ANÉCDOTAS DE LA HISTORIA

Santiagueños legendarios: Amancio Alcorta, un hombre del Renacimiento en el siglo XIX

Por Eduardo Lazzari. Historiador

La historia de la música en Santiago del Estero ha hecho hincapié fundamentalmente en el desarrollo del folklore argentino, que tiene en la “Madre de Ciudades” su cuna como composición formal de la mano de don Andrés Chazarreta. Esa enorme producción artística ha opacado de alguna manera, en el relato historiográfico, otras geniales expresiones que vale la pena rescatar, porque ponen de manifiesto la gran cultura santiagueña, sobre todo a partir de los tiempos independientes.

La tradición musical de Santiago proviene de los orígenes de la cultura en estas tierras y está impresa incluso en el acento que el castellano ha adquirido en la provincia, y que se ha convertido en un gracejo de identidad indiscutible. Ya en años modernos, la construcción del Teatro “25 de Mayo”, inaugurado para el Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, significó la llegada del movimiento orquestal y operístico universal, incorporándose Santiago a la expansión del arte en todas sus formas, que tuvo lugar en la Argentina desde fines del siglo XIX.

Sin embargo, sigue pendiente el reconocimiento a aquellos autores y compositores que abrevaron en las corrientes culturales dominantes entre la Independencia de 1816 y la Constitución Nacional de 1853, marcando el inicio de la tradición nacional en la música argentina, que sirvió (además) para establecer un lenguaje artístico común que hermanó a todas las provincias del país, por su habitual expresión en las tertulias de los grandes caserones, desde Salta hasta Mendoza, desde Santa Fe hasta La Rioja y desde Santiago del Estero hasta Buenos Aires.

Por eso, rescatar la figura del santiagueño Amancio Alcorta, músico, político, economista y empresario, hijo del fundador del apellido Alcorta en nuestras tierras argentinas, que ha dado a la Patria un presidente y el más excelso músico académico, es un acto de justicia histórica. Esperanzados en que el descubrimiento de los grandes argentinos como Alcorta, hoy sumergidos en cierta indiferencia, permita recuperar la memoria de los mejores de la historia, y en el deseo de que sean inspiración para el futuro de las generaciones que vendrán, presentamos a este santiagueño ejemplar.

Abolengo, Infancia y Formación

Amancio Jacinto de Alcorta Zuasnábar nace en Santiago del Estero el 17 de febrero de 1804, en los tiempos del virrey del Río de la Plata Joaquín del Pino. Su padre, el vasco de Guetaria don José Pelayo de Alcorta Larrañaga, llega a América, se radica en la “madre de ciudades” hacia 1775, y se convierte en un próspero comerciante, alcanzando honorables cargos públicos como síndico del Convento de San Francisco, Administrador de la Real Casa de Correos y Alcalde de Primer Voto. Se casa hacia 1780 con María Jacinta Zilveti Paz y Figueroa, con quien tendrá cuatro hijos, y al enviudar quince años después, reincide en matrimonio con Gabriela de Zuasnábar Paz y Figueroa. Su prole será de seis varones y dos mujeres. De esta segunda familia, el cuarto hijo es Amancio.

Doña Gabriela es descendiente de fundadores de ciudades, como Francisco de Aguirre, Jerónimo Luis de Cabrera y Diego de Villaroel. La posición acomodada de la familia permite que el joven Amancio sea enviado, a los trece años, a formarse en el convento franciscano de San Fernando del Valle de Catamarca. Allí conoce el pensamiento de los clásicos y logra una formación humanista en los tres años que permanece. En 1820 viaja a Córdoba y es inscripto en el Colegio de Montserrat, donde se dedica a desplegar su vocación musical. Aprende flauta y se convierte en un buen compositor, al tiempo que inicia sus estudios de derecho en la Universidad. Entre sus maestros se cuenta a fray Ramón de la Quintana, filósofo y latinista, y el músico José María Cambeses.

El Político

En 1826, su elección como diputado de Santiago del Estero ante el Congreso General Constituyente reunido en Buenos Aires desde 1824, impedirá que continúe sus estudios de derecho en “La Docta”. Fiel al partido unitario, en 1829 será ministro de Antonio Deheza en Santiago del Estero durante el interregno liberal entre los dos gobiernos de Juan Felipe Ibarra. Es el tiempo en que se casa con su coterránea Coleta Palacio Izpizúa el 30 de mayo de 1830. Este matrimonio será bendecido con ocho hijos: cuatro varones y cuatro mujeres. Al año siguiente, se traslada con su familia a Salta y acompaña la corta gestión de José de Güemes, hermano del gran prócer, para luego viajar a Buenos Aires, donde nacerán seis de sus ocho hijos.

