ESPECIAL

La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo

Por el Mg. Pedro J. Basbus. Magistrado, docente cátedra de Derecho Internacional Público, Ucse.

Todavía resuena la voz del contraalmirante Carlos Busser, comandante de las Fuerzas de Desembarco, cuando en el buque ARA San Antonio se dirigiera a las tropas dejando atónitos a los 542 oficiales, suboficiales y soldados argentinos que habían sido embarcados en la nave el día 28 de marzo de 1982 en Puerto Belgrano sin tener idea del lugar del destino ni de la misión que debían cumplir.

“Nuestra misión es la de desembarcar en las islas Malvinas y desalojar a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran en ellas… El destino ha querido que seamos nosotros los encargados de reparar estos casi 150 años de usurpación… Serán duros con el enemigo, pero corteses, respetuosos y amables con la población de nuestro territorio a la que debemos proteger… Que Dios nos proteja, Ahora dirán conmigo ¡Viva la Patria!”

Comenzarían 74 días de arduo conflicto bélico, que irrogaría más de 1.700 bajas argentinas (entre muertos y heridos, que incluye a los náufragos del ARA Gral. Belgrano) y aproximadamente 1.300 bajas británicas (también entre muertos y heridos).

El suscripto ya tuvo la oportunidad, a través de este medio (cf. “Malvinas una nueva provocación”, “Crimea y Malvinas”) de señalar los sólidos antecedentes históricos sobre los cuales se apoya la República Argentina y, en contraposición los argumentos británicos que no resisten a los primeros.

Indiqué también que la usurpación acaecida el 1 de enero de 1833 fue producto principalmente, de la afectación, por parte de las autoridades de la isla (designadas por el primer gobierno de Rosas) de imponer aranceles y permisos de pesca, algo que afectó a los intereses de los EE.UU. y de Londres, quienes pescaban furtivamente en la zona y que no hubiera podido producirse sin la aquiescencia de los EE.UU., encontrándose vigente la famosa Doctrina “Monroe” (vgr. “América para los americanos”).

También mencioné los antecedentes favorables de la Organización de las Naciones Unidas hacia nuestro país, en especial las resoluciones 1514/60, 2065/65 y 3160/73 que instaban a las partes en el conflicto a solucionar la disputa de soberanía, teniendo en cuenta los “intereses” y no los “deseos” de los isleños, resoluciones ignoradas de manera contumaz por el Reino Unido y que pudo constituir el disparador para el conflicto bélico, según fuera invocado por las autoridades argentinas de entonces .

Empero, más allá de lo ya publicado, quisiera reflexionar sobre otros aspectos que brindarán al lector nuevos tópicos y perspectivas en el conflicto que vincula a ambos países.

Ante todo, mi reconocimiento al valor de aquellos integrantes de las FF.AA. que lucharon contra una fuerza militar superior (3ª en el mundo), en tecnología y medios, que contaba con el apoyo de la primera potencia mundial (los EE.UU.).

Fueron ellos los que pusieron en alto el coraje y determinación en la recuperación del suelo nacional usurpado, independientemente de que la decisión de ir al conflicto armado fue a todas luces incorrecta y vislumbró uno de los peores errores estratégicos y diplomáticos del país.

EL ATLÁNTICO SUR COMO RECURSO

El espacio Atlántico Sur es uno de los más amplios del planeta. Comprende una extensa faja litoral de tres continentes (América, África y Antártida) y encierra una de las superficies oceánicas más grandes. El frente americano está integrado por tres estados: Argentina, Uruguay y Brasil. El litoral africano es una masa heterogénea con mucha inestabilidad en el aspecto político y con la nación sudafricana con una privilegiada posición en el corredor Atlántico-Índico.

La zona antártica se encuentra bajo el paraguas del tratado homónimo que ha suspendido entre sus partes, los reclamos por cuestiones de soberanía. Internacionaliza todo el continente y mares adyacentes al sur del paralelo 60.

En sus aspectos económicos, el recurso más explotado ha sido y es la pesca con una incipiente incursión en la exploración petrolera. Si consideramos que el mundo civilizado es hoy un gran consumidor de alimentos, no es ocioso suponer lo que el espacio en debate genera. Sin embargo, el corredor Atlántico Sur posee una importancia aún más significativa pues las islas Malvinas obran como un portaaviones gigante para ejercer el poder militar hacia el continente, en un mundo, como señalé anteriormente, cada vez más requirente de alimentos, energía y agua.

EL ESCENARIO DE 1982

En 1982 las islas no constituían un objetivo vital y nacional para el Reino Unido. Tan es así que ellas se encontraban entre los territorios sujetos a descolonización por el gobierno conservador de la Sra. Tatcher, lo que no era del agrado de ciertos estamentos británicos con intereses en el sur y colisionaba con el interés de un actor importante en la relación argentina/británica: La Compañía de las Islas Falklands (FIC por sus siglas en inglés).

