EL EVANGELIO DEL DOMINGO

El amor, solo el amor redime y salva

Lucas 13,1-9.

Este relato se inscribe en el marco del viaje de Jesús a Jerusalén. Mientras la gente escucha las instrucciones del Maestro, se presentan unos desconocidos a contarle lo que acaba de suceder con unos galileos asesinados por Pilato. Este hecho da la posibilidad a Jesús para hacer una llamada a la conversión y al arrepentimiento: es necesario convertirse de lo contrario “todos perecerán”. Los galileos no pagaron con su muerte un pecado mayor que el de sus compatriotas. Lo que se deduce de este hecho es que esta situación debe hacer reflexionar a las personas a cerca de la necesidad de convertirse, es decir, de aceptar la palabra salvífica de Dios, que El mismo ha venido a proclamar. Para ejemplificar la necesidad de conversión, Jesús propone una parábola: la de la higuera estéril que no da fruto. El propietario que fue durante tres años a buscar fruto y no encontró, le indica al viñador que la corte porque va a malgastar la tierra. El viñador, intercede por la higuera y le pide dejarla un año más. Incluso se compromete a cavarla a su alrededor para almacenar la humedad y abonarla. De lo contrario, le dice: “la cortas”. El viñador intercede por una nueva oportunidad y se compromete para que sea fructífera. No caben dudas de que la higuera representa a los discípulos, oyentes de la palabra. El viñador que puede representar a Jesús solicita al propietario, el Padre Dios, una nueva oportunidad. El llamado a la conversión, tiene como horizonte el amor comprometido de Jesús que ofrece la salvación.

Conclusión

Lucas, presenta a Jesús como el rostro misericordioso de Dios. Es cierto, que el llamado a la conversión exige una respuesta de libertad del hombre, que desde ningún punto de visto es eximido de su responsabilidad. Pero sería, injusto con el relato del Evangelio de Lucas, desconocer la oferta gratuita de la salvación de parte de Dios y la misericordia de Jesús para con los hombres. La parábola de la higuera termina diciendo que si no da fruto hay que cortarla, pero poner el acento allí, sin señalar el compromiso y el esfuerzo del viñador por salvarla sería traicionar el sentido de la misión de Jesús que vino al mundo para salvarlo y no para condenarlo. Dios, a través de su Hijo, nos invita a vivir en comunión con él, y su alegría está en que nosotros nos convirtamos, por eso siempre nos da una nueva oportunidad. Quizás hoy sea ese día, el tiempo oportuno para aceptar el llamado de Jesús y para comprender que el amor, sólo el amor, redime y salva.

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