Mama Antula, una santa para nuestro tiempo: peregrina de la esperanza
Por el Padre Ramón Tenti.
María Antonia fue una mujer en “éxodo” continuo, su vida fue principalmente un salir para llevar a Jesús a todos lados para que sea conocido y amado, pero, sobre todo, un salir de sí misma para cumplir siempre la voluntad de Dios. En la carta que le escribe al Virrey Pedro de Cevallos el 6 de Agosto de 1777, María Antonia expresa: “Ha de saber Vuestra Excelencia que desde el mismo año que fueron capturados los Padres Jesuitas, viendo yo la falta de ministros Evangélicos y de doctrina que había, y con medios para promoverla, me dediqué a dejar mi retiro, salir, aunque mujer y ruin, pero confiada en la Divina Providencia por las Jurisdicciones y Partidos, con venia de los Señores Obispos como constaba a Vuestra Excelencia, por lo que apunto remito, y colectar limosnas para mantener los santos Ejercicios Espirituales del glorioso San Ignacio de Loyola para que del todo no pereciese una obra de tanto provecho para las almas y tanta gloria para el Cielo”. Este salir nace de la necesidad de anunciar a Jesús para no privar a las personas de la presencia de Dios que tanto bien les hace, ya que frente al vacío que deja la expulsión de los jesuitas, ella decide salir, peregrinar para mantener viva la esperanza haciendo lo que mejor sabía hacer: organizar los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Este peregrinar nace de su interioridad, es capaz de desinstalarse, salir de sí misma, para cumplir la voluntad de Dios, dejando que Él, la vaya moldeando y configurando en una nueva identidad, como “peregrina de la esperanza”.
Mama Antula contagiaba esta esperanza, estaba convencida que toda meta se podía alcanzar si uno se dejaba guiar por el Espíritu Santo. No había imposibles para ella. Numerosas situaciones recuerdan esta virtud en su vida. En la carta del 2 de octubre de 1788 que el Padre Miguel del Moral le escribe al Padre Juárez respecto de la realización de los ejercicios espirituales en la Rioja dice: “empecé a mover a la gente, y cuantas diligencias convenían las hice; pero verdaderamente no quiso Dios, porque por mil partes se cerraban las puertas de la esperanza…. Llegó un día la Beata…siete ejercicios se dieron…con tanta felicidad y tanto consuelo… yo conocí su espíritu y me confundo a mí mismo en su serenidad interior”.
No se trata sólo de una habilidad para persuadir y convencer a los demás, sino, sobre todo, de la esperanza viva que nace de laexperiencia de comunión con Dios. María Antonia era una mujer de Dios y ese es el centro de donde nacen sus virtudes.
En la carta que escribe Mama Antula al Padre Juárez con fecha del 9 de octubre de 1780 refiriéndose al éxito de los ejercicios espirituales después de haber padecido la negativa del Virrey y del Obispo para realizarlos y refiriéndose también a la restitución de la Compañía de Jesús, dirá: “Esta luz es bastante para afianzar en nuestras almas toda esperanza aun sobre aquellas cosas más destituidas de restauración. La esperanza que Dios aprecia es la que merece corona; quiero decir, la sólida, la firme, la perseverante” La esperanza en la Beata es una “esperanza activa”, espera alcanzar sus propósitos con la ayuda de la Providencia, pero poniendo toda su energía para sortear los obstáculos que se le presentan: “no desfallezca Vd. en su esperanza y sepa que quien porfía, mucho alcanza” (Carta de Mama Antula a Ambrosio Funes del 27 de agosto de 1792).
El anhelo de que todos los que participaban en los ejercicios puedan alcanzar la salvación muestra su espíritu tenaz y su serena esperanza: “siempre me ha ocupado el corazón, más el deseo de la salvación de las almas redimidas con la sangre del Hijo de Dios, que las mayores penitencias de los santos” (Carta de Mama Antula al Padre Juárez del 25 de enero de 1783). Su mayor deseo era que todos puedan conocer y disfrutar del amor de Dios, en especial los más pobres y las personas con dificultades en la vida, como los presos. En la oración fúnebre del 12 de julio de 1799 el Padre Perdriel dice: “hay un género de gentes a quién es difícil proporcionar este abundoso pasto espiritual, los pobres encarcelados. …estos mismos por criminales, por desesperados, por miserables, son el blanco lastimoso del corazón de la Señora Beata. Ella da pasos, ruega, insta, consigue entrar a la cárcel; allí vive en la habitación de los delitos, miserias que compadece, cercada de delincuentes, prójimos a quienes alivia, alimenta, consuela y en cuanto está de su parte santifica”.
En su Testamento Mama Antula establece: “encargo por la sangre de mi redentor, sean admitidos, como los dictan las leyes de la caridad, y preferidos, si es posible, los pobrecitos del campo, en quiénes he advertido siempre la más urgente necesidad de este auxilio. Esta preocupación de que los pobres y los presos reciban la salvación por la gracia de los ejercicios muestra la solidez de su esperanza que se sostiene en el mandamiento del amor.
El Papa Francisco, en el Angelus del 6 de septiembre del 2015 dice: “La esperanza no es un optimismo pasivo sino, por el contrario, "es combativa, con la tenacidad de quienes van hacia un destino seguro". A pesar de las dificultades y contrariedades de su ministerio apostólico Mama Antula supo mantener viva la esperanza, sus miedos y temores eran sostenidos por la presencia viva del Señor quela animaba a alcanzar la meta. Como dice San Pablo en la carta a los filipenses: “yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía, pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús”. (Fil 3,13-14). Mama Antula vivió para servir a Dios en los hermanos, por eso, su esperanza siempre estuvo activa, nunca se desvió del camino que Dios le había trazado, por eso, la “peregrina de la esperanza” es una santa para nuestro tiempo.