Dos hechos coyunturales, en Gran Bretaña, tendrían una importancia decisiva en el desenlace del conflicto en el sur: 1- El programa de desactivación de muchas naves de la Marina Real, a lo cual el Almirantazgo se oponía y 2- El descrédito popular del gobierno conservador de Margaret Tatcher, con sucesivas huelgas de sectores de la economía (vgr. Mineros entre otros).

En efecto, el año anterior al conflicto, John Nott (ministro de Defensa) llevó a cabo una revisión mayor de los gastos de defensa cuya reducción mayor recayó sobre la Armada, en particular, la flota de superficie. El portaaviones “Invencible” orgullo de la Marina, había sido vendido a los australianos, numerosos buques de asalto y fragatas desprogramadas (cf. Ponting, Clive “La Guerra Inaudita”).

Por su parte, el Partido Social Demócrata, en alianza con los liberales, se alzaba como la fuerza a derrotar en las elecciones al gobierno conservador. De esta manera, tanto la Royal Nave como la unión de estos partidos, tejieron una alianza casi imperceptible (Ponting, op. cit.). Del lado argentino, las cosas no estaban mejor.

Un gobierno militar que ya llevaba seis años en el poder, con sucesivos cambios de cúpula, caos económico (“el que apuesta al dólar pierde”) deslegitimados en lo político, social y con graves denuncias a reiteradas violaciones a los Derechos Humanos (se recuerda la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 que se intentó soslayar con la participación del seleccionado juvenil campeón mundial en Rusia) imperiosamente necesitaba un suceso que aglutine a la población.

A ello se debe adicionar, tal como señalé, la participación de un tercer actor: la Compañía de las Islas Malvinas (FIC) empresa colonial que monopolizaba el comercio de las islas para proteger sus intereses en el archipiélago y poseía una inmensa capacidad de hacer lobby tanto en el Parlamento británico como en la Royal Navy. Todos estos elementos van a confluir con un hecho que fuera manipulado por el Reino Unido (en realidad por el sector duro de la Royal Navy y políticos que boicotearon sucesivamente cualquier acuerdo con la República Argentina, influenciados por la FIC) y que tomó por sorpresa al gobierno militar: el incidente Davidoff.

En la isla San Pedro del grupo Georgias, había desembarcado un grupo de obreros argentinos, de la empresa “Islas Georgias del Sur SA, perteneciente al empresario argentino Constantino Davidoff, quien había suscrito un contrato por medio del cual la firma británica dueña de las factorías pesqueras en Bahía Leith, le vendía todo el material disponible para su desguace, lo cual fuera autorizado por las autoridades británicas.

Lamentablemente, el desembarco argentino fue magnificado por la Royal Navy y cierta prensa británica para justificar un incidente, calificándolo de “invasión” (vgr., se interpretó que la bandera argentina izada por el personal era una señal de agresión) lo cual llevó a la Junta Militar a tomar la decisión de garantizar y proteger las tareas que los obreros argentinos desarrollaban, ejecutando un improvisado plan con marinos argentinos apostados en el Buque “Bahía Paraíso” afectado a la campaña antártica y fuerzas ubicadas en las islas Sándwich del Sur en la base argentina “Corbeta Uruguay” frente a la movilización británica desde las islas Malvinas a través de los buques HMS Endurance y RRS Bransfield. El incidente finalizó con la toma de Grytviken (Georgias) por parte de las fuerzas argentinas, acción que, si bien se desarrolló el día 3 de abril de 1982 (es decir un día después de la caída de Puerto Stanley) fue el detonante necesario que necesitaba el Almirantazgo inglés. Agregó al relato que el 25 de abril de 1982, las fuerzas británicas retoman el control de Georgias en la denominada Operación Paraquet).

LAS MALVINAS RECUPERADAS


El 2 de abril de 1982 a las 11.20 la bandera británica fue arriada del mástil de la Govermment House e izada la enseña nacional. Evidentemente el incidente Davidoff precipitó los hechos ya que, dentro del plan de continencia elaborado por la Junta Militar en enero del año 1982, se había sugerido que, de ser necesario el empleo de las FF.AA. en la recuperación de las islas, aquellas no podían estar alistadas sino luego del 15 de mayo y suponiendo una alerta previa de 45 días. Comenzaban 75 días de intensa labor diplomática, allende el heroísmo de nuestros soldados apostados en las islas. Durante el resto del día se completó el desembarco de efectivos y pertrechos a través de vuelos del Ejército y el Almirante Irízar completó el despliegue de medios del Ejército a Pradera del Ganso y Puerto Fox.

La operación Azul/Rosario se había llevado a cabo con total precisión, restaba solamente completar la transferencia y reembarco de los efectivos comprometidos. El plan señalaba que, a más tardar, el día D + 5 sólo debía quedar en las Islas el gobernador designado y una pequeña fuerza de apoyo (cf. Informe Rattenbach, párrafo 127).

