ESPECIAL PARA EL LIBERAL

Historia de una vieja rivalidad

Por Mg. Pedro Basbús - Magistrado, Profesor Asociado cátedra de Derecho Internacional Ucse.


Trump de autorizar vuelos no tripulados sobre Bagdad, que acabaran con la vida del General iraní Qasem Soleimani, el comandante militar más poderoso de Irán y las amenazas del régimen del Ayatolá Alí Jamenei de brindar una respuesta hacia el Gran Satán y sus aliados ha incrementado la tensión entre estos dos países y mueve al lector a interrogarse acerca de las razones por las que desembocaron los hechos y, en especial, sobre lo que podría pasar.

La pregunta que podría formularse, a la luz de los acontecimientos, es si siempre hubo tensión o rivalidad entre ambos países. La respuesta nos invita a una mirada retrospectiva.

La República Islámica de Irán es un estado de Oriente Medio y Asia occidental, si bien república constitucional, se encuentra basada en los principios del islam chií.

Es el décimo país más extenso del mundo (1.650.000 km2 aproximadamente) cuenta con 80 millones de habitantes de diversas etnias y es una potencia regional, sustentada en sus grandes reservas del petróleo que la convierten en superpotencia energética. Su capital es Teherán y reviste gran importancia geopolítica pues se encuentra entre Oriente Medio, Asia Central y Asia del Sur.

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Desde el siglo I y hasta el año 1935 fue conocida como Persia, aunque este nombre sigue siendo igualmente válido junto al actual Irán. Forzoso es decir que, junto a Irak, es el hogar de las civilizaciones más antiguas.

Los musulmanes la conquistan en el año 651 (dC) con el resultado de la difusión de la lengua persa por toda la meseta iraní y de distintos aspectos de la cultura iraní a lo largo del mundo islámico. No es mi intención ahondar en la historia ni agotar al lector con este aspecto, mas es necesario indicar que durante el siglo XIX Irán pierde terreno al resultar vencido en la guerra rusa persa y que en los albores del siglo XX , la Revolución Constitucional de 1906 establece la primer asamblea legislativa del país (y del continente asiático) y somete el poder monárquico a una constitución. Hasta 1950 los EE.UU. eran considerados como una nación amiga y no imperialista, sus intereses en Medio Oriente se limitaban a cierto equilibrio con los soviéticos, mientras que estos y los británicos influían directamente en la política Iraní.

Un detalle no menos importante resulta el indicar que las reservas de petróleo de este país estuvieron, hasta el año 1953, en manos de empresas británicas. En efecto, los intereses de Reino Unido en Irán eran sus campos de petróleo, los cuales poseía desde 1908. Los británicos explotaban los recursos naturales de Irán y a cambio le devolvían una pequeña cantidad de los carburantes obtenidos (apenas un 16% de las ganancias).

Este estado de situación se prolongó allende el fin de la Segunda Guerra Mundial y finalizaría con el cambio de gobierno que instaura al Primer Ministro Mohhamed Mossadeq (electo en elecciones libres) en el poder.

Los iraníes eligieron a Mossadeq en 1951, quien rápidamente optó por renacionalizar la producción petrolera del país, que había estado bajo el control británico a través de la Compañía Petrolera Anglo Persa, que más tarde se convirtió en British Petroleum o BP.

La medida causó preocupación en EE.UU. y Reino Unido, país para el cual el petróleo iraní era clave para su reconstrucción económica de la posguerra, sin contar con que la Guerra Fría fue otro factor que incidió en los hechos. “Se estimaba que Irán estaba en peligro real de caer detrás de la Cortina de Hierro. Si eso ocurría, significaba una victoria de los soviéticos en la Guerra Fría y un importante revés para Occidente en el Medio Oriente”, dice Donald Wilber, planificador del golpe de Estado, en un documento escrito a pocos meses de la caída (www.bbc.com)

El nuevo primer ministro escuchó las quejas del pueblo iraní, nacionalizó la industria petrolera del país y acabó con un negocio con el que los británicos se habían beneficiado durante décadas. Empezó entonces una campaña de intimidación por parte de Reino Unido, que atracó barcos de guerra en el golfo Pérsico, amenazó con invadir el país y decretó sanciones a la venta del petróleo iraní.

También urdió un plan secreto para derrocar al nuevo primer ministro. La confabulación fue descubierta por la inteligencia iraní y Mossadeq acabó por cerrar la embajada británica en Teherán y expulsar de Irán al personal diplomático de Reino Unido.

