ESPECIAL PARA EL LIBERAL

La Fundación de La Plata: Una ciudad de gigantes para una ciudad de gigantes (Primera Parte)

Por el historiador Eduardo Lazzari.

La presidencia de Bartolomé Mitre entre 1862 y 1868 fue la primera y la última en que un gobernador de la provincia de Buenos Aires llegó a la primera magistratura de la República elegido por el pueblo. Cuando la historia parecía imponer la hegemonía de la “hermana mayor”, tal como definió a la provincia porteña Juan José Passo, comenzó un lento pero persistente proceso donde la consolidación del estado nacional y de las instituciones en cada una de las provincias argentinas fue limitando el poder de Buenos Aires hasta el presente. Vale recordar que Eduardo Duhalde llegó por medio de una elección hecha por la Asamblea Legislativa nacional en enero de 2002 y fue sólo para completar el mandato de Fernando de la Rúa, y luego de la fallida presidencia de Adolfo Rodríguez Saá.

La federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880 fue crítica para los bonaerenses, luego de tres presidencias provincianas: Sarmiento, sanjuanino; Avellaneda y Roca tucumanos. Es bueno tener en cuenta que desde 1862 la provincia de Buenos Aires actuaba como anfitriona del gobierno nacional y eso provocaba roces cuando la sintonía política entre el presidente y el gobernador no era buena, lo que era bastante más frecuente de lo deseado. El impacto de la pérdida de la capital fue tal que Eduardo Gutiérrez la definió como “la muerte de Buenos Aires”, una frase que expresa con claridad el estado de ánimo en que se sumió la dirigencia y la población bonaerense.

La asunción como gobernador de Dardo Rocha fue la oportunidad para recuperar el orgullo perdido, mancilladopor el hecho de que la pérdida del territorio de la capital no fue consensuada sino en medio de un enfrentamiento armado entre el ejército nacional y la guardia provincial que terminó con miles de muertos y la caída del gobierno de Carlos Tejedor, quien también fue derrotado en las elecciones presidenciales que consagraron a Julio Argentino Roca como sucesor de Avellaneda.

Recordar esos tiempos puede convertirse en una fuente de inspiración frente a los problemas que debe enfrentar la Argentina de hoy, ya que una provincia sin capital llevó adelante la proeza de construir una “ciudad de gigantes para un país de gigantes”, según la definición de Domingo Faustino Sarmiento, quien había rechazado la idea y que cuando la vio concretada no pudo evitar una catarata de elogios e incluso pensar en residir allí.

Dardo Rocha y la gran decisión

La primera decisión que debió enfrentar el porteño Dardo Rocha fue establecer una nueva capital para la provincia de Buenos Aires. Se barajaron varias alternativas, pero fundamentalmente había que elegir si instalarla en una ciudad ya existente o llevar adelante una nueva fundación. Los intereses eran muchos y variados, y el nuevo gobernador pudo evitar los cantos de sirenas que recomendaban instalar las instituciones provinciales en Chivilcoy, Mercedes o San Nicolás de los Arroyos, entre otras localidades.

Finalmente, como fruto de los estudios de una comisión formada por los doctores Eduardo Wilde y José María Ramos Mejía, y los ingenieros Guillermo White y Francisco Lavalle, Rocha elige las lomas de la Ensenada de Barragán, unos sesenta kilómetros al sudeste de la antigua capital Buenos Aires, provincializando el territorio elegido el 14 de marzo de 1882, con la expropiación de tierras pertenecientes a Martín Iraola. El 10 de noviembre Rocha decreta que el acto de colocación de la piedra fundacional se hará el 19 de ese mes. En la Legislatura 

provincial, ahora huésped dela Naciónen la capital federal, se discute el nombre de la nueva ciudad y se elige “La Plata” a instancias de José Hernández, el autor del “Martín Fierro”, quien sostuvo que con ese nombre el río de la Plata iba a tener sentido.

La fundación de la ciudad de La Plata como capital de la provincia de Buenos Aires puede ser considerada como el fruto del mejor plan de gobierno que se haya concebido en la historia argentina, por su planificación, su diseño y su ejecución. A pesar de esto, la insatisfacción del interior provincial siguió muchos años, y como curiosidad, en Mar del Plata comenzó a circular en 1905 un periódico llamado “La Capital”, y en Bahía Blanca en 1898 otro denominado “La Nueva Provincia”, mostrando la aspiración capitalina, que sólo sería posible si Buenos Aires dividiera su territorio.

Pedro Benoit, el gran constructor

El proyecto y la dirección de la obra pública más grande de la Argentina en ese momento fue encomendada al Departamento Topográfico de la provincia de Buenos Aires, creado por Bernardino Rivadavia en 1826. Estaba a cargo del arquitecto, ingeniero, urbanista y agrimensor Pedro Benoit, hijo del proyectista de la fachada actual de la Catedral, la Sala de Representantes y el Cementerio de la Recoleta, todo en Buenos Aires. Colaboraron al menos dos ingenieros, Juan Martín Burgos y Carlos Glade, pero hay que decir que los planos originales de la nueva capital no fueron firmados.

