RELATO

Miguel Ángel Reynoso y la fuerte experiencia a bordo del Crucero Belgrano

“Nunca podré olvidar la cantidad de cuerpos de camaradas muertos flotando boca abajo en el mar, otros estaban heridos o quemados en las balsas, algunos nadaban presurosamente para llegar a ellas. Se observaba un paisaje aterrador”.

Así relataba su experiencia en combate en Malvinas, el suboficial mayor (R) VGM, Miguel Ángel Reynoso, recientemente fallecido, uno de los tantos santiagueños que será homenajeado en el acto de esta mañana.

Reynoso prestó servicio en el Crucero General Belgrano, y gracias a que entre sus funciones estuvo la de dar clases y prácticas de abandono del barco, su labor cobró suma importancia en el momento del siniestro, ya que permitió salvar muchas vidas.

En el libro “Santiagueños en Malvinas” del VGM Hugo Aníbal Quiroga, se relata el testimonio de Reynoso:

“El día 2 de mayo cuando regresábamos al continente por fuera de la zona de exclusión impuesto por los ingleses, el submarino “Conqueror”, nos atacó por sorpresa. En ese entonces íbamos escoltados por dos destructores: “Bouchard” y “Piedrabuena”, que de inmediato pegaron “la vuelta” y se alejaron rápidamente del lugar para evita ser alcanzados por el submarino, quedando solos y desamparados en medio del mar. Era aproximadamente las 16 horas, cuando el primer torpedo pegó en la proa a la altura de la torre 1, inmediatamente el segundo torpedo hizo blanco en la sala de maquinas debajo de la línea de flotación produciendo graves daños en el sector de talleres, electricidad, comunicaciones, habitaciones de los maquinistas y electricistas, comedor de tropa y pasillos. Cuando el buque estaba escorado fuimos en busca de la balsa, la sacamos y la tiramos al agua de acuerdo a lo practicado. Recuerdo que el jefe de balsa, el Teniente Mangano, no quería dar la orden de abandonar el barco porque faltaban algunos integrantes. Ante esta situación yo le hice notar que el personal ausente, seguramente estarían muerto en razón de que la mayoría solían trabajar justo en el lugar en donde había impactado uno de los proyectiles. Al principio no me dio la razón, pero al ver que el barco se hundía, no le quedo otra opción que ordenar abordar la balsa. Yo fui el primero en tirarse y llegar a la balsa con el objeto de ayudar al resto a abordarla, ya que a consecuencia de poseer dos aberturas en sus extremidades dificultaba el ingreso”.

“Aquellos objetos que consideraba no nos servirían en la travesía, los arrojaba directamente al mar. En cierto momento, alcé mi vista hacia el barco y al observar que el mismo seguía inclinándose y que nosotros estábamos debajo de la torre dos, me estremecí y por primera vez tuve miedo, ya que sentí la sensación de que esa enorme torre, nos aplastaría y no tendríamos posibilidades de sobrevivir. Gracias a Dios pudimos sacar la balsa de esa zona antes de que la nave se hundiera”.

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