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Fútbol, madre y lágrimas: Favio Orsi y una postal bien argentina

El DT de Platense rompió en llanto al recibir el llamado de su madre tras clasificar a la final del Torneo Apertura. Un gesto simple y poderoso que nos recuerda que en Argentina, el fútbol también se juega con el alma y con el corazón de mamá. Favio Orsi. 

En Argentina, el fútbol no se juega solo con los pies: se juega con el corazón. En cada gol hay una historia, en cada abrazo hay memoria, y en cada lágrima, amor. Hoy, Platense escribió una página gloriosa al clasificarse a la final del Torneo Apertura 2025 tras vencer a San Lorenzo. Pero lo que hizo de esta jornada algo inolvidable no fue solo el resultado, sino un gesto simple y poderoso: una llamada de mamá.

En medio del festejo, con las pulsaciones a mil y la emoción a flor de piel, el DT Favio Orsi recibió un llamado. Atendió, escuchó... y se quebró. Lloró. Y con él, todos los que entendemos que el fútbol, más que un deporte, es una extensión de lo que somos.

Las redes sociales de la Liga Profesional captaron ese instante que se volvió símbolo: el hijo que, tras cumplir un sueño, necesita hablar con su madre. No por costumbre. Sino porque en ese abrazo invisible se resume una vida.

Aquí el video de la llamada: 

Y entonces resuena en la memoria colectiva aquella frase ya legendaria:

"El que no quiere a Maradona, no quiere a su madre."

Porque en este país, fútbol y maternidad están hermanados desde siempre. Hay algo sagrado, casi biológico, en el llamado de una madre después de un partido.

Cómo no viajar, inevitablemente, a aquel otro momento eterno del fútbol argentino: el día que Diego Armando Maradona, con la voz temblorosa y el alma llena, habló por radio con su madre, Dalma Salvadora Franco —"Doña Tota"—, minutos después de que Argentina venciera a Inglaterra 2-1 en el Mundial de 1986. A través del periodista José María Muñoz, el país entero fue testigo de una conversación que aún hoy nos emociona:

Diego: Hola mamá.

Tota: Hola amor.

Diego: ¿Cómo estás, Tota? Te amo, mamá.

Tota: Mi vida...

Diego: ¿Cómo estás, mi vida?

Dante Zavatarelli: Está emocionada la mamá...

Muñoz: Dejala que llore, dejala que llore, es lógico. Hablale largo vos, decí todo lo que querés decir que todo el país, todo el mundo, toda América, toda Italia, toda Europa está contigo. Todos vieron. Hablale largo, y después ella te va a responder.

Diego: No, yo... hablarle a mi mamá es muy difícil, para mí es muy difícil, José María, porque hablarle por radio... yo la quisiera tener acá al lado mío en este momento porque estamos viviendo momentos excepcionales realmente. Yo sé lo que ella sufre cuando le dicen que el nene juega mal, que el nene esto, que el nene lo otro. Entonces, hoy el nene estoy seguro que la hizo feliz. Entonces quiero que sepa que la adoro, que los goles que hice son para ella.

Muñoz: Mamá Maradona, adelante usted, por favor.

Tota: Hola, mamita.

Diego: ¿Cómo estás, mamá?

Tota: Mi vida...

Diego: Te quiero mucho, mamá.

Tota: Yo también, mi amor. Andá a descansar, mi hijo. Que me hiciste la madre más feliz del mundo hoy.

Diego: Yo juego para vos, mamá.

Tota: Sí, mi amor. Sí, mi vidita.

Muñoz: Gracias, Diego. Dale un beso a través del micrófono porque se está emocionando mucho y estamos llorando todos. Adelante, Diego.

Diego: Te llamo después, mamá. Te quiero mucho. Un beso grandote para todos. Dale un beso a "Lalo" y al "Turco" y deciles que quiero hablar con ellos después, mamá.

Tota: Sí, mi amor.

Muñoz: Señora Maradona, muchas gracias. Gracias por todo. Muchas gracias, Mamá Maradona, eh. Chau, Diego querido.

Diego: Chau, José María. Gracias por todo.

Muñoz: Sos el rey del mundial. Nadie te discute.

Ese diálogo ya forma parte del alma de este país. Porque hay algo universal, primario y profundamente humano en el acto de responder el llamado de una madre. El fútbol, con su crudeza y su poesía, es un escenario donde esos gestos cobran aún más fuerza.

Por eso lo de hoy trasciende lo deportivo. Favio Orsi no tuvo pudor en llorar en la cancha. Y en esa vulnerabilidad se hizo fuerte. Hace unas semanas, tras ganarle a Racing, recordó entre lágrimas la reciente muerte de su padre y confesó:

"Yo sé que está dando vueltas por acá. Espero el mensaje cuando termina el partido que habitualmente me mandaba, ganando, empatando o perdiendo. El mensaje no llega, pero igual lo siento."

Hoy, ese mensaje llegó. No desde el cielo, sino desde una madre que sigue sosteniendo. Y en esa llamada, en esa voz del otro lado del teléfono, volvió a latir algo esencial.

Fútbol, madre y emoción. El triángulo perfecto. El que nos hace humanos. El que nos hace argentinos.

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