En la Reina del Plata comienza a destacarse en la teoría económica, lo que le granjea el respeto de la comunidad, y le permite a su familia integrarse a la sociedad porteña con facilidad. Rápidamente consolidó una buena situación económica que le permite explotar tierras al oeste de la ciudad de Buenos Aires desde 1836, que le son otorgadas en propiedad recién en 1858 gracias a una ley refrendada por el gobierno provincial. Esos campos terminan siendo una gran parte del territorio del partido de Mariano Moreno, creado el 25 de octubre de 1864, un par de años después de la llegada del ferrocarril.

El Músico

Su estadía en Córdoba lo convierte en uno de los músicos del grupo de los Precursores, junto a Juan Pedro Esnaola y a Juan Bautista Alberdi, considerados los primeros compositores nacionales. La gran cultura humanista de Alcorta lo hace sobresalir entre los hombres de su tiempo, por la universalidad de sus conocimientos y la amplitud de sus intereses. Vale destacar que eran tiempos en los que se tomaba a la música como un pasatiempo, a pesar de poseer formación académica sistemática. Desde 1835, en los caserones porteños y en el propio Salón Literario fundado por Marcos Sastre, las interpretaciones de Alcorta al piano, la guitarra, el violín, el arpa y la flauta traversa comienzan a destacarse, haciendo conocer sus composiciones. También comienza a enseñar interpretación, sobre todo de guitarra, algo muy requerido por la vieja costumbre hispánica de brindar serenatas en busca del amor femenino.

La casa de los Alcorta, ubicada en las inmediaciones de la porteña calle Florida en su cruce con Córdoba, se convirtió en el lugar donde varios músicos se reunían para ejecutar composiciones orquestales, muy buscadas luego de la llegada del repertorio operístico italiano, que comenzó a ejecutarse en forma fragmentaria, pero permanente. Desde 1822, había dedicado Alcorta gran parte de su tiempo a la música, convirtiéndose en un exquisito intérprete, llegando a dirigir pequeñas formacione de cámara en conciertos a los que solía asistir María Sánchez de Thompson y Mendeville, con quien fundara la Asociación Filarmónica de Buenos Aires, la primera institución de fomento del arte en la Argentina.

Sus obras más significativas como compositor, entre las que llegaron al presente, son “Canciones para piano” (valses, minués, cuadrillas, polkas, y contradanzas); “Colección de composiciones originales”; “El remolino”, vals para piano; “Colección vocal”, con textos propios y de Ramón Carnicer y Batlle, un catalán autor del Himno Nacional de Chile; un “Nocturno”; y la “Gran fantasía para piano y flauta”, además de varios tríos y cuartetos. Como autor de música sacra se destacan las “Lamentaciones”, el “Gradual para el día de San Martín de Tours” y “La Agonía”, un canto para el Viernes Santo.

Muerte, homenajes y legado

Este hombre notable de la cultura argentina murió en Buenos Aires el 3 de mayo de 1862, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta, donde además del mausoleo familiar se encuentra esculpido un cenotafio en su honor. Su casona “Paso del Rey”, en Moreno, se convirtió en un museo desde 1964, oficiando también como Archivo Histórico Municipal que lleva su nombre.

Han llegado a la actualidad sus composiciones que fueron recopiladas por su nieto Alberto Williams, el más grande músico argentino de principios del siglo XX, quien editó las partituras que habían llegado a su poder. Su obra fue organizada en colecciones, que abarcan desde obras académicas para piano hasta polkas y valses simples, y desde canciones para todas las voces hasta música litúrgica. Esta recopilación fue publicada en París hacia 1900 y el hecho de que se considere este trabajo como una pequeña parte de su obra marca lo prolífico de su producción musical.

La obra de Alcorta fue descripta por Williams con estas palabras: “Tienen un sutil perfume nacional, a pesar de la avasalladora influencia rossiniana; en ellas ha pasado algo del alma de nuestros viejos payadores y se encuentran ritmos y giros de los cantos y bailes de los gauchos del interior; se advierten cambios de tono análogos a los de las canciones populares, y están impregnados de suave melancolía como si fueran un reflejo de la pampa, un recuerdo de infinita tristeza”. Queda clara la herencia ancestral que don Amancio llevó de su Santiago natal. La Camerata Bariloche ha editado varios discos con su música.

Amancio Alcorta, un santiagueño de ley que vivió un tercio de su vida en la “Madre de Ciudades”, y que en todos los aspectos de su vida pública y privada se comportó de acuerdo a las tradiciones recibidas, y que siempre despuntó su condición natal con orgullo y que merece ser recuperado como un creador destacado y un notable representante de la cultura argentina del siglo XIX.

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