ESPECIAL PARA EL LIBERAL

El mito y sus razones

Por Alberto Tasso

Cuando un acontecimiento queda señalado no sólo en el calendario y la efemérides sino además en el sentimiento popular, como está sucediendo con la última jugada de Diego Armando Maradona, además del dolor que nos conmueve –puedo hablar en plural- sentimos la necesidad de describirlo, analizarlo con la mirada técnica del relator de un partido o evaluar, si pudiéramos, sus razones.

Que su estatura, pequeña en la dimensión corporal, era muy alta en otras dimensiones, no cabe duda. Tampoco que alcanza el nivel de un mito, y como tal voy a mirarlo preguntándome qué lo diferencia de otros y cómo se construyó.

Mito proviene de la palabra griega mithus, fábula, que viene de fari, que significa hablar. Pero la fábula no sólo sirvió a Esopo para hacer hablar a los animales sino también a Herodoto para hacer hablar a hombres y mujeres comunes, reyes y reinas, dioses y diosas, en la narración de su historia.

La historiografía posterior se volvió más estricta en cuanto a las fuentes, pero su interpretación por parte del público no ha dejado de mitificarla construyendo ídolos apropiados para su propio culto; como ejemplo basta citar a los personajes de la independencia, que merecen una lectura distinta desde la historiografía liberal o de la nacionalista.

No pocas figuras míticas provienen de las religiones, y algunas de ellas fueron impuestas por la fuerza, como sucedió en América cuando la corona española y la Iglesia Católica romana decidieron dominarla, y reemplazar creencias, historia y mitos locales por los que ellos traían. Muy distinto sucede en el caso de Diego, que alcanzó un lugar de referencia por la admiración y el cariño de la gente, muchos de ellos público de la cancha, aun en la pantalla del televisor, y otros que simplemente advirtieron su genio.

Sabemos que el presente está marcado por los movimientos de las sociedades en el período moderno, que se expresa en las clases sociales, la política, el género, la industria cultural y el deporte. El fútbol fue su campo de trabajo y su escenario de acción, donde mostró destreza, ingenio, velocidad, astucia y generosidad, cualidades esenciales de un guerrero. El deporte, que lamentablemente no ha reemplazado aún a la guerra, la simula, en un juego que también es combate, con un reglamento que es ley, árbitros que son jueces y un compromiso de juego limpio que es ética y moral colectiva.

Son varias las razones que según creo explican la adhesión que suscitó. Una es su trayectoria social, desde la humilde villa al prestigio, la fama y los ingresos, que representa el ideal del progreso y el ascenso, latente en las clases populares y medias. En los partidos decisivos de las copas mundiales, por ejemplo ante Inglaterra, que fue inventora del fútbol y árbitro del mundo, sus goles pueden ser leídos desde un ángulo político, en tanto revancha histórica de una flota invasora, una revancha sin sangre, expuesta ante los ojos del mundo, fundamentalmente hecha con alegría y con esa igualdad aparentemente irrefutable de ser 11 contra 11. En todos los casos expresó la capacidad de una nación joven para marcar su presencia en el mundo.

También lo fueron sus posiciones políticas, inusuales en un deportista, que lo acercaron siempre a los movimientos populares. No dejo de lado sus méritos y deméritos personales que otros y otras apreciarán mejor. Lo que quiero señalar es que Maradona, como los fabulistas, hizo hablar a su pueblo. ¿Cómo lo logró? Con los botines, la cinco y su pasión. Y se lo agradecemos con emoción. Dijo el Negro Fontanarrosa de modo inolvidable: “No me importa qué hizo Maradona con su vida sino qué hizo con la mía”. No lo enmiendo, y quizá lo complemento, al decir que la suya también me importa, y la necesitamos como venero del mito.

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