Un espacio de contención
El Refugio se transformó en un espacio para cuidar provisoriamente a chicos de hasta 13 años, que se encontraban en situación de riesgo social. Este lugar les brinda un hogar sustituto, y les cubre sus necesidades básicas de alimentación, vestimenta, vivienda, educación, salud y recreación. La casa actual donde funciona El Refugio fue cedida por el Obispado de Añatuya y gracias al trabajo a pulmón de muchos voluntarios, empezó a tomar color. Se crearon los programas para brindar capacitación y asistencia a madres embarazadas y niños con algún grado de desnutrición.
También, gracias al aporte de empresas, de privados y voluntarios, los chicos reciben tratamiento en los centros que dispuso la fundación en ciudades como Añatuya, Capital, Monte Quemado, y luego extendiéndose a Colonia Dora, Herrera, Suncho Corral, Sumampa, Pampa de los Guanacos y Taco Pozo.
Una realidad que cambió su vida Crear la Fundación Haciendo Camino le aportó a Catalina una experiencia humana y profesional inigualable. Desde entonces, junto a un importante equipo de colaboradores, desplegó una intensa labor social, teniendo como eje la prevención de la desnutrición infantil, la promoción humana y la educación integral.
“Uno sabe que es la pobreza, pero distinto es convivir con esa realidad”, reconoció. Actualmente en el refugio viven 20 personas, de las cuales 3 son madres adolescentes y 17 son niños. Funciona desde el 2012 y fue creciendo en servicios, a partir de la atención brindada.
“Casi siempre está llena la casa –cuenta Catalina– y no solo da respuestas a chicos que se quedan a vivir por largo tiempo, sino a muchos casos de emergencia que van surgiendo, desde personas que por una noche se tienen que ir de sus casas por situaciones de violencia, o cuando se separa a un menor por un abuso hasta que pueda declarar.
Así como también hay otros que viven por dos noches a una semana y así damos respuesta a una necesidad que tienen hoy los juzgados, defensorías y organismos que no tienen hogares en la zona”, resaltó.