“Mi yugo es llevadero”

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30.

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.

Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.


“La grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su pequeñez”

Admitir que se es pequeño es la puerta que posibilita el descanso, sabatizar, fundamentar la vida es lo que realmente es importante y por ello disfrutar del aquí y ahora. Ni más ni menos se trata de conjugar la vida en clave con-sentido, lo que supone dieta de aditivos, colorantes y conservantes.

Los sabios a los que Jesús saca los colores en el texto mateano son los escribas y fariseos de cada época histórica que de forma invariable amanecen para intentar quedarse en los ámbitos políticos, económicos, educativos, religiosos... liando fardos pesados y cargándolos a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar (23,4) Catalina de Siena en El Diálogo radiografía a los letrados soberbios como estudiantes en mucha ciencia... dan lo que llevan en sí -vida de oscuridad- (Capítulo 85). Jesús de Nazaret nos ofrece camino alternativo, todo él grabado por el alivio y luz para el alma.

Cuidado con confundir este consuelo con la erradicación de los problemas a cualquier precio, quizá buscando hadas madrinas con varita mágica. No pasa de ser espejismo y como tal no soluciona las contrariedades, tal vez las ceba y enquista. De carga a carga va mucho. Ya nos lo indica el Maestro. La suya es liviana, pero es. Al hilo de lo compartido, cabe preguntarse: ¿Cuáles son mis fardos? ¿Reales? Quizás. ¿Virtuales? ¿Dónde se asienta mi vida? ¿En mis solas fuerzas?, ¿A merced de los otros?, ¿En los poderosos de este mundo?... ¿En el Dios con nosotros que afirma que su yugo es llevadero y su carga ligera?

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