Ideólogos que no gobernaron, ideas que sí lo hicieron ROGELIO FRIGERIO (Primera Parte)
Por Eduardo Lazzari HISTORIADOR
L a historia de las ideas en el mundo muestra una paradoja de sumo interés: los hombres que han desarrollado las ideas políticas y sociales que gobernaron al mundo desde los tiempos antiguos de la filosofía política de los griegos, hasta los actuales de la sociología, generalmente han sido ignorados, perseguidos o ninguneados por los acontecimientos contemporáneos a sus vidas. La vieja frase sobre los profetas y sus tierras puede parafrasearse en los tiempos que niegas sus profecías evidentes.
Desde Aristóteles hasta Marx, y desde Tocqueville hasta Santo Tomás de Aquino, su influencia en el mundo de las ideas y en la vida política de los pueblos ha sido enorme y han conformado los grandes cuadros de la historia universal. Y en la Argentina, hubo varios pensadores políticos que contribuyeron a ampliar el espectro de las expectativas sociales a partir del desarrollo de ideas universales y su adaptación a las particularidades de un país enorme en su superficie, escaso en su población (sobre todo en los tiempos de la organización nacional), y el desarrollo de una institucionalidad política que necesitó de grandes acuerdos para avanzar en la formación del estado moderno y de la sociedad actual.
Comenzaremos hoy a recorrer la vida de algunos de esos hombres, algunos cercanos al poder, otros siempre alejados, pero indispensables para entender la tradición de las ideas políticas en nuestro país. Hoy comenzaremos con Rogelio Frigerio, que por los avatares de la política argentina de hoy, se lo conoce como el “abuelo”.
Nacimiento, familia y formación
Rogelio Julio Frigerio nació en Buenos Aires el 2 de noviembre de 1914, en el hogar formado por Gerónimo (aunque en su partida de nacimiento figura como Doménico Girólamo) y Carmen Guanzarolli, inmigrantes llegados desde las orillas del lago de Como, al norte de Italia. Curiosamente llegaron a la Argentina en el mismo barco que los padres de Ernesto Sábato. El matrimonio tuvo siete hijos, con veinte años de diferencia entre el mayor Atilio, y el menor Oscar. Rogelio fue el penúltimo y estudió en el Colegio San José de los hermanos bayonenses, al que habían asistido los ilustres Hipólito Yrigoyen, presidente de la Nación, Ricardo Balbín, líder del radicalismo y Santiago Copello, cardenal arzobispo de Buenos Aires.
Los maestros de Rogelio vieron en él cierta vocación religiosa y lo internaron en el Seminario de Buenos Aires, con el acuerdo de su madre y el rechazo de su padre. Frigerio dirá de esa situación que “fui víctima de un tironeo”. Sin embargo, el joven aprovechó la disciplina rigurosa del lugar para convertirse en un ser reflexivo, aprovechando la enorme biblioteca de la Facultad de Teología para indagar en temas que lo acercaron a la política. Ya por entonces vivía bajo la tutoría de su hermano mayor, que más adelante lo inscribió en el colegio evangélico de Villa del Parque, donde descubrió a Martín Lutero, personaje histórico que lo fascinó para siempre. Allí fue alumno de Virginia Frondizi, en la materia “Historia de la Civilización”, un encuentro sin duda premonitorio del gran encuentro con el hermano de su profesora, don Arturo.
Desde niño despuntó el arte de la poesía, aunque a los veinte años quemó todo lo escrito ya que “como versificador no llego a ser poeta”. Era hincha de Boca Juniors, y le gustaba el futbol, aunque practicaba el box, el tenis y el remo. En la escuela solía irse fácilmente a las manos, conducta que corrigió con autodisciplina. Terminada su formación secundaria, se inscribió en las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde cursaba aleatoriamente materias, debido a que para entonces su militancia política le absorbía la mayor parte del tiempo. En ese tiempo vivía sólo, en pleno centro de la ciudad, compartiendo habitación con Ernesto Sábato. A los 19 años comenzó a escribir en el periódico “Claridad”, órgano de las izquierdas literarias, actividad que sería permanente y en gran cantidad de medios de comunicación a lo largo de toda su vida.
