Verdades sobre educación sexual integral

Por Francisco Viola - I @francisco.viola.salud.sexual

El pasado domingo, en la ceremonia de los Oscar, hubo un episodio que llamó la atención y que fue muy comentado. Me refiero a la cachetada pública que le dio Will Smith a Chris Rock como consecuencia de un chiste que hizo este último sobre la esposa del primero.

Dos temas surgen de esto: de un lado uno de los debates más extendidos y no resueltos del mundo: el límite del humor (particularmente creo que el humor no tiene límites, lo que no quita que el humor pueda no gustar, pueda ofender y hasta pueda ser denunciado y judicializado, pero eso es otro cantar). Lo segundo tiene que ver con respecto de la supuesta defensa del honor que hizo, algo propio de lo que se conoce como cultura machista.

Si, para lo primero, la solución es, principalmente, personal y tiene que ver con la terapia. Para lo segundo tiene que ver con la Educación Sexual Integral. En el caso de nuestro país tenemos una ventaja fundamental, al haber sancionado en el 2006 una ley fabulosa sobre educación sexual integral.

Sin embargo, aún estamos en deuda con ello. Por ello, creo que es necesario aclarar lo evidente. Porque parece que no siempre lo es para todas las personas. Hoy, quiero que nos centralicemos en dos verdades sobre esta cuestión: a- En la Argentina hay una ley nacional, aprobada en el Congreso de la Nación por los representantes de todas las provincias que estipuló con “fuerza de ley nacional” (valga la redundancia en este caso) en su primer artículo que “que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la ciudad autónoma de Buenos Aires y municipal”. b- Lo segundo es más importante, la educación sexual es algo que siempre se hizo porque, cualquiera sabe esta verdad, es más hasta los más conservadores la sostienen, que se educa con los ejemplos. Will Smith lo mostró con contundencia. No existe forma que una educación de cualquier tipo no eduque sexualmente, si entendemos como sexualidad la definición real que dice generalmente que es una dimensión importante y transversal de todo ser humano.

Al aceptar estas dos verdades hay consecuencias muy pragmáticas que debemos defender y decidir. Sobre la primera, pensar que si creemos que la discriminación se puede defender. Es decir, un estudiante argentino recibirá educación sexual como un derecho sólo si nace en las provincias que optaron por “adherirse” a una ley que en ningún momento pide como condición la adhesión para que la ley se ejecute. Por ello debemos exigirla a la educación sexual. Nuestros hijos e hijas tienen derecho a tener educación sexual porque son de Argentina.

La segunda nos obliga a preguntarnos si vamos a seguir siendo tan irresponsables de continuar discutiendo la educación sexual, mientras dejamos que se haga cotidianamente por otros medios. Porque la ley lo que pide, exige, ordena y determinar es que la educación sexual integral no puede ser dejada al azar, sino debe ser planificada, gestionada, transversalizada y visibilizada. Es hora de asumir que no existe ninguna creencia aceptable que no defienda que lo más importante es la educación como el antídoto para la violencia, para la infelicidad, para el odio.

La educación sexual integral es la apuesta más firme, segura y concreta para crear una sociedad mejor y más acorde con lo que siempre soñamos. Porque es educación y porque tiene que ver con la naturaleza humana. Demorarla en debates equivocados o es mala intención o simplemente es ignorancia.

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