Sin embargo, la suerte del Primer Ministro ya estaba echada. Los EE.UU., preocupados por el avance soviético en la zona y ante el temor de que el Primer Ministro gire hacia la izquierda (recuerde el lector la época en que se desarrollan los hechos, 1953, plena guerra fría) apoyaron la necesidad británica.

La operación Ajax, el nombre que recibió la intervención extranjera que propició el golpe de Estado del 1953 en Irán, fue orquestada por la recientemente creada Agencia de Inteligencia de los EE.UU. (CIA) y alentada por los británicos, como reconocen multitud de documentos oficiales y han admitido ambas potencias occidentales. El golpe derribó al primer gobernante iraní elegido democráticamente, al primer ministro Mohamed Mossadeq, y este es para Arshin Adib-Moghaddam, profesor de Pensamiento Global y Filosofías Comparadas de la Universidad SOAS de Londres, una de las bases de las hostilidades entre iraníes y estadounidenses (www.bbc.com).

Al poder volvió una monarquía favorable a Occidente, la del sha Mohamed Reza Pahlevi. Diversos historiadores creen que el golpe de Estado alimentó una oleada de nacionalismo iraní que culminó con la Revolución Islámica de 1979 y, a la vez, complicó para siempre las relaciones entre Estados Unidos e Irán (cf. Ervand Abrahamian en su libro El Golpe Universidad de Nueva York).

El sha amigo

Con la llegada del Sha vinieron 26 años de fructuosa amistad entre Estados Unidos e Irán. La participación de Estados Unidos en el ascenso de aquel colocó a Washington en una posición de poder en una región donde hasta ahora no había tenido una gran influencia pues comenzó a controlar la política exterior del Sha a quién se lo había investido como el policía del Golfo Pérsico, lo que aseguraba (a los EE.UU. y el Reino Unido en menor medida) el tránsito normal del crudo hacia dichos territorios.

Pero no todo podían ser concesiones hacia los estadounidenses. Para aquel entonces, y tras la nacionalización de la industria petrolera iraní, eran demasiadas las voces dentro del país que se oponían a volver a un acuerdo desfavorable para los iraníes como el que durante décadas Irán había mantenido con los británicos.

Así que en lugar de nacionalizar al completo el petróleo iraní, en 1954 se firmó un acuerdo por el que se creaba un consorcio internacional con participación de británicos, estadounidenses, holandeses y franceses y mediante el cual los beneficios se repartían, en teoría, a partes iguales.

El acuerdo volvió a renovarse en 1973 por otros 20 años, pero en 1979 irrumpió la Revolución Islámica que devolvió a manos de los iraníes la total soberanía de sus recursos petroleros.

Tres presidentes estadounidenses visitaron Irán bajo el mandato del Sha: Eisenhower, Nixon y Carter, el último presidente de Estados Unidos hasta la fecha que ha visitado el país del golfo Pérsico. Este último, en la cena celebrada en Teherán en honor a aquel, en 1977, señaló que “la amistad (entre ambas naciones) era insustituible”. Todo cambiaría apenas 24 meses después.

Con la Revolución Islámica el monarca se vio forzado a abandonar Irán el 16 de enero de 1979, incapaz de contener las protestas que habían azotado las calles durante meses. Había manifestantes enfrentándose al ejército, huelgas de trabajadores que amenazaban la producción del petróleo (principal fuente de ingresos del gobierno iraní) y los opositores, tanto civiles como religiosos, acusaban a la monarquía de ser un régimen autoritario y corrupto.

La Revolución Islámica de 1979

Apenas dos semanas después de la salida del Sha, el líder islámico religioso Rujola Jomeini, que había sido forzado a dejar el país en 1964 por sus críticas al gobierno, vuelve del exilio. Durante los 15 años que estuvo fuera de Irán, el ayatolá y futuro líder supremo criticó con vehemencia al régimen monárquico.

Lo acusaba de haberse vendido a Estados Unidos, país que al que popularmente acuñó como el “Gran Satán”. Declarada en 1979, referéndum de por medio, República Islámica, las relaciones entre Irán y los EE.UU. empeoraron dramáticamente.

Es recordada la crisis de los rehenes luego del atentado popular (alentado por las autoridades iraníes) a la Embajada de los EE.UU. en Teherán, crisis por la cual las milicias populares secuestran al personal diplomático estadounidense, que duraría 444 días y que fuera una de las manchas en el gobierno demócrata de Carter. El último lote de 51 rehenes fue liberado en el gobierno de Reagan en el año 1981.