En sus años mozos adhirió a la Juventud Socialista, ya que era un lector compulsivo de Carlos Marx, pero duró poco tiempo en esa agrupación. En 1934 fue elegido secretario de la agrupación universitaria “Insurrexit”, vinculada con el Partido Comunista, donde militó hasta 1938. Sus indagaciones ideológicas permiten calificarlo como un “socialista científico” por su adhesión a los escritos de Marx y Engels. En 1935 fue convocado a la conscripción y cumplió con el servicio militar en el Neuquén, donde ejerció el oficio de topógrafo. Ya por entonces lo llamaban el “Tapir”, por su contextura física y su gestualidad avasallante.
En esos tiempos conoce a varios de los que compartirían con Frigerio años de militancia y discusiones, como Baltazar Jaramillo, un marxista riojano de familia tradicional; Narciso Machinandariena, comunista hijo de una familia de emprendedores con suerte (ganaron un entero de lotería); y Eduardo Aragón Aguirre, un santafesino descendiente de un adelantado español del siglo XVI, que pasó por Santiago del Estero en su viaje a Santa Fe, que en su vida empresaria era dueño de la empresa de caminos que construyó la avenida General Paz, la primera autopista sudamericana. Estos tres hombres fueron sus amigos de andanzas nocturnas y largas partidas de póker.
Sin embargo, la vida de Rogelio viró dramáticamente cuando conoció a Noemí Blanco, a quien deslumbró por su condición intelectual, y fue deslumbrado por “su inteligencia, su belleza y su dulzura”. Se casan en 1937 y tendrán cinco hijos: Octavio, María del Carmen, Alicia, Mario y Alejandro. Alquilan una casa en el barrio porteño de Villa del Parque, lo que le permite a Rogelio atender la administración de las empresas de la familia, dedicadas al ramo textil. Ese trabajo lo llevará a recorrer la Patagonia para atender los asuntos comerciales de su familia y convirtió al negocio en una gran empresa, conocida como “Tiendas Frigerio”.
El criterio mercantil de Rogelio Frigerio le permitió adquirir un automóvil “Lincoln”, con el que recorría todas las sucursales de la firma familiar y además, su capacidad de encontrar donde se hallaban el meollo de todos los asuntos, hizo que se desarrollara un gran respeto a su acción, entre sus propios hermanos, los empleados de las tiendas y los comerciantes provistos por ellas. Se aplicaba en las tiendas un criterio de anticipación: los salarios aumentaban antes de ser pedido ese aumento, varios empleados tenían participación accionaria y cuando algún empleado se casaba, la firma se hacía cargo de los muebles del reciente matrimonio.
Ya por 1940 era evidente que Rogelio, a diferencia de sus amigos y compañeros de tertulias, prefería el estudio, la reflexión y la socialización de las ideas en grupos intelectuales, y no la militancia en un determinado grupo político. El intercambio entre la economía, la política, la filosofía y las ciencias duras era esencial, para Frigerio, en el camino de desarrollar un proyecto político nacional, en el marco de las grandes conmociones provocadas por la segunda guerra mundial. Su experiencia empresaria, junto a los viajes por el país, diseñaron una ideología en él que podría definirse como marxista-capitalista en la economía y marxista-nacional en lo político.
El espíritu emprendedor de Rogelio Frigerio lo impulsó, junto a sus compañeros, a encarar proyectos de desarrollo inmobiliario en Mar del Plata, plantaciones de manzanos en la Patagonia y explotaciones agropecuarias en Entre Ríos. El análisis en las tertulias políticas de estas experiencias capitalistas era permanente para entender el funcionamiento de la economía, desarrollar una teoría científica a partir de ellas, y sobre todo buscar un núcleo de ideas con el objetivo de modificar la realidad política, social y económica de la Argentina.
El triunfo del coronel Juan Perón en las elecciones del 24 de febrero de 1946 puso en crisis el desarrollo de las ideas de Frigerio y sus amigos marxistas. Les resultó incomprensible que un militar de ideas de derecha hubiera birlado el manejo de la clase obrera a los sindicatos comunistas y socialistas. Los amigos de Frigerio abandonaron la política, y en algún caso tomaron su propia vida. Rogelio decidió que no había que enojarse con la realidad, sino comprenderle. El hombre del saco sport, los anteojos de grandes armazones y de peinado desordenado no iba a rendirse fácilmente. l
(CONTINUARÁ)