“Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial”

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “¿Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo’ y ‘aborrecerás a tu enemigo’.

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿Qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.


Amar a los enemigos? Pero si nos cuesta amar a los que están al lado

Jesús nos tiene acostumbrados a presentarnos propuestas, a relatarnos parábolas que refuerzan una enseñanza, a ofrecernos su vida como modelo de identificación o una forma de relación con las personas desconocida hasta entonces. Y unas veces produce admiración en sus oyentes, en otras ocasiones, escándalo, en otras perplejidad, o gratitud y en otras ocasiones les hace exclamar, “dura es esta doctrina”. Hoy la liturgia, a través de Mateo, nos presenta un texto breve que encierra unas palabras, mejor unas actitudes que marcan el núcleo de la práctica cristiana. El amor. Nos lo recuerda también en un texto similar Lc 6, 27-35 ¿Amar a los enemigos? Pero si con mucha frecuencia nos cuesta amar a los que están al lado, a los conocidos, a los prójimos... Si sólo a los amigos ¿no hacen lo mismo los gentiles? ¿Dónde está lo específicamente cristiano? Las propuestas de Jesús son cada vez más desafiantes. “Amaos unos a otros como Yo os he amado”. “En esto conocerán que sois mis discípulos”. “Amad a vuestros enemigos”. Parece que, como si se tratara de un salto de altura, cada vez subiera un poco más el listón de sus propuestas. Con lo complicado que muchas veces nos resulta incluso amar a quienes nos aman, a quienes, tenemos cerca, a nuestro lado, a las personas con las que nos relacionamos en el día a día. El amor que se nos pide y con el cual hemos de amar al otro no es ni un instinto ni un sentimiento, no podemos esperar que sea algo espontáneo, Es… porque tenemos un Padre común que es Amor y todos nosotros somos sus hijos. “Tuve hambre, tuve sed...” Se nos está sugiriendo cambiar la clave desde la que yo amo. Pasar de la lógica de la razón a la lógica de Dios “como Dios me ama. No desde mis planteamientos sino desde Dios”. Y para dar este giro, es importante dejarnos amar primero por Dios. Experimentar que, a pesar de todas nuestras limitaciones, Él nos acoge, nos ama, nos perdona. Si estamos atentos a su Palabra, si cuidamos la tierra que es nuestra vida, Él la regará con su gracia, acudirá en ayuda de nuestra debilidad porque el amor es un don de Dios. En definitiva, las palabras de Jesús nos invitan a establecer unas nuevas relaciones, incluso con nuestros enemigos. Dice un conocido psicólogo que nos facilitaría el camino, una purificación de la memoria para olvidar todas las deudas, fundamentalmente afectivas, que tienen con nosotros. Significan convertir el enemigo, el adversario en un hermano. Significa acercamos a él, hacerlo prójimo. Significa descubrir en el enemigo, como en cada hombre al mismo Jesús. ¡Señor, enséñanos a amar!

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