Evangelio según San Juan 14,6-14. Evangelio según San Juan 14,6-14.
soy el Camino, la Verdad y
la Vida. Nadie va al Padre,
sino por mí.
Si ustedes me conocen,
conocerán también a
mi Padre. Ya desde ahora
lo conocen y lo han visto”.
Felipe le dijo: “Señor,
muéstranos al Padre y eso
nos basta”.
Jesús le respondió: “Felipe,
hace tanto tiempo que
estoy con ustedes, ¿y todavía
no me conocen? El
que me ha visto, ha visto al
Padre. ¿Como dices: Muéstranos
al Padre?
¿No crees que yo estoy
en el Padre y que el Padre
está en mí? Las palabras
que digo no son mías: el
Padre que habita en mí es
el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí.
Créanlo, al menos, por las
obras.
Les aseguro que el que
cree en mí hará también las
obras que yo hago, y aún
mayores, porque yo me voy
al Padre.
Y yo haré todo lo que
ustedes pidan en mi Nombre,
para que el Padre sea
glorificado en el Hijo.
Si ustedes me piden algo
en mi Nombre, yo lo haré”.
Comentario
Jesús dijo: “Si me conocierais
a mí, conoceríais
también a mi Padre. Ahora
ya lo conocéis y lo habéis
visto”. Ven al hombre
Jesucristo. Los apóstoles
tienen delante de sus ojos
su aspecto exterior, es decir,
su naturaleza de hombre,
siendo así que Dios, liberado
de toda carne no es
reconocible en un miserable
cuerpo de carne. ¿Cómo
es, pues, que conocerle
sea conocer también al
Padre?
Son estas palabras inesperadas
las que causan
turbación al apóstol Felipe...;
la debilidad de su espíritu
humano no le permite
comprender una afirmación
tan extraña... Entonces,
con la impetuosidad
propia de su familiaridad
con Jesús y de su fidelidad
de apóstol, interroga
a su Maestro: “¡Señor,
muéstranos al Padre y nos
basta!...” No es que desee
contemplar al Padre con
sus propios ojos físicos,
sino que pide comprender
lo que está viendo. Porque
viendo al Hijo bajo forma
humana, no comprende cómo,
por este mero hecho,
haya visto al Padre...
Y el Señor le responde:
“Hace tanto que estoy con
vosotros, ¿y no me conoces,
Felipe?”; lo que le reprocha
es que todavía ignora
quién es él... ¿Por qué
no le habían todavía reconocido
siendo así que durante
tanto tiempo le habían
buscado? Es que para
reconocerle, era preciso
reconocer que la divinidad,
la misma naturaleza del Padre,
estaba en él. En efecto,
todas las obras que había
realizado eran las propias
de Dios: caminar sobre
las aguas, dar órdenes
a los vientos, llevar a cabo
cosas imposibles de comprender
como son, cambiar
el agua en vino o multiplicar
unos panes..., hacer
huir a los demonios, quitar
enfermedades, poner remedio
a males del cuerpo,
enderezar a disminuidos de
nacimiento, perdonar los
pecados, devolver la vida
a los muertos. Esto es lo
que había hecho su cuerpo
de carne, y todo ello le
permitía proclamarse Hijo
de Dios. De aquí su reproche
y su queja: a través de
la realidad misteriosa de su
nacimiento humano, no había
percibido que era la naturaleza
divina la que llevaba
a cabo estos milagros
a través de esta naturaleza
humana asumida por el
Hijo.?