OPINA SANTIAGO

"Seamos Libres, lo demás no importa nada"

Los vencederos, que desde Bailén hasta Victoria venían cargados de condecoraciones y de experiencia militar, al frente de sus importantes columnas, a estrellarse contra el brío de nuestros gauchos en un duelo a muerte en que los unos y los otros entraban declarando que no daban ni pedían cuartel.

Cuando el General Laserna iniciaba por Uma- Huackac la formidable invasión que el General Martín Miguel de Güemes destrozó en los heroicos combates, era también cuando el General San Martín daba la última mano a su laboriosa organización del Ejercito de los Andes y le comunicaba al Supremo Director que, en pocos días más, estaría ya sobre las enormes cordilleras, para caer sobre los realistas que ocupaban a Chile con cerca de diez mil hombres.

La ocupación de Chile debía terminar en la caída de Lima y en la destrucción del poder español en el Perú, para ello el General San Martín había preparado su ejército con una menudencia tal de detalles y con una atención tan prolija al lleno de cada necesidad que pudiera ofrecer, no solo al conjunto de su movimiento, sino cada cuerpo, cada arma y cada soldado, que nada había dejado pendiente, al acaso o a lo imprevisto.

Maestro en el arte de desorientar al enemigo con noticias o avisos traviesos y bien combinados, San Martín no separaba su vista de Chile. Fértil y oportuno en el empleo de expedientes, el General supo ocultar a la penetración de los realistas, no solo sus miras, sino las fuerzas, los recursos y los conocimientos que había aglomerado y adquirido durante dos años de asiduos estudios.

Tenía planos y croquis de toda la zona de la cordillera por donde se proponía pasar. No había una garganta, una estrechadura, ladera, precipicio o río, cuyas proporciones y circunstancias no conociese en todos sus detalles.

Con Güemes en el Norte, enfrentando y venciendo a los realistas, se dirigió hacia el sur para acercar las tribus araucanas de las cadenas del Negro y del Lima y para hacerlos partícipes del plan de libertad, invadir juntos a Chile por lo boquetes que ellos dominaban y conocían. No dejaba nada al azar.

El enemigo había sido completamente sorprendido, y todos sus aprestos de resistencia debían naturalmente resentirse de la falta de cohesión en sus movimientos y del aturdimientocompleto en que tenían que ocurrir a contener al invasor. Así fue como desde allí, dató San Martín sus primeras comunicaciones al Supremo Director de Buenos Aires: “El tránsito solo de la sierra ha sido un triunfo. Dígnese vuestra excelencia figurarse la mole de un ejército moviéndose con el embarazoso bagaje de subsistencia para un mes, armamento, municiones y demás adherencias por un camino de cien leguas”.

Después de la batalla de Maipú la desmoralización se había apoderado de los cuerpos realistas. Relajada la disciplina, los derrotados no obedecían órdenes de nadie y corrían por grupos en la dirección de Valparaíso y de otros puertos sin más mira que huir y que embarcarse en los buques que pudieran encontrar.

Marcó del Pont fue aprehendido en las inmediaciones del puerto de San Antonio y traído a presencia del General San Martín, enviado a la provincia argentina de San Luis, con orden de no impedir la libertad de su persona mientras no tratara de salir de los límites de esa provincia. La campaña de emancipación política y continental toma la ofensiva y cambia los destinos de la lucha empeñada; atraviesa los Andes y redime a Chile, y unida con Chile, domina al Mar Pacífico, liberta al Perú, y lleva sus armas redentoras hasta la línea del Ecuador.

Los Estados Unidos del Norte reconocen la independencia de las nuevas repúblicas y declaran que: “Es un derecho de los pueblos sudamericanos romper los vínculos que los ataba a su metrópoli, asumir el carácter de naciones entre las naciones soberanas de la tierra, y darse sus instituciones con arreglo a las leyes de la naturaleza dictadas por Dios mismo”.

Jefferson había dicho: “La América tiene principios distintos de los de Europa y debe tener un sistema suyo que la separe del antiguo continente, guarida del despotismo, para ser lo que debe ser, la morada de la libertad”. Bartolomé Mitre dijo: “San Martín había nacido para la guerra, con una constitución de fierro, una voluntad inflexible y una perseverancia en sus propósitos que le aseguraban el dominio de sí mismo, el de sus inferiores y el de sus enemigos”. El pueblo, ebrio de noble orgullo, saluda al héroe de la emancipación del continente sudamericano, de la independencia Argentina, que era ya una consecuencia de la victoria del Ejercito de los Andes. San Martín, el gran héroe, estratega militar, ejemplo moral y de desinterés material. l

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