EL EVANGELIO DEL DOMINGO

La salvación es amor y alegría

Juan 2, 1-11.

No podía faltar en Juan, el Evangelio de los Símbolos, una referencia al amor esponsal de Dios. La Boda es una fiesta donde se celebra el amor y la vida. El vino representa el don de Dios y signo de prosperidad que alegra el corazón. En el AT para describir el amor inmenso de Dios por su pueblo se utiliza muchas veces la imagen de la boda: Dios ama a su pueblo, como el esposo a su esposa. Más aún, con la imagen de la boda se describen los tiempos mesiánicos: el Mesías cuando llegue sellará, de parte de Dios, una alianza eterna con su pueblo, un amor sin límites raciales y temporales. En este contexto de boda, Dios renueva su alianza con Israel, representado en María. La presencia y actuar de Jesús, rejuvenece y plenifica la alianza. El cambiar el agua, que simboliza la creación, por vino, significa que una nueva etapa se abre en la historia de la salvación de Dios. El Reino que se esperaba con temor y temblor, ahora llega en la palabra y obrar de Jesús. Dios sigue amando a su pueblo, no se olvida de él; aún en los momentos que Israel lo abandona, Dios sigue siendo “esposo”, Padre de bondad. Las palabras de María: “no tienen vino”, es un grito de auxilio de Israel a Dios que confiesa su situación de desgracia y muestra a la vez su apertura para recibir el Reino. Todavía no había llegado “la hora” de Jesús, es decir, su consumación, pero igualmente actuará en favor de su pueblo. Este será el primer signo, y prototipo de los otros que Jesús realizará para mostrar que el Reino ha llegado con poder para acabar con el mundo del mal que menoscaba la dignidad de las personas. Dios es fiel, no abandona nunca a su pueblo. Las Bodas de Caná anuncian ese amor incondicional que se renueva y se plenifica en Jesús.

Conclusión

Muchas de las expresiones, celebraciones y gestos del cristianismo actual se han quedado sin vino. Pretenden comunicar la salvación, pero sin amor, sin alegría. Se han quedado en la etapa de las tinajas de piedra. Ritos superficiales, alejados de la vida de las personas, de sus anhelos más profundos, palabras que juzgan más que expresiones de salvación rodean sus predicaciones. Hay que inundar la vida del “buen vino”, del gozo y la alegría de la salvación, anunciar la cercanía de Dios que es Padre de misericordia, volver a los gestos de Jesús y recrearlos en una sociedad sin rumbo y llena de hechos de tristeza. Dios es bueno, Dios es fiel, siempre perdona y espera con los brazos abiertos a sus hijos confundidos, que han malogrado la hermosa oportunidad de vivir en la bondad. Anunciarlo y hacerlo presente será el cometido de los cristianos en estas horas cruciales de la historia de la humanidad.

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