ESPECIAL

Un Tiro al aire

Por Antonio de Matos. Politólogo.

Santiago del Estero, junto a San Luis y San Juan, era hasta el 4 de agosto una de las tres provincias con menos contagiados de Covid-19, y sin un muerto en su territorio. La historia cambió en magnitudes: de 40 contagiados pasaron a 41 -en principio. Y con seguridad es el primer caso generado en la Capital.

Lo que produjo zozobra en la población, bastante relajada con el cumplimiento de los protocolos, fue la posibilidad de que volviéramos a las primeras fases -rigideces que se viven como una desgracia. Y un alerta atencional: ¿quién nos garantiza que no hayamos cruzado nuestras vidas con Luis Avila, o con la decenas de contactos que cosechó en su raid que terminó en la guardia del Hospital Independencia?

La administración de la pandemia apareció entre las pruebas sorpresa para los ciudadanos. Cada provincia gestiona, según sus facultades y recursos, y en armonía con la administración nacional, compra tiempo para preparar mejor su sistema sanitario. Este punto es relativo y basta que un caso descontrolado, itinere en libertad para encender las alarmas del sistema. Es lo que pasó: El caso 41 cosechó otros 46 positivos, y las cifras totales de la Provincia ahora rondan las 90 personas.

La fijación en el empleado público, eximido de cumplir funciones por tener asma, pasó por su perfil real y las consecuencias de una vida social intensa, a contramano de las indicaciones a pacientes de riesgo y a la comunidad en general.

A diferencia de Pilar Durán, que declaró sin reservas sobre el accidente menor que protagonizó. Su patrimonio personal, profesión y quién fue el primer presidente constitucional; a Luis Ávila le cuesta recordar con quiénes estuvo los días previos. Precisar el número de asados a los que concurrió, si tuvo uno o más encuentros amorosos, y si todo esto ocurrió solo en la ciudad Capital o sucedieron también en otras localidades del interior.

A la amnesia del transgresor se autoconvocan los testimonios de gente que trató con él, y la justicia le secuestra sus dos celulares para reconstruir la red de posibles contagiados.

En uno de los audios que circularon, luego de conocerse el caso, se escucha: "Es un tiro al aire". La definición, anacrónica, útil para describir el rasgo errático de los comportamientos de ciertas personas, fue y es, todavía, una dispensa social a la singularidad de la personalidad de Ávila.

Figuradamente, sus disparos "al aire" lo eximen de intenciones deliberadas, pero sabemos que por la gravedad, sus tiros -sus acciones erráticas- volvieron al mundo social bajo la forma de víctimas infectadas. Vectores involuntarios de la enfermedad.

En circunstancias normales la vigorosa vida social del empleado público, con su saga de asados y conquistas donjuanescas, sería tema de oficina y de comentarios en las redes. Rutina. Pero en ésta etapa, en la que los trabajadores exceptuados debieran cumplir con el aislamiento social, y no lo hacen, la comunidad en general percibe que se sacó ventaja de una situación delicada, poniendo en riesgo la salud de terceros.

Entre los errores menos felices de la metáfora de que estamos en una guerra, fue suponer que los cuerpos contagiados eran rehenes del virus. Filtraciones del enemigo en las filas propias, dispuesto a quebrar la salud pública: nuestra última defensa. Cuando en verdad vivir en tiempos de pandemia y sin vacuna es extremar las tareas cooperativas y de responsabilidad social de sus miembros. Volver a los tiempos del contractualismo donde la prioridad era la supervivencia.

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