el otro en las angustias y sufrimientos del pueblo, y así, en sintonía con la corriente de la vida, y auscultando la voluntad de Dios alzarse como antorchas lucientes para dar testimonio de la fe en Jesús, amando y sirviendo a los hermanos. Si la fe no va acompañada de obras de misericordia, no sirve de nada, es solo un maquillaje en nuestras vidas. ¡Feliz Navidad! Jesús nace entre nosotros. ¡Felices los que creen!

Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS