ESPECIAL PARA EL LIBERAL

Acerca de la Masturbación

Una de las prácticas sexuales más comunes en la historia y, también, en la historia personal de las personas, es la masturbación. Esta se define a partir de su etimología, como la“estimulación de los órganos genitales o de zonas erógenas con la mano por otro medio para proporcionar goce sexual”. Para pensar esta práctica debemos recordar uno de las realidad más contundentes, obvias y significativas del ser humano: este es un ser cultural. Esta perogrullada tiene un amplio impacto en la vida cotidiana, incluida, obviamente, la vida sexual.

Así, los seres humanos hemos decidido desde tiempos inmemoriales meternos en la vida del otro, tratando de condicionar de un modo u otro lo que hace, lo que puede hacer y lo que no debe hacer. Uno de los ejemplos más contundentes de esta verdad es el caso de la masturbación, ya que es una muestra cabal del rol que tuvo - ¿aún tiene? - la cultura para definir, juzgar, condicionar y evaluar ciertos hábitos. Los argumentos para limitar la actividad sexual han pasado por dos cuestiones prioritariamente: o hacían daño, física o mentalmente, o eran moralmente reprobables. Lo cierto es que, con el avance de la humanidad en todas sus dimensiones, lo que ha contribuido para mejorar la calidad de vida, hemos ido comprobando, de muchas maneras,que varios de esos argumentos no eran verdaderos, ni de cerca.

En relación a la masturbación un ejemplo fue el que Rider y sus colaboradores mostraron en el 2016, cuando llegaron a la conclusión que “perder el semen” no sólo no era un problema, sino que además podría ser saludable. Efectivamente, esta investigación demostró, con datos sólidos, que una eyaculación más frecuente, en ausencia de conductas sexuales de riesgo, podría representar un medio importante para reducir los profundos costos médicos y los efectos secundarios físicos y psicológicos del diagnóstico y tratamiento innecesarios de tumores de próstata de bajo riesgo. Esto se asoció, lógicamente con una premisa más mundana, masturbarse previene el cáncer de próstata.

De otra parte, también se investigó y se enunció, en diferentes trabajos, que la masturbación genera beneficios para la salud integral, para el hombre y para la mujer, al hacerla como corresponde, es decir con dedicación, convicción y cariño (si, valen las tres palabras en este caso también). No sólo eso, sino que se desarrollaron juguetes sexuales –que en la pandemia aumentaron sus ventas- que no sólo favorecen la práctica, sino que la estimulan positivamente.

Más allá de la historia particular lo que nos debería llamar la atención en estos momentos es como los seres humanos insistimos, en ocasiones, a pretender prohibir ciertos comportamientos por considerarlos “perniciosos” basado solamente en una idea moral limitada y sinceramente absurda. En este sentido es importante comprender dos cuestiones sustanciales, que hasta parecen opuestas.

La libertad como elemento esencial, que vamos a entenderla, como leí hace poco, “como una creciente conquista cotidiana del entendimiento de uno”. La libertad no como el infinito, sino como la capacidad de establecer los límites que uno desea, es esta la segunda cuestión sustancial. Porque la vida sexual siempre debería surgir de la decisión personal libre y consentida, construida, también con aquello que uno considera que debe “prohibirse”.

Personalmente estoy convencido y lo afirmo categóricamente: la violencia, en cualquier de sus formas, es un prohibido altamente deseable para poder generar conductas saludables, personal y socialmente para lograr una premisa que, en el contexto de esta columna, se podría sintetizar con el siguiente axioma/consejo: “gozar es un pequeño lujo de nuestra humanidad al alcance de la mano, que no debe producir daño jamás”.

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