Nicolás Dujovne y sus circunstancias Nicolás Dujovne y sus circunstancias
Mientras Nicolás Dujovne
se va acomodando en el quinto
piso del multiministerio de Hipólito
Yrigoyen 250, quizás vaya
cayendo en la cuenta que serán
mucho más importantes para
su gestión los funcionarios de
otras reparticiones públicas que
los pocos que pueda cobijar en
Hacienda. Para decirlo sin vueltas:
será más importante lo que
hagan o dejen de hacer Frigerio,
Caputo, Aranguren y Dietrich que
Pena, Sigal o Sandleris.
La continua división del área
económica redujo la cartera del
nuevo ministro a poco más que
una secretaría jerarquizada de la
que pasarán a depender, en consecuencia,
subsecretarios con
rango de secretarios. En esas
condiciones tendrá que llevar
adelante una tarea tan antipática
como necesaria como la de reducir
uno de los déficits fiscales
más altos de la historia, sin poder
recurrir a aumento de una carga
impositiva que hace tiempo, por
su sobredimensión, afecta a la
economía desde el punto de vista
que se quiera elegir: competitividad
externa, rentabilidad o poder
adquisitivo.
En una sociedad tan proclive
a reemplazar la reflexión por las
etiquetas, las discusiones sobre
el perfil ortodoxo y heterodoxo,
las políticas de shock o gradualismo,
pierden el poco sentido
que tienen a la hora de considerar
el contexto en el que un funcionario
debe asumir. Nunca se
parte de cero y menos en el manejo
de la política económica de
un país tan peculiar como la Argentina.
La “pesada herencia” que recibe
Dujovne (y que Alfonso Prat
Gay se encargó de ampliar) es un
déficit cuya atención no deja lugar
a muchas opciones. Se lo
puede enfrentar con mayor endeudamiento,
con emisión monetaria,
con la apuesta a un crecimiento
fenomenal de la recaudación
o con una reducción considerable
del gasto público. O bien,
como la realidad no se divide en
compartimentos estancos, con
una combinación de cada uno de
ellos.
El desafío de Dujovne consistirá,
entonces, en las proporciones
de cada uno de los elementos
de esa combinación. Y en esto
tampoco se podrá abstraer del
contexto.
El viejo truco de enjugar el
déficit con emisión monetaria
es conocido de sobra en el país
de las hiperinflaciones. Una opción
nada recomendable y más
que improbable si se busca cumplir
con la meta de un aumento de
precios de no más del 17% anual.
Para colmo, la opción de atenuar
los efectos de la emisión
con Lebacs también tiene sus límites,
con un stock que llegó a
superar a la misma base monetaria.
Además, un repaso de las
últimas licitaciones muestra que
las nuevas letras adjudicadas no
llegan a compensar a las que tiene
que renovar un Banco Central
que a partir de este mes redujo la
frecuencia de las licitaciones a
una por mes.
Tampoco puede diseñarse
una estrategia que descanse exclusivamente
en el crecimiento
económico. Un aumento del PIB
de 3,5%, como el que se prevé en
el Presupuesto, implicará en el
mejor de los casos un incremento
real de la recaudación inferior
a un punto del producto. Al respecto,
debe recordarse que 2016
terminará con un déficit primario
del 4,8% y se espera reducirlo
por lo menos seis décimas el año
que viene.
La opción del endeudamiento
no es ilimitada. La reciente suba
de la tasa por parte de la FED es
vista en el mercado como apenas
un anticipo de lo que vendrá en la
era Trump. Y más allá de las contingencias
externas, las experiencias
argentinas son aleccionadoras
en la materia. Diciembre
pudo haber marcado un quiebre
en ese sentido, ya que como
nunca en el resto del año el Gobierno
se valió de un viejo recurso
kirchnerista: la deuda intraestatal.
Sólo con la Anses y el Banco
Nación se tomaron fondos por
108.000 millones de pesos. ¿Será,
acaso, un aviso de lo que vendrá
en 2017?
En ese aspecto, el anuncio
de Luis Caputo del 30 de diciembre
puso en alerta a muchos analistas.
Nada menos que 22.000
millones de dólares de endeudamiento
serán destinados a financiar
el déficit fiscal. La suma
equivale aproximadamente
al 4,2% del PIB pronosticado de
déficit primario para 2017, pero
así y todo no será suficiente. En
la misma conferencia, Dujovne
adelantó que se incrementarán
las erogaciones en infraestructura
y se abordará una reforma tributaria.
O sea, más gasto y menos
ingresos.
Es ahí donde empieza a terciar
la cuarta opción de reducción
del gasto público, una tarea
que puede emprenderse con
la tosquedad de un carnicero o
la precisión de un cirujano. Hasta
el momento no se optó por ninguna
de las dos, pero difícilmente
se pueda seguir esquivando el
asunto por mucho tiempo más. El
cierre de 2016 se disimulará con
los ingresos de fondos del blanqueo,
pero como indicó la consultora
Ledesma “se trata de recursos
extraordinarios en todo
sentido. No son ingresos tributarios
normales y habituales, y no
deberían ser tratados como tales”.
Son tan extraordinarios que
una vez entrado el segundo trimestre
de 2017 ya no podrá contarse
con ellos. Dujovne lo sabe y
a eso se refirió cuando habló de
“mirar finito cómo estamos gastando”.
Los subsidios, con una factura
que en 2016 cerrará en torno
de los 280.000 millones de
pesos, aparecen como una tajada
más que interesante. Pero la
decisión del presidente Mauricio
Macri de pulverizar lo que fue el
Ministerio de Economía condicionará
a Dujovne en la tarea: los
subsidios a la Energía dependen
de Aranguren, los del Transporte
de Dietrich, los del Agua de Frigerio
y los del Correo de Aguad.
Podrá decirse, y con razón,
que no sólo de subsidios se integra
el déficit. Y ahí los condicionamientos
son similares. Un reciente
estudio de Idesa precisó
que el 99,8% del gasto no pasa
por la órbita del ex Ministerio de
Hacienda y Finanzas. Con la nueva
división, el margen de maniobra
de Dujovne no puede ser más
estrecho.
Hasta el momento, la combinación
de las opciones para reducir
el déficit muestra muy poco
de ortodoxia. Por el contrario, la
apuesta a una mayor proporción
de endeudamiento y al ingreso
extraordinario del blanqueo respecto
de las otras opciones da
la pauta de una administración
poco afecta a una reducción del
gasto público a ultranza.
Pero el año recién comienza
y no pueden descartarse sorpresas.
Después de todo, en materia
de ingresos y gastos, acaba de
terminar un año de un modo diferente
al que se proyectó hace
doce meses.
(*) (especial de DyN
para EL LIBERAL)