ANDRÉS TORRES ACUÑA (LA GARGANTA DIVERSA)

El tren

Rómulo espera el tren, como todas las tardes de todos los días. Ese es su ritual inacabable, el mismo loop infinito que casi ochenta años realiza. Sale arrastrando su silla de tientos, dice que esa tiene más años que él, pero yo me resisto a creerlo.

Camina lento, como si contara y calculara todos los movimientos para cada paso, las alpargatas parecen que tienen bigotes, bigotes blancos de la tierra que consigo han recorrido durante años el patio polvoriento.

Llega hasta el fondo de la casa, se encorva un poco y arranca unas hojas de poleo, y vuelve con la misma parsimonia. Para cuando vuelvo de la cocina con la pava, agarrándola con uno de esos viejos retazos de tela que la abuela solía usar de repasador, él ya está sentado en su lugar, mientras despolva la yerba sobre la palma de su mano arrugada.

Dejo el agua caliente sobre la mesita, él corta las hojas de poleo y las mezcla dentro del mate. —Ia ‘ai de estar por pasar el tren —comenta mientras vierte el agua humeante sobre la yerba. Yo asiento en silencio, miro en mi reloj y son las dieciséis y cincuenta y dos.

—¿A quién ha de traer para aquí? Ojalá sea una guaina linda che. Una como tu abuela —dice y se ríe con dientes, con los pocos; hace el último sorbo del mate bien fuerte y suelta: ¡Achalay, qué cosa rica! Rómulo agarra la pava con el mismo repasador que yo, renueva el mate y me extiende, pretendo aparentar que no me quemo los dedos con aquel pocillo de aluminio, al parecer fracaso porque él me mira y me dice: Guarda que está caliente, y vuelve a reírse con los pocos dientes. Se queda en silencio un rato en lo que yo voy tomando de a sorbitos el mate.

—De a’i ha venido mi madre — señala al norte y mira siguiendo las vías, yo lo miro a él. —Con Don Lucio, mi abuelo, cargando nada, una bolsa con ropa que tampoco era mucha. Por a’i mismo se ha ido él, pero la vieja se ha queda’o con los Monticone. ¿Te acuerdas vos de los Monticone? —vuelve a mirarme, pero yo no los recuerdo.

—Bueno, a’i se ha queda’o, trabajando. Después que io i’naci’o, han venido para aquí, han hecho el rancho, y cuando era changuito noma’ me ha manda’o con Lucio agarrando el tren pa’l Chaco. Y allá mi’ cria’ocon mi tía Juana, hasta que’i cumpli’o los dieciocho cuando el viejo me ha larga’o para que vaia a laburar. Malo era el viejo. Dejo el mate sobre la mesita, él lo agarra al instante y se prepara uno;corto unas rodajas de pan casero y de chipaco en lo que él bebe y se acomoda en su asiento. —Sí que habrá llevado gente esas vías… —hay nostalgia en su voz. —Por a’i se han ido tus tíos, al desflore, pa’l sur. Mucha gente se iba para a’i, de aquí se iba como medio pueblo, y ya cuando se le oía cerca al tren, la gente se iba corriendo hasta la estación a esperarlos. Y la mayoría vivía de eso, tampoco era mucho lo que pagaban, pero por lo menos tenían unos pesos.

Encima ellos se iban y no se sabía nada, ese tiempo no existía ni los teléfonos; por a’i nomás mandaban alguna carta, pero muy raro. A veces no volvían todos de allá.

Rómulo le dio un mordisco a una rodaja de chipaco, y alcanzó el mate por encima del cuzco que esperaba babeante a que caiga alguna miga al piso y darse un festín. Él arrancó un pedazo de su pan y se lo tiró para el otro lado del patio. —Tu madre también se ha ido para’i, a Buenos Saires, a visitar a los parientes; ya una vez que se casó con tu papá.

Me acuerdo que iba llevando cajas con salamines y un montón de pan que tu abuela le mandaba siempre para las hermanas; y de allá venía cargando ropa que le daban para nojotros, cuadernos y útiles para las mellis que iban al colegio todavía. Y de aquí para ir pa’l pueblo tenías que ir orillando las vías nomás, no había otro camino y encima aquí era todo monte.

Asique las mellizas iban saltando entre los rieles por la mañana y al mediodía volvían —yo seguía escuchándolo en silencio, aceptando y devolviendo cada mate que me pasaba. —Io siempre i’dicho que antes que me muera voy a agarrar ese tren de vuelta al Chaco y la voy a buscar mi tía, a la Juana. —¿Vive todavía? —No ha’i de ser, pero por lo menos la voy a buscar. Por lo menos yo siempre le rezo a Dios que me la cuide, donde esté, y que por a’i nos encontremos— quedamos en silencio, mientras él mastica el pan con sus pocos dientes y entre los surcos de su piel que guarda la semilla del paso del tiempo, se escapan algunas migas.

—Para mí tu abuela también se ha ido en el tren, por a’i se me hace que la espero y espío si se ve el humito por allá, por sobre esos quebrachos —sonríe.

—Pero, bueno, vaia uno a saber en qué estación se bajan ellos. Agarro la pava ya sin el trapo y la llevo a la cocina para que se caliente un poco el agua. Recorro con la vista el interior de la casa, invadida de un dorado tono que refleja el sol de la siesta sobre los muebles color caoba. Esa casa que atesora medio siglo de historias, de almuerzos, de fiestas; esa casa que siempre huele a pan y clavo de olor, es templo y raíz en un pueblo que solo conoce el viento norte caliente y el desarraigo de su gente.

—Oié,—grita Rómulo desde su silla y me acerco en unos pocos y largos pasos a la puerta. —Oié, por a’i viene el tren. Andá hasta fondo y traiemelo un gajito de poleo así le cambio la yerba al mate. Rodeo la galería de la casa y el cuzco me sigue los pasos hasta la planta, a medio camino de regreso un sapucay rompe el silencio, seguido de un hasta luego a los gritos. Rómulo saluda con su pañuelo al aire. Miro en dirección a su saludo y no veo rieles, ni monte, ni tren. Solo el pavimento, un par de postes de luz bordeando la avenida Ferrocarril Belgrano que atraviesa el frente de su casa. La pava silva en la cocina, corro a apagar el fuego y cuando vuelvo con ella, Rómulo tiene los ojos cerrados y el pañuelo, con el que despedía al tren, apretado entre sus manos.


BÍO

Andrés Torres Acuña. 21 años, de Quimilí, Sgo. del Estero, Arg. Estudiante de Profesorado en Lengua y Literatura, poeta y aficionado a las artes visuales. Participó en talleres de Escritura y de Teatro; sus obras han sido presentadas en diversas ferias de editorxs, escritorxs y artistas independientes.

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