ANÉCDOTAS DE LA HISTORIA

Historias de las primeras damas

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

La historia argentina ha concedido a las esposas de los presidentes un lugar que no existe desde el punto de vista institucional, ya que la Constitución no las nombra en ningún párrafo, ni hay leyes que establezcan cualquier reglamentación. Sin embargo, a partir de la personalidad de alguna primera dama ha ido definiendo un espacio simbólico, sobre todo a partir del progreso de los medios de comunicación, que han hecho mucho más permeable el mundo íntimo de los gobernantes, aquí y en todo el mundo.

Juana del Pino, hija del virrey y esposa del primer presidente Bernardino Rivadavia; Lucía Riera de López; Dolores Costa, que se casó con Justo José de Urquiza durante su presidencia en 1855; Modesta García de Derqui, Delfina de Vedia de Mitre, Carmen Nóbrega de Avellaneda, Elisa Funes de Juárez Celman, Carolina Lagos de Pellegrini, Susana Rodríguez Viana de Quintana, Josefa Bouquet Roldán de Figueroa Alcorta, Ana Bernal de Justo, Luisa Iribarren de Ortiz, Delia Luzuriaga de Castillo, Purificación Areal de Guido, Silvia Martorell de Illia y Georgina Acevedo de Cámpora fueron las primeras damas “discretas” de nuestra historia. Algunas fueron madres, otras no, pero ocuparon su lugar sin estridencias.

El caso de Benita Martínez Pastoriza, esposa de Domingo F. Sarmiento, es muy particular porque es la única pareja presidencial que vivió separada todo el tiempo del gobierno del sanjuanino. Y la esposa de Julio A. Roca, Clara Funes, lo acompañó en la primera presidencia, pero falleció antes de que el tucumano llegara a la segunda. Y por supuesto no tuvieron primera dama los presidentes solteros o viudos, como Victorino de La Plaza e Hipólito Yrigoyen. Cipriana Lahitte es el único caso de esposa de un presidente, Luis Sáenz Peña, y madre de otro, Roque. Y hubo esposas presidenciales extranjeras como Leonor Tezanos Pinto de Uriburu y Regina Pacini de Alvear.

La prudencia del historiador nos manda esperar el paso del tiempo para juzgar hechos y personajes implicados con el presente. Por eso dejamos para más adelante los casos de las primeras damas desde la restauración de la democracia en 1983. Esa es otra historia y la contaremos, si Dios quiere, en el futuro. Un capítulo aparte merecerán los “primeros caballeros”, consecuencia del espacio político que hoy ocupa la mujer, impensable un siglo atrás. Hoy recordaremos la vida de cuatro primeras damas, a través de anécdotas de su vida que vale la pena compartir.

Rosita González de Sáenz Peña

La pionera de las primeras damas que tuvieron su fotografía en la Casa Rosada fue Rosa Isidora González, la esposa del presidente Roque Sáenz Peña. Esta mendocina nacida el 1° de septiembre de 1858 era la hija de Lucas González, hombre público que fue diputado y senador nacional, ministro de Hacienda de los gobiernos de Mitre y Avellaneda, además de un próspero empresario dedicado a la construcción de ferrocarriles.

El 4 de febrero de 1887, en la iglesia del Pilar, en la Recoleta porteña, Rosa se casó con Roque, quien había tenido un grave desengaño amoroso cuando dos décadas antes se enamoró de una joven que resultó ser su media hermana, fruto de una infidelidad de su padre, don Luis. El matrimonio tuvo dos hijos, pero sólo iba a llegar a edad adulta Rosita, quien con el tiempo se casó con Carlos Saavedra Lamas, primer Premio Nobel argentino y latinoamericano, el de la Paz de 1936.

El 12 de octubre de 1910 asumió Roque la presidencia de la República, y por su mal estado de salud, el matrimonio sería el único hasta hoy en vivir en la Casa de Gobierno. Para ello se acondicionó el ala norte como vivienda, sobreviviendo hasta hoy los vitrales que cerraron las galerías superiores del Patio de las Palmeras, y el comedor que es el despacho presidencial. Esa circunstancia hizo que doña Rosa González fuera la primera esposa presidencial en posar para una foto doméstica, retratada con un curioso vestuario. Luego de Susana Rodríguez Viana, que enviudó en la presidencia de su marido Manuel Quintana en 1906, Rosa tuvo que sepultar a su esposo muerto en 1914. Lo sobrevivió en su palacio de la avenida Santa Fe casi 34 años, hasta su muerte el 17 de enero de 1948 a los 89 años. Los esposos están juntos en la tumba familiar de los González, debido al insólito pedido de don Roque de ser “sepultado con mis suegros”.

Elena Faggionatto de Frondizi

Doña Elena, tal como la recuerdan los amigos y colaboradores de Arturo Frondizi, era la mayor de los cuatro hijos de José Faggionatto y Lelia Cavicchi, dos italianos radicados en Buenos Aires cuando nació su primogénita el 30 de junio de 1907. Se enamoró del correntino Arturo, un año y medio menor que ella, y se casaron el 5 de enero de 1933 en la Basílica de San Carlos Borromeo y María Auxiliadora del barrio de Almagro, donde solían además desayunar en la centenaria confitería “Las Violetas”.

