HISTORIAS DE GUERREROS ARGENTINOS Los grandes coroneles de la Independencia
Por Eduardo Lazzari
HISTORIADOR
La Argentina tiene su nacimiento como Patria vinculado a lo épico. La defensa y la reconquista durante las dos invasiones que el imperio británico intentó en 1806 y 1807; las primeras expediciones al Alto Perú, al Paraguay y a la Banda Oriental; las campañas del Ejército del Norte y de los Andes; y las postreras victorias de Junín y Ayacucho; todo marca la historia de dos décadas de un país en armas. La revolución de Mayo en Buenos Aires, la única que se sostuvo autónoma e independiente desde 1810, que permitió la reunión del Congreso General Constituyente de 1816 en San Miguel del Tucumán, y el sostenimiento de la guerra de la Independencia hasta 1824, han dado al relato histórico de esos tiempos fundacionales una impronta bélica que detiene su homenaje en los generales que encabezaron esos ejércitos.Balcarce, Belgrano, San Martín, Güemes, entre otros grandes jefes, son protagonistas excluyentes de la estrategia independentista, lo que de alguna manera constituye una injusticia para con los oficiales que llevaban el peso táctico de las batallas y lograban transmitir a sus soldados no sólo las órdenes militares, sino sobre todo el espíritu de valentía y coraje que hizo de esos ejércitos unos formidables brazos de la libertad.Recorreremos hoy, en una apretada síntesis, la vida de algunos de los grandes coroneles de los ejércitos patrios, nombrados en calles y pueblos, pero que muchas veces no alcanzan a salir de la repetición automática, y que merecen ser conocidos como guerreros insuperables de la historia americana.
José de Olavarría e Isidoro Suárez, hermanos hasta la muerte, y más allá
La historia de estos dos coroneles es tan potente que, en la conmemoración de sus nombres, suelen estar juntos en calles en varias ciudades argentinas e incluso los pueblos que se llaman como ellos son los más importantes del mismo ramal ferroviario del sur. José Valentín de Olavarría nace en el Salto bonaerense el 13 de febrero de 1801. A los 15 años se enrola como artillero en el Ejército de los Andes, y combate en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Sigue al general José de San Martín como oficial del Regimiento de Granaderos a Caballo en la campaña del Perú en 1820 y 1821, y cuando éste se retira, queda bajo las órdenes de Simón Bolívar. Es jefe de regimiento en las batallas de Cochabamba, Junín y Ayacucho, lo condecoran y se retira como coronel en 1824.Isidoro Ramón Suárez nace en Buenos Aires el 2 de enero de 1799. Se incorpora al Regimiento de Granaderos a Caballo y participa del cruce de los Andes en 1817, conociendo en Mendoza a Olavarría, de quien será camarada de armas y amigo para siempre. El 6 de agosto de 1824, en la batalla de Junín, estando a cargo de los Húsares del Perú, protagonizará una osada acción que cambió el curso de los acontecimientos, permitiendo la victoria de los ejércitos libertadores, lo que le valió el ascenso a teniente coronel y su regimiento fue rebautizado como Húsares de Junín, hasta hoy custodia presidencial del Perú. En 1825, terminada la guerra de la Independencia, Suárez fue acusado de conspirar contra Bolívar, encarcelado y posteriormente desterrado. Llegado a Buenos Aires en 1827 se hace cargo de un regimiento, que parte rumbo a la guerra contra el Brasil, pone sitio a Colonia del Sacramento y logra la rendición del enemigo. Olavarría ya estaba desde el 4 de agosto de 1826 a cargo del Regimiento de Caballería 16 de Lanceros, encontrándose en el frente de batalla en el sur del Brasil. Se va a destacar bajo las órdenes de Juan Lavalle en los combates de Bacacay y Ombú, y en la batalla de Ituzaingó. Terminada la guerra, el regreso a Buenos Aires del Ejército Republicano al mando de Lavalle deriva en el levantamiento contra el gobernador Manuel Dorrego del 1° de diciembre de 1828, del que participan Olavarría y Suárez. Combaten en Navarro, Las Palmitas, y tras la derrota de Puente de Márquez, se exilian en Montevideo. Como curiosidad, en homenaje a Suárez se cambia entonces el nombre del Fortín Federación por Junín, hoy una próspera ciudad del noroeste bonaerense. En el Uruguay, ambos son perseguidos con sus familias por el general Manuel Oribe, aliado del ya gobernador porteño Juan Manuel de Rosas, y buscan la paz de Mercedes, a orillas del río Uruguay. Olavarría pide el retiro militar en 1832 y sobrevive en la mayor pobreza. Suárez resiste el avance de Oribe sobre Mercedes, pero finalmente termina en Montevideo desde 1843, junto a su amigo Olavarría, quien muere el 23 de octubre de 1845. Sólo pudo ser sepultado envuelto en una mortaja, tal era la pobreza que se vivía en la capital oriental, sitiada desde hacía tres años. Cuatro meses después, el 13 de febrero del año siguiente fallece Suárez. También lo sepultan como a su amigo, sin ataúd, y en la misma tumba que Olavarría.En marzo de 1846 una tempestad inunda el viejo cementerio del Buceo, donde ambos reposaban. Su tumba se inundó y los restos amortajados de ambos aparecieron revueltos, pero juntos, contra uno de los muros de la necrópolis. Fue entonces que ambas familias decidieron la confección de un ataúd de madera, para guardar todos sus restos juntos, ya que interpretaron ese acontecimiento natural como una manifestación póstuma de amistad perpetua. Años después, este cajón fue repatriado al cementerio de la Recoleta, donde aún permanecen Suárez y Olavarría, con el homenaje genial de Jorge Luis Borges, bisnieto del héroe de Junín, a través del poema que dice:
“Qué importan las penurias, el destierro, la humillación de envejecer,
la sombra creciente del dictador sobre la patria,
la casa en el Barrio del Alto que vendieron sus hermanos mientras guerreaba,
los días inútiles (los días que uno espera olvidar, los días que uno sabe que olvidará),
si tuvo su hora alta, a caballo,
en la visible pampa de Junín como en un escenario para el futuro,como si el anfiteatro de montañas fuera el futuro.
