La identidad de Jesús, en el antes y el ahora
Mateo 16, 13-20
La pregunta de Jesús acerca de su identidad, no está solamente dicha a los discípulos de esa generación, sino a los cristianos de todos los tiempos: ¿Quién es Jesús? Muchos responderán desde lo doctrinal, de lo aprendido en sus distintas confesiones religiosas: el salvador, el redentor, el Hijo de Dios. Evidentemente, esta pregunta no apunta a conocer nuestra opinión, sino sobre todo, cuál es nuestra actitud ante él. ¿Cómo vivimos nuestro seguimiento? ¿Cómo llevamos en nuestra vida, el ser discípulos de Jesús?
Se trata de nuestras opciones de vida: ¿dónde tenemos puestas nuestras expectativas? ¿qué ocupa el centro de nuestro corazón?
El comportamiento de Jesús es tan extraordinario y multifacético que sólo desde el seguimiento humilde es posible ahondarlo. Es aquel que camina al lado de los pequeños, que sana sus heridas, que habla del Padre porque tiene un trato íntimo con él. Ofrece el perdón que repara, nos hace hermanos igualándonos en dignidad, nos abre al misterio del encuentro con Dios. En Jesús no sólo se revela la verdadera identidad de Dios, sino también la nuestra. En Jesús nos hacemos humanos, aprendemos a compartir nuestra propia humanidad.
La gente tenía distintas opiniones sobre Jesús, pero en general lo veían como un enviado de Dios, como alguien que venía a cumplir sus promesas. Pedro confiesa que es Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el enviado de Dios para la salvación del mundo. Esta no es una definición sobre la naturaleza de Jesús, sino una respuesta que apunta a la misión de Jesús en la historia y a su relación con el Padre Dios. Lo que Mateo quiere mostrarnos es que Jesús revela y comunica a Dios en la historia de su pueblo y a la vez lo muestra como un hombre que camina hacia el rechazo y la muerte. Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, pero sufriente. Mateo intenta corregir la imagen triunfalista y distorsionada que Pedro y los demás discípulos tenían de Jesús.
Después de alabar a Pedro por su confesión y aclarar que esto le fue revelado por el Padre, Jesús le promete que edificará sobre él, su Iglesia. Es Jesús el que la edificará, sobre Pedro en cuanto confesor. Y las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella, sobre la comunidad mesiánica porque Jesús Resucitado es el autor de su permanente edificación.
A la vez, Jesús le promete a Pedro darle las llaves del Reino, la autoridad sobre el pueblo de Dios, autoridad de enseñanza, de confesor y de poder excluir o incorporar a los hombres en el reino. Pero esto debe entenderse bien, a Pedro se le da las llaves del reino en cuanto confesor de un Cristo doliente, servidor de los pequeños, que anima el perdón y la fraternidad en la comunidad.
Conclusión
Conocer a Jesús es seguirlo, hacerse su discípulo. Caminar los caminos que Él transitó, siendo buena noticia que refuerza la esperanza, abrazo compartido que hermana, mano solidaria que sale al encentro del necesitado. Sólo desde el anhelo de que su Reino se instaure definitivamente entre nosotros es posible anunciarlo y presentarlo al mundo. ¿Quién es Jesús? Sin duda, el que los cristianos de esta generación, podamos comunicar al mundo asumiendo el compromiso de ser y vivir como él. l