Tuvieron una hija, Elenita, que iba a morir antes que sus padres en 1976 y fue un golpe del que jamás se repusieron. El 1° de mayo de 1958 asumió la presidencia Frondizi y para ese entonces ya la residencia presidencial era la antigua casona de los Azcuénaga, donada por su descendiente Carlos Villate en Olivos. El matrimonio Frondizi se caracterizaba por su vida sencilla, casi ascética, y un hecho muy simpático iba a mostrar el carácter de la primera dama. El 18 de agosto de 1961, en un viaje casi secreto, Ernesto Guevara, el “Che”, en su carácter de ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, llegó hasta la residencia de Olivos para entrevistarse con el presidente Frondizi.

El clima político que rodeaba a la reunión era muy tenso y a los contertulios se les sirvió un café con leche con medialunas, según el testimonio de Alberto Taddei, secretario de Frondizi en el Centro de Estudios Nacionales. Terminada la reunión, se acercó doña Elena, que se encargaba de preparar las comidas familiares en Olivos, para ofrecerle algo de comer al visitante, que mostraba un “aspecto bastante famélico”. En la cocina Guevara comió un bife de costilla con puré preparado por la primera dama, que nunca contó lo que hablaron en ese almuerzo. Doña Elena era la piedra basal de don Arturo y la muerte de su esposa en 1991 lo sumió en una decadencia notable hasta su paso a la inmortalidad en 1995.

Las dos primeras damas de Perón: Evita e Isabelita

La presidencia y en casarse en tres ocasiones. Enviudó de Aurelia Tizón en 1938 y llegó a la primera magistratura casado con María Eva Duarte. El caso de Evita es único, ya que fue la primera en asumir un rol explícito y su corta vida política (unos cinco años) marcaron la historia nacional. Nacida en Los Toldos el 7 de mayo de 1919, se hizo un lugar en el mundo del espectáculo como actriz de radioteatro y cine. Su vida cambió cuando conoció al coronel Perón en un evento a beneficio de los damnificados por el terremoto de San Juan en 1944. Se casaron en la iglesia de San Francisco de Asís, en La Plata, el 10 de diciembre de 1945.

La figura de Evita fue tomando vuelo, sobre todo después del viaje que la llevó como virtual embajadora argentina a Italia, el Vaticano, Suiza, Francia y España. Aquí se convirtió en la gestora de la acción social del gobierno y su rol como jefa de la Fundación que llevaba su nombre le dio una gigantesca visibilidad, apoyada por la radiofonía y la llegada de la televisión. Nunca tuvo un cargo público. La enfermedad que la llevó a la muerte, en la antigua residencia presidencial de la Recoleta, donde hoy se encuentra el monumento a Evita y la Biblioteca Nacional, fue seguida con unción por quienes la admiraban y con atención por quienes no la querían. Queda como un gran misterio la renuncia a su candidatura a la vicepresidencia en 1951. Su última aparición pública fue durante la asunción del segundo mandato de su esposo el 4 de junio de 1952. Murió 42 días después, el 26 de julio, a los 33 años. Su funeral fue impresionante y su memoria sigue intacta en grandes sectores sociales del país. Queda claro que Perón sintió el enorme golpe afectivo de esa muerte, a tal punto que su administración se mostró desconcertada a partir de ese momento.

Derrocado en 1955, Perón partió al exilio en Paraguay, Venezuela, República Dominicana y en Panamá, donde conoce a su tercera esposa, María Estela Martínez y la convierte en su secretaria. Nacida en La Rioja el 4 de febrero de 1931 participaba de la gira de una compañía folklórica por América Central. En 1961 se casaron en Madrid, primero por civil y luego por iglesia, cuando Perón logró levantar su excomunión, causada por los eventos de 1955, cuando fueron incendiados diez templos católicos en Buenos Aires.

“Isabelita”, tal como era su apodo, comenzó a participar de algunos hechos políticos, al viajar a la Argentina para apoyar candidatos o para enfrentar a los sectores no verticalistas del peronismo, encabezados por Augusto T. Vandor. Acompañó a su esposo en el regreso al país en 1972. Al año siguiente, el vértigo de la política de entonces hizo que Juan D. Perón se postulara para terminar el mandato trunco de Héctor J. Cámpora, que había renunciado el 13 de julio de 1973. Perón eligió a su esposa como candidata a vicepresidente y fueron ambos electos con el 63% de los votos, asumiendo el 12 de octubre.

María Estela Martínez fue la única primera dama que fue vicepresidente, y cuando el 1° de julio de 1974 murió Perón, se convirtió en la primera jefa de estado en el mundo elegida democráticamente. Fue derrocada el 24 de marzo de 1976 y fue la presidente que más tiempo permaneció detenida en la historia: 5 años. Su silencio sobre su rol en la vida política argentina es, por un lado, una admisión de responsabilidad, pero a la vez deja a la historia sin el testimonio de una protagonista excluyente de aquellos años tan violentos. Actualmente vive en Madrid totalmente retirada, a sus 90 años.


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