Borrando fronteras: cantó con Sixto Palavecino, León Giecco, Litto Nebbia y Divididos

Mitos, leyendas y la religiosidad popular son otras de las características de la obra de este artesano que con una calabaza grande, un clavijero, cuatro cuerdas metálicas y una adicional más grave le dio vida a la sachaguitarra, ese instrumento que maravilló tanto a León Gieco, que lo llevó a formar parte de su obra “De Ushuaia a La Quiaca” y en “Semillas del corazón”, y a Litto Nebbia quien lo acompañó en “Con acento provinciano”. Al mismo tiempo, Gieco participó en “El sonido del monte”, el disco que Elpidio grabó en 1993. Desde entonces, entablaron una entrañable amistad.

Convencido de que en la música, más allá de los géneros, no hay barreras, también estableció una profunda amistad con Litto Nebbia. Precisamente, en Melopea, sello discográfico del roquero rosarino, Elpidio grabó cuatro álbumes, incluyendo “Huañoj Tacko”, el último que editó este año con la dirección artística de su hijo Manolo Herrera.

Y es en esta chacarera, la última que dio vida, en donde ratifica ese amor incondicional con origen y su lugar. Lo hace cuando, en una de sus estrofas, dice: “No es el mejor ni el peor, es igual a los pueblos, Atamisqui es devoción con esperanzas y sueños”.

Si con Gieco y Nebbia había demostrado que es posible borrar fronteras y sumar, posteriormente lo ratificaría cuando compartió escenario con “Divididos” cuando se presentó en la 13ª edición del “Encuentro por la Memoria del Pueblo”, en Gramilla.

Además, durante varios años, Elpidio interpretó su música junto al gran quichuista santiagueño, don Sixto Palavecino, con quien grabó “Chacarera del encuentro”.

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