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EL LIBERAL . El Evangelio

El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado

27/08/2016 21:04 El Evangelio
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El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADOEl relato se sitúa en

casa de uno de los principales

fariseos. Jesús

acude allí, en día sábado,

para comer con el dueño

de casa y los demás invitados.

Luego de curar a un

enfermo, Jesús observa

que los invitados se disputaban

los primeros

asientos y que el dueño

de casa sólo había invitado

a los de su círculo.

Estos hechos le dan a Jesús

la oportunidad para

enseñar a sus discípulos

cómo deben comportarse

con sus semejantes.

El ocupar ciertos lugares

de prestigio no depende

de las estrategias

que uno pueda realizar,

sino del aprecio que los

demás le tengan, en éste

caso el anfitrión.

Pero,

al agregar Lucas, la

máxima sapiencial: “El

que se exalta será humillado,

y el que se humilla

será exaltado”, nos indica

que la auténtica gloria

viene de Dios, él mismo

exaltará al que se humilla.

Por lo tanto, la actitud

de los discípulos tiene

que ser de humildad,

no pretender acceder a

ciertos lugares de poder

y de prestigio sino servir

desde la humildad,

con la única intensión de

agradar a Dios y de que

sea reconocida su gloria.

Al ver que el anfitrión

había invitado al banquete

solamente a los de

su entorno, Jesús le dijo

que cuando de un banquete

invite a los pobres,

lisiados, etc. Porque

ellos no podrán corresponderle

y así se sentirá

feliz y tendrá su recompensa

en la resurrección

de los justos.

Esta enseñanza

trasciende la mera

corresponsabilidad,

el amor no piensa en posibles

compensaciones,

y, por eso la generosidad

no tendrá otro premio

que el que se concede

en la resurrección. El

discípulo es feliz cuando

ama y comparte con generosidad

su vida y sus

bienes sin esperar recompensa

alguna, el solo

hecho de compartir,

de solidarizarse con los

últimos de la sociedad es

motivo de alegría y gozo

en el Señor.

Conclusión

Los cristianos vivimos

insertos en el mundo, allí

tenemos que vivir nuestra

vocación y desarrollar

nuestra identidad. Pero

no con criterios mundanos

que deshumanizan.

Tenemos que vencer la

tentación de buscar puestos

de poder y privilegio

en la sociedad y en la Iglesia,

para servir a la causa

del Reino de Jesús, dónde

se invierte la lógica mundana

y privilegia a los que

auxilian a los pobres, a los

últimos de la sociedad.

La

verdadera grandeza de los

discípulos está en amar y

servir sin esperar ninguna

retribución, del mismo

modo que vivió Jesús:

alentando a los caídos, reconfortando

a los débiles,

incluyendo a los últimos,

sanando a los enfermos,

perdonando a los pecadores,

en definitiva, amando

sin límites a los “despreciados”

de la sociedad,

como un signo providente

del anuncio de la llegada

del Reino.

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