Para los edificios más importantes del gobierno provincial y municipal, se realizó un concurso internacional, que convirtió a La Plata en una exquisita muestra universal de la arquitectura y su variedad le otorgó una belleza urbana única. Se construyeron la Gobernación, la Legislatura, la Corte de Justicia, todos los ministerios, el Museo de Historia Natural y la obra cumbre del proyecto, la Catedral, el templo católico de mayor tamaño en América y la única iglesia argentina que está estampada con letras de oro en el piso de la Basílica de San Pedro Vaticano, donde se lee “Cathedralis Platense”.

Participaron los arquitectos Ernesto Meyer, el belga Jules Dormal, los alemanosHubert Stier, Gustav Heine, Georg Hagemann, FrederickHeynemmanm,KarlNordmann,el sueco Enrique Abergy La Plata luce edificios en estilo neo - renacentista alemán, beauxarts francés, neoclásicos, neogóticos, pero sobre todo la impronta de los albañiles y constructores italianos que se dedicaron a las viviendas privadas le dan a toda la ciudad un aire italianizante. Como curiosidad, el edificio de la estación ferroviaria, ubicado frente a la plaza cívica central, que hoy cobija al Pasaje Dardo Rocha, fue edificado por el italiano Francesco Pinaroli en estilo neo - renacentista italiano   y la estación fue bautizada “19 de noviembre” en homenaje al día de la fundación de la ciudad.

El fervor desatado por el proyecto fue tal que cientos de inmigrantes, recién llegados al país, eligieron ir a la nueva capital, en la que debían vivir en condiciones precarias, pero trabajando inmediatamente. Se puso de moda un dicho: “Me voy para La Plata, la nueva capital, donde se gana mucho con poco trabajar”.En poco tiempo se trazaron las calles, selacomenzó la construcción de los edificios públicos más importantes y se edificaron miles de casas de familia que dieron forma a una ciudad única, que fue premiada con la medalla de oro a los proyectos urbanos durante la Exposición Internacional de París de 1889. Ya para entonces La Plata era el símbolo del orden y del progreso argentino.

Pedro Benoit llegó a ser intendente de la ciudad que levantó entre 1893 y 1894, y entre sus obras, que constituyen un legado fundamental del patrimonio argentino, se encuentran el plano de Merlo (Buenos Aires), la Catedral de Mar del Plata, la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (hoy Museo Etnográfico), decenas de iglesias en toda la provincia de Buenos Aires y al menos doce edificios 

aún subsistentes en La Plata. Murió en Mar del Plata el 4 de abril de 1897 y fue sepultado en el porteño cementerio de la Recoleta. Se conserva en el parque Saavedra de La Plata la casilla que ocupó en los comienzos de su obra magna.

Julio Verne, el inspirador de La Plata

El gran escritor francés que constituye la cumbre de la ciencia ficción anticipatoria escribió una novela por encargo llamada “Los quinientos millones de la princesa india”, publicada en París el 18 de septiembre de 1879. El libro trata sobre la herencia de una noble hindú, una fortuna de 579 millones de francos de ese momento, algo incalculable en estos días. Aparecen dos herederos legítimos: el médico alemán Schulze y su colega francés Sarrasin. El alemán destina el dinero a construir una ciudad llamada Stahlstadt, la ciudad del acero y el francés viaja a Oregón, Estados Unidos, y edifica una ciudad a la que llama France-Ville.

Se oponen los dos proyectos: uno economicista y el otro humanista. El francés elige para su creación los principios del higienismo, reflejados en el plano de France-Ville, y llama la atención el hecho que La Plata es prácticamente la fantasía de Verne. Calles amplias con veredas arboladas, orientadas según la rosa de los vientos, diagonales que la atraviesan en todo su trazado, boulevares, plazas, relojes eléctricos conectados a un control central y un teléfono en cada domicilio, y sobre todo una población que busca prolongar la vida humana, mejorar sus condiciones y escapar de las enfermedades.

Si bien no hay documentación que explique esta relación entre la obra literaria de Verne y la obra urbanística de Benoit, Burgos y Glade, las coincidencias son tantas que es imposible pensar la una sin la otra, y este hecho ha dado lugar a una leyenda que tiene que ver con la entrega en París de la medalla de oro, que habría reunido a los dos genios, Verne y Benoit en el pabellón argentino de París.

Queda para el próximo domingo, si Dios quiere, el relato del acto fundacional del 19 de noviembre de 1882, la realización del genial proyecto en los tres años siguientes, pero sobre todo dedicaremos la nota a la gran significación simbólica de La Plata como voluntad creadora e indomable de una Argentina que lograba todo aquello que se proponía, aún cuando pareciera un sueño o quizá una utopía por alcanzar.


Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS