La solidaridad, una casa en roca firme
Por el Pbro. Marcelo Trejo.
La experiencia de empeño constante puesto en las propias dedicaciones siempre fueron actitudes en la vida muy valoradas. Contrariamente a mantenerse colgados de las situaciones sin más y a la expectativa de las reacciones ajenas.
También construir los propios lugares íntimos como resguardo de aquellos a quienes amamos es loable. Construyo mi hogar, cuido a mi familia, defiendo a mis amigos, respeto a mis cercanos del día a día y pongo ahínco en mi trabajo. Todos ellos y ellas conforman parte de mi mundo vital. Y hasta afirmo no depender de los demás.
Sin embargo, cuando un intruso irrumpe en mi vida construida y descubro que un virus puede atentar contra quienes cuido. Un coronavirus (Covid-19) invade mi acostumbrado cono de vida y solo no puedo con él, entonces la palabra solidaridad comienza a resonar con fuerza.
Un esfuerzo mancomunado donde cada uno da lo mejor de sí. Un ejercicio común junto a otros para poder proteger y alentar a los míos. Sin los demás no puedo. No se trata de dependencias ociosas ni de actitudes erróneas de autosuficiencia. La solidaridad es una emergente necesidad humana. Ella da lugar a actitudes lejanas a las soberbias personales, posibilita sociedades menos individualistas, genera advertencias a los gobiernos frente a las vulnerabilidades populares y con políticas de Estado para todos. La solidaridad social-política es la nueva casa construida sobre piedra firme, vendrán vientos y mareas, pero seguiremos de pie.