ESPECIAL PARA EL LIBERAL

La consagración del Papa a la Virgen

Por el Dr. Ariel Álvarez Valdés.

Hoy, el Papa Francisco realizará un acto de consagración de Rusia y del mundo a la Virgen María. Pienso que es una pena que el Papa continúe con estos ritos poco eficaces.

Porque, según leemos en las crónicas vaticanas, ya en 1942, el Papa Pío XII había consagrado el mundo, al Inmaculado Corazón de María, por radio.

En 1952 volvió a consagrarlo, por si a ella se le hubiera olvidado. En esa oportunidad lo hizo por escrito, mediante una carta apostólica. En 1984, Juan Pablo II reiteró la consagración, pero ya con el refuerzo de todos los obispos de la Iglesia católica.

En 2013, Francisco repitió de nuevo aquel rito consagratorio, esta vez a la mismísima Virgen de Fátima. Y hoy lo hará nuevamente, desde la Basílica de San Pedro. Sin embargo, cuando vemos el estado actual del mundo, debemos concluir que, o a la Virgen no le llegan las peticiones papales, o ha decidido no hacerles caso. Yo creo que, en realidad, lo que sucede es que estamos equivocando el camino.

Lo que tendrían que hacer los Papas es consagrar el mundo a los políticos, a los empresarios, a los militares, a los sindicalistas, a los educadores, a los economistas, a los padres de familia, a los jóvenes, y a cada uno de nosotros.

Hacernos tomar conciencia de que la sociedad está en nuestras manos, y de que somos nosotros, no la Virgen María, los que debemos ocuparnos de la paz y de los problemas que nos agobian.

Hacernos reaccionar para que asumamos con madurez y honestidad el lugar que cada uno ocupa en la sociedad. Tenemos la posibilidad de hacer mucho más que la Virgen María. Porque somos los responsables de cómo está el mundo, y los que tenemos la solución de los problemas en nuestras manos. Podemos contribuir a su construcción y a su destrucción.

Seguir pidiéndole a la Virgen, o a Dios, o a los santos, que hagan algo, creo que son actos estériles, que carecen de efectividad; y lo que es peor, nos alienan del posible protagonismo que debería caracterizarnos. Al menos, es lo que la experiencia viene demostrando desde hace décadas.

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