Durante esta crisis, EE.UU. rompe relaciones con la República Islámica de Irán, lo que acontece hasta nuestros días y, a partir de esta crisis, los EE.UU. imponen sanciones durísimas a Irán. Estas sanciones transcurren entre la suspensión de las importaciones de petróleo desde Irán, el congelamiento de mas de USD 12 mil millones de activos iraníes en territorio estadounidense, la declaración de estado que favorecía al terrorismo internacional (gobierno republicano de Ronald Reagan) la oposición a que Irán reciba ayuda financiera mundial, la prohibición a la importación de productos con “destino o uso doble” (vgr. tecnología que puede usarse con fines militares o científicos).

También durante la presidencia de Reagan los EE.UU. apoyaron al Irak de Saddam Hussein en el conflicto con Irán lo que empeoró aún más la visión de los iraníes hacia aquel estado más aun cuando Hussein utilizaría armas químicas en contra de los iraníes (es recordada la campaña genocida de Anfal que mataría en minutos a miles de kurdos).

Sin embargo y más allá de que George W. Bush incluiría a Irán en el denominado Eje del Mal (luego de los atentados del 11-9) las sanciones más fuertes fueron impuestas por la administración Clinton que iba a prohibir la participación de toda empresa americana en la industria petrolera iraní y limitaría al mínimo el intercambio comercial recíproco con el pretexto de que Irán trabajaba en la fabricación de bombas de destrucción masiva, lo que asfixiaría económicamente a Irán, a punto de desplomar su moneda.

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En el año 2015, bajo la administración de Obama se suscribe el acuerdo nuclear entre Irán y seis potencias mundiales -Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania- tras arduas negociaciones que duraron cerca de dos años.

Por el mismo Irán se comprometió a detener su programa nuclear a cambio de la eliminación de las sanciones que se mencionaran anteriormente. Unilateralmente, el presidente Donald Trump decide, en el año 2018, romper el acuerdo ante la mirada confundida de los aliados. Y, en este estado de situación acontece la muerte de Soleimani, líder militar iraní, hombre de confianza del ayatolá ( a quien reportaba directamente) y era desde hace más de dos décadas comandante del grupo élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, organización responsable de las acciones militares encubiertas de las fuerzas iraníes en el extranjero.

Desde esa posición, fue el responsable de los lazos tejidos por Teherán con la milicia libanesa de Hezbolláh y con grupos palestinos como Hamás. A este general iraní se le atribuye haber definido la estrategia que ayudó al presidente sirio Bashar al Asad a cambiar el curso de la guerra contra las fuerzas rebeldes en Siria, al mismo tiempo que tomaba el control de la milicias chiitas en Irak, que recibían apoyo y entrenamiento de Irán.

Además, fue una pieza clave en la guerra y victoria final contra el autodenominado Estado Islámico (EI) en Irak y Siria.

¿Qué puede suceder ahora?

La muerte de Soleimani abre un interrogante hacia el futuro. Los EE.UU. señalaron que su muerte fue un acto de disuasión (vgr. Doctrina de la legítima defensa preventiva, creación unilateral de los EE.UU. luego de los atentados del 11-9 y por la cual le permite a este estado derribar posibles blancos enemigos, entre los cuales se encontraba Soleimai al pergeñar atentados en contra del personal de los EE.UU. en Irak, según indicara la administración Trump).

Qué sucederá ahora es la siguiente gran pregunta. Es probable que el presidente Trump espere que su acción haya intimidado a Irán y a la vez demostrado a sus aliados cada vez más incómodos de la región, como Israel y Arabia Saudita, que el poder de disuasión de Estados Unidos sigue siendo grande.

No debe perderse de vista que la muerte de Soleimani ha incrementado el sentimiento anti norteamericano y que lobos solitarios, mano de obra silente de Isis o Al Qaeda, intenten represalias en contra de activos de los EE.UU. y sus aliados en la región (Israel, Arabia Saudí).

Indudablemente la tensión aumentará el precio del petróleo e incrementará la presencia militar de los EE.UU. en la zona y, sobre todo convertirá en letra muerta el acuerdo nuclear del año 2015 lo que permitirá a Irán aumentar el uranio enriquecido con fines militares. Se encuentran comprometidas la paz y seguridad internacionales.

Es hora de que la comunidad internacional organizada evite el escalamiento de la tensión en la zona y la posibilidad de un conflicto que sólo perjudicaría a la humanidad toda. 

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