Ese mismo día 2 de abril, en horas de la tarde/noche, los efectivos de la Infantería de Marina comenzaban a ser replegados hacia sus bases de origen, conforme al plan, empero, esta última fase de la operación no pudo concluirse. A las 11.45 se había reunido el Consejo de Seguridad de la ONU, convocado por el Reino Unido para tratar la crisis del Atlántico Sur. Este golpe de efecto fue fatal para la conducción militar argentina. Algo había salido mal.

LA RESOLUCIÓN CS/502

La República Argentina había protestado ante el Organismo Internacional (ONU), el día 1 de abril de 1982, mediante una carta al secretario general denunciando la agresión británica ante las amenazas de enviar su flota y el despacho del buque “Endurance” a expulsar a los obreros de Puerto Leith, lo que conformaba un acto de agresión, según artículos 1 y 2 de la Carta de la ONU. La reacción británica fue el llamado urgente a reunión del Consejo de Seguridad (del cual es miembro permanente) ante la inminente “invasión argentina” cuando, en realidad, nuestro país fue el invadido.

De manera inmediata, el Reino Unido comenzó la búsqueda de votos posibles de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad (10) en términos que le resultaran convenientes para justificar políticamente, la reconquista de las islas por la fuerza. El objetivo era obtener una resolución que condene la acción argentina y, de esta manera, obtener el apoyo internacional y neutralizar, puertas adentro, la oposición del partido Laborista en el Parlamento.

Diez votos respaldaron la propuesta británica (EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Guyana, Togo, Zaire, Uganda, Japón y Jordania). Panamá votó en contra y la Unión Soviética, China, España y Polonia se abstuvieron. Si bien la Resolución 502 no condenaba a la República Argentina como agresora, le obligaba a retirar las tropas en las islas (que cumpliría siempre y cuando ello fuera exigible a las fuerzas británicas).

La inmediata acción psicológica del Reino Unido puesta de manifiesto en todos los campos de acción, hizo aparecer a la Argentina como invasora y agresora, a las islas como de su legítima soberanía, a los isleños como rehenes y a la Task Force como una fuerza libertadora. Con posterioridad, el desarrollo de los acontecimientos dejó ver, de manera clara, que al gobierno de la Sra. Tatcher sólo le interesaba la recuperación de las islas mediante la acción violenta que lave el cachetazo dado por nuestro país, boicoteando toda propuesta de paz y hasta hundiendo el crucero Gral. Belgrano cuando el entonces Presidente del Perú acercó una solución equitativa para las partes. También se disipó el hecho de que EE.UU. no iba a permanecer neutral, explícitamente esto fue indicado por el presidente Reagan al presidente Galtieri en una de las conversaciones telefónicas y se pudo verificar lanzados los hechos.

El error político de los representantes de la Junta Miliar Argentina, recuperar por la fuerza las islas, de considerar que, en caso de conflicto armado, EE.UU. iba a permanecer neutral debido a la participación argentina en Centroamérica, infligió a nuestro país una crisis política, social y económica, cuyos efectos aún perduran. Se ha denostado a las FF.AA. sin distinción de nombres y hubo que esperar hasta casi diez años allende el conflicto armado, para homenajear a los combatientes de Malvinas.

Sin embargo y más allá de estas consideraciones, el campo diplomático constituye el único canal de las naciones civilizadas para proseguir alguna negociación. Basten para ello las resoluciones dictadas por la Asamblea General de la ONU a pocos meses de finalizado el conflicto armado, siendo la más emblemática la Nº 37/9 que reconoció que la guerra no había alterado la vigencia ni la naturaleza del conflicto de soberanía de las islas entre ambos países. Tampoco la guerra derogó las resoluciones anteriores, que indican vgr., que la situación colonial (y el caso de Malvinas lo es) es un hecho contrario a los principios y propósitos de la Organización de las Naciones Unidas.

¿Y AHORA?

Han transcurrido más de tres décadas desde el conflicto armado sin progreso alguno para los intereses argentinos en materia de soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Cualquier política respecto de estas últimas deberá definirse a partir de un análisis de la situación internacional a los efectos de evaluar los factores que puedan incidir en el logro del objetivo estratégico argentino. Necesitamos cambiar el paradigma de la negociación, encauzarla teniendo en cuenta los extensos recursos naturales que la zona presenta y en la cercanía que el continente brinda a cualquier empresa interesada en la explotación económica. Las negociaciones y avances deberían entenderse a largo plazo, abogando por el restablecimiento de la relación bilateral, incluyendo actividades compartidas de interés común (aún con los malvinenses) para ir avanzando en temas referidos a los recursos naturales, consolidar la región del Atlántico Sur como una zona de paz y cooperación, que abra perspectivas de desarrollo para ambas partes y finalmente, cuando sea propicio, abordar la integración de las islas al país.

Independientemente de insistir en los reclamos a través del Comité de Descolonización de la ONU, debemos cambiar el clima negativo u hostil entre los involucrados en la cuestión y descubrir opciones realistas para un escenario mundial que, luego del Covid- 19 se presentará aún más complejo.
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