Qué importa el tiempo sucesivo si en él hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde”. l
Federico Brandsen, el que desobedeció a Napoleón
Charles Louis Frédéric de Brandzen nació en París el 28 de noviembre de 1785, cuatro años antes de la Revolución Francesa. Era hijo de un médico de los Países Bajos y no tuvo inconvenientes para ingresar al ejército luego de estudiar en el Liceo Imperial, en los tiempos en que Napoleón Bonaparte se convertía en emperador y era coronado también rey de Italia. Brandzen fue transferido en 1811 al ejército italiano, participando de la campaña contra los príncipes germanos, en la que fue herido en tres ocasiones, lo condecoraron y llegó a capitán.En 1814, luego de la caída de Napoléon y su primer destierro, Brandzen vuelve a Francia y allí lo encuentran los cien días, peleando y cayendo herido bajo las órdenes de Bonaparte, que es derrotado definitivamente. En 1817 el parisino pide la baja del ejército francés. Es el tiempo de su encuentro con Bernardino Rivadavia, quien lo convence de viajar a Buenos Aires, lo que Brandzen hace inmediatamente embarcándose en Calais rumbo al río de la Plata.
El director supremo Juan Martín de Pueyrredón lo destina al 2° Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo, que se encontraba en Chile, el 17 de diciembre de 1817. Cruza los Andes y participa de la última campaña chilena y luego se embarca rumbo al Perú. Combate bajo las órdenes de Juan Lavalle y se destaca en Nazca. El 8 de noviembre de 1820, cerca de Chancay, con 36 hombres del Regimiento de Cazadores, venció a 200 soldados españoles, lo que le significa el ascenso a sargento mayor. El libertador José de San Martín le prodigó desde entonces gran respeto y cariño, convirtiéndose en su compadre. El 17 de septiembre de 1822 el ya acriollado Federico Brandsen es ascendido a coronel. Luego del renunciamiento de San Martín, Brandsen participa de la guerra civil peruana y su bando, el del presidente Riva Agüero, es derrotado por los hombres del mariscal Antonio de Sucre, lo que le vale la cárcel y el posterior destierro ordenado por Simón Bolívar, que aprovechó el momento para deshacerse de los fieles sanmartinianos. Junto a él compartió ese destino Isidoro Suárez. El 5 de marzo de 1825, junto a su esposa, la peruana Rosa de Jáuregui, parten para Chile. Velozmente viaja a Buenos Aires para comandar el Regimiento 1° de Caballería, nombrado el 23 de enero de 1826 por su viejo amigo el presidente Rivadavia. Parte junto al Ejército Republicano rumbo al frente de batalla contra el Imperio del Brasil, bajo las órdenes del general Carlos de Alvear.
El 20 de febrero de 1827, a orillas del río Santa María, se produjo el mayor enfrentamiento entre los dos ejércitos. Al amanecer el comandante en jefe ordena la disposición de las fuerzas argentinas, y ante la orden de atacar de frente, Brandsen le enrostra: “Nos envía a la muerte”, a lo que Alvear contestó: “Vaya y cumpla mi orden. No me lo imagino a usted discutiéndole una orden a Napoleón”. Hasta hoy los historiadores discutimos si fue una forma de poner en orden a un subordinado desobediente a instantes de un combate decisivo, o una soberbia comparación con el gran corso por parte del argentino. Brandsen calló, cumplió la orden, murió en la batalla junto a la mayoría de sus hombres, y la victoria se debió en gran parte a su valentía y arrojo.
El mayor elogio al coronel Brandsen lo hizo el general Tomás Guido: “...nadie lo supera en valor, y en cuanto a conocimiento y pericia en el arte de la guerra, no es fácil igualarle”. No deja de ser paradójico que la última morada de Brandsen esté frente al mausoleo de su jefe último, el general Alvear, en la entrada del cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires. l