Violentos combates en Libia entre el gobierno y tropas rebeldes
Hubo bombardeos en Trípoli, la capital. El hecho agudiza el vacío de poder en un país con grandes recursos petroleros.
Tras semanas de enfrentamientos
y ataques limitados,
el gobierno reconocido
por la comunidad internacional
y las tropas rebeldes
que le disputan el poder en
Libia entraron este domingo
en una batalla abierta a
las puertas de Trípoli, la capital,
con un balance provisorio
de al menos 21 muertos.
El episodio agrava aún
más el vacío de poder que
sufre el país petrolero norafricano
desde el derrocamiento
del dictador Muammar
Kaddafi en 2011.
En este ambiente de creciente violencia, el mando central de EE.UU. en África ordenó la retirada de todos sus militares en Libia, desplegados hace tres años para combatir a grupos yihadistas como el Isis. En un comunicado, el comandante jefe de la fuerza, general Thomas Waldhauser, admitió que la seguridad “se está volviendo compleja e impredecible” y aseguró que el repliegue “no reduce la capacidad operativa” en defensa de los intereses de la Casa Blanca.
En tanto, la Misión de Apoyo de Naciones Unidas para Libia pidió una tregua humanitaria de carácter inmediato a las afueras de Trípoli, un llamado que es muy posible que no tenga grandes consecuencias, como sucedió con la visita al país del secretario general de la ONU, António Guterres, la semana pasada.
Ayer, antes del estallido de los bombardeos aéreos de ambos lados, la ONU mantenía la esperanza de celebrar una conferencia de paz el próximo fin de semana. Aunque esa cumbre sigue en pie, parece difícil imaginar que el diálogo entre los dos gobiernos libios en disputa continúe ya que ambos parecen haber optado por la vía armada.
Los primeros ataques masivos de este domingo se concentraron en los alrededores de Trípoli, concretamente en el campo de Naqliya, cerca de la ruta que lleva al aeropuerto del país. Desde ambos lados, se atacaron con bombardeos aéreos. Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la Otan contribuyera militarmente a la victoria de los diferentes grupos rebeldes que surgieron contra la dictadura de Muammar Kaddafi.
Desde 2014 hay dos grandes focos de poder enfrentados: de un lado, el gobierno impuesto y sostenido por la ONU en 2016 a cargo de Fayez al Serraj, que apenas controla la capital y algunas zonas del oeste del país. Del otro, el del mariscal Jalifa Haftar, antiguo líder de la oposición a Kaddafi reclutado por la CIA y que controla un 70% del territorio al este libio desde su comando en Tobruk. En febrero de este año, Haftar extendió su influencia sobre las grandes ciudades del sur y de los yacimientos petroleros occidentales de Al Sharara y Al Fil, esenciales para la supervivencia económica y energética de la capital.
En este ambiente de creciente violencia, el mando central de EE.UU. en África ordenó la retirada de todos sus militares en Libia, desplegados hace tres años para combatir a grupos yihadistas como el Isis. En un comunicado, el comandante jefe de la fuerza, general Thomas Waldhauser, admitió que la seguridad “se está volviendo compleja e impredecible” y aseguró que el repliegue “no reduce la capacidad operativa” en defensa de los intereses de la Casa Blanca.
En tanto, la Misión de Apoyo de Naciones Unidas para Libia pidió una tregua humanitaria de carácter inmediato a las afueras de Trípoli, un llamado que es muy posible que no tenga grandes consecuencias, como sucedió con la visita al país del secretario general de la ONU, António Guterres, la semana pasada.
Ayer, antes del estallido de los bombardeos aéreos de ambos lados, la ONU mantenía la esperanza de celebrar una conferencia de paz el próximo fin de semana. Aunque esa cumbre sigue en pie, parece difícil imaginar que el diálogo entre los dos gobiernos libios en disputa continúe ya que ambos parecen haber optado por la vía armada.
Los primeros ataques masivos de este domingo se concentraron en los alrededores de Trípoli, concretamente en el campo de Naqliya, cerca de la ruta que lleva al aeropuerto del país. Desde ambos lados, se atacaron con bombardeos aéreos. Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la Otan contribuyera militarmente a la victoria de los diferentes grupos rebeldes que surgieron contra la dictadura de Muammar Kaddafi.
Desde 2014 hay dos grandes focos de poder enfrentados: de un lado, el gobierno impuesto y sostenido por la ONU en 2016 a cargo de Fayez al Serraj, que apenas controla la capital y algunas zonas del oeste del país. Del otro, el del mariscal Jalifa Haftar, antiguo líder de la oposición a Kaddafi reclutado por la CIA y que controla un 70% del territorio al este libio desde su comando en Tobruk. En febrero de este año, Haftar extendió su influencia sobre las grandes ciudades del sur y de los yacimientos petroleros occidentales de Al Sharara y Al Fil, esenciales para la supervivencia económica y energética de la capital.