Bº GAS DEL ESTADO

La muerte de Silvia dejó huérfanos a dos pequeños hijos y las lágrimas se extienden a la sociedad toda

La sonrisa y el bullicio de Silvia ayer a las cuatro de la madrugada se acallaron para siempre, enmudeciendo en el proceso a familiares, amigos y a la provincia toda.

Tenía 17 años y dos hijos (de un mes y de dos años). Rarezas de la vida, adquirió notoriedad a partir de un procedimiento policial que devino en tragedia.

Ni bien el médico del Hospital Regional dio la triste noticia, su familia se confundió en un abrazo eterno: mezcla de impotencia ante lo irreversible y corporativismo, ante un dolor jamás padecido.

De inmediato, los vecinos organizaron campañas de solidaridad, dispuestos a tenderles una mano.

Regla y excepción

La muerte de la adolescente del Bº Gas del Estado en medio de un procedimiento policial, por bendita fortuna exceptúa a gente noble y trabajadora, capaz de decir presente sin palabras y acompañar al vecino que padece tamaño golpe.

Del Hospital Regional, la famillia arrastró su penar hacia la morgue en la ciudad de La Banda.

Cerca de las 16, los restos de Silvia Verónica Maldonado fueron ingresados a su casa, ubicada en calle Teodoro Fels 1819.

Vestida con un pantalón jogging gris y una blusa, la joven madre comenzó a ser velada y el desfile se hacía interminable hasta el cierre de esta edición.

Con el alma quebrada

Convergían amigos, vecinos y representantes de instituciones de derechos humanos.

Entre la muchedumbre, una nenita de dos años preguntaba por la mamá.

“Fue a comprar pan”, era la respuesta ensayada por el abuelo, con la voz entrecortada de tanto llorar.

Ahí nomás, los amigos buscaron plásticos para cubrir el patio, improvisándolo en escudo para enfrentar las bajas temperaturas de la noche y madrugada.

Otras conocidos llegaron con café para atemperar el frío o el cansancio.

Afuera, una veintena de amigos dijo presente e ingresó una corona por todos adquirida.

El escenario era tremedamente humano, un contraste abismal con la balacera del domingo a la noche.

En ese escenario, en la vereda de los Maldonado, dos patrulleros coparon el vértice de dos arterias, en el Bº Gas del Estado.

Por estas horas, abundan hipótesis enfrentadas, pero lo único real e inobjetable es el cuerpo sin vida de Silvia.

Mientras los seres queridos lloran su incipiente y corta vida, los siete policías sacuden a la fuerza y movilizan a la Justicia, ávida de la verdad real.


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