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Nicolás Dujovne y sus circunstancias

07/01/2017 23:19 Economía
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Nicolás Dujovne y sus circunstancias Nicolás Dujovne y sus circunstancias

Mientras Nicolás Dujovne

se va acomodando en el quinto

piso del multiministerio de Hipólito

Yrigoyen 250, quizás vaya

cayendo en la cuenta que serán

mucho más importantes para

su gestión los funcionarios de

otras reparticiones públicas que

los pocos que pueda cobijar en

Hacienda. Para decirlo sin vueltas:

será más importante lo que

hagan o dejen de hacer Frigerio,

Caputo, Aranguren y Dietrich que

Pena, Sigal o Sandleris.

La continua división del área

económica redujo la cartera del

nuevo ministro a poco más que

una secretaría jerarquizada de la

que pasarán a depender, en consecuencia,

subsecretarios con

rango de secretarios. En esas

condiciones tendrá que llevar

adelante una tarea tan antipática

como necesaria como la de reducir

uno de los déficits fiscales

más altos de la historia, sin poder

recurrir a aumento de una carga

impositiva que hace tiempo, por

su sobredimensión, afecta a la

economía desde el punto de vista

que se quiera elegir: competitividad

externa, rentabilidad o poder

adquisitivo.

En una sociedad tan proclive

a reemplazar la reflexión por las

etiquetas, las discusiones sobre

el perfil ortodoxo y heterodoxo,

las políticas de shock o gradualismo,

pierden el poco sentido

que tienen a la hora de considerar

el contexto en el que un funcionario

debe asumir. Nunca se

parte de cero y menos en el manejo

de la política económica de

un país tan peculiar como la Argentina.

La “pesada herencia” que recibe

Dujovne (y que Alfonso Prat

Gay se encargó de ampliar) es un

déficit cuya atención no deja lugar

a muchas opciones. Se lo

puede enfrentar con mayor endeudamiento,

con emisión monetaria,

con la apuesta a un crecimiento

fenomenal de la recaudación

o con una reducción considerable

del gasto público. O bien,

como la realidad no se divide en

compartimentos estancos, con

una combinación de cada uno de

ellos.

El desafío de Dujovne consistirá,

entonces, en las proporciones

de cada uno de los elementos

de esa combinación. Y en esto

tampoco se podrá abstraer del

contexto.

El viejo truco de enjugar el

déficit con emisión monetaria

es conocido de sobra en el país

de las hiperinflaciones. Una opción

nada recomendable y más

que improbable si se busca cumplir

con la meta de un aumento de

precios de no más del 17% anual.

Para colmo, la opción de atenuar

los efectos de la emisión

con Lebacs también tiene sus límites,

con un stock que llegó a

superar a la misma base monetaria.

Además, un repaso de las

últimas licitaciones muestra que

las nuevas letras adjudicadas no

llegan a compensar a las que tiene

que renovar un Banco Central

que a partir de este mes redujo la

frecuencia de las licitaciones a

una por mes.

Tampoco puede diseñarse

una estrategia que descanse exclusivamente

en el crecimiento

económico. Un aumento del PIB

de 3,5%, como el que se prevé en

el Presupuesto, implicará en el

mejor de los casos un incremento

real de la recaudación inferior

a un punto del producto. Al respecto,

debe recordarse que 2016

terminará con un déficit primario

del 4,8% y se espera reducirlo

por lo menos seis décimas el año

que viene.

La opción del endeudamiento

no es ilimitada. La reciente suba

de la tasa por parte de la FED es

vista en el mercado como apenas

un anticipo de lo que vendrá en la

era Trump. Y más allá de las contingencias

externas, las experiencias

argentinas son aleccionadoras

en la materia. Diciembre

pudo haber marcado un quiebre

en ese sentido, ya que como

nunca en el resto del año el Gobierno

se valió de un viejo recurso

kirchnerista: la deuda intraestatal.

Sólo con la Anses y el Banco

Nación se tomaron fondos por

108.000 millones de pesos. ¿Será,

acaso, un aviso de lo que vendrá

en 2017?

En ese aspecto, el anuncio

de Luis Caputo del 30 de diciembre

puso en alerta a muchos analistas.

Nada menos que 22.000

millones de dólares de endeudamiento

serán destinados a financiar

el déficit fiscal. La suma

equivale aproximadamente

al 4,2% del PIB pronosticado de

déficit primario para 2017, pero

así y todo no será suficiente. En

la misma conferencia, Dujovne

adelantó que se incrementarán

las erogaciones en infraestructura

y se abordará una reforma tributaria.

O sea, más gasto y menos

ingresos.

Es ahí donde empieza a terciar

la cuarta opción de reducción

del gasto público, una tarea

que puede emprenderse con

la tosquedad de un carnicero o

la precisión de un cirujano. Hasta

el momento no se optó por ninguna

de las dos, pero difícilmente

se pueda seguir esquivando el

asunto por mucho tiempo más. El

cierre de 2016 se disimulará con

los ingresos de fondos del blanqueo,

pero como indicó la consultora

Ledesma “se trata de recursos

extraordinarios en todo

sentido. No son ingresos tributarios

normales y habituales, y no

deberían ser tratados como tales”.

Son tan extraordinarios que

una vez entrado el segundo trimestre

de 2017 ya no podrá contarse

con ellos. Dujovne lo sabe y

a eso se refirió cuando habló de

“mirar finito cómo estamos gastando”.

Los subsidios, con una factura

que en 2016 cerrará en torno

de los 280.000 millones de

pesos, aparecen como una tajada

más que interesante. Pero la

decisión del presidente Mauricio

Macri de pulverizar lo que fue el

Ministerio de Economía condicionará

a Dujovne en la tarea: los

subsidios a la Energía dependen

de Aranguren, los del Transporte

de Dietrich, los del Agua de Frigerio

y los del Correo de Aguad.

Podrá decirse, y con razón,

que no sólo de subsidios se integra

el déficit. Y ahí los condicionamientos

son similares. Un reciente

estudio de Idesa precisó

que el 99,8% del gasto no pasa

por la órbita del ex Ministerio de

Hacienda y Finanzas. Con la nueva

división, el margen de maniobra

de Dujovne no puede ser más

estrecho.

Hasta el momento, la combinación

de las opciones para reducir

el déficit muestra muy poco

de ortodoxia. Por el contrario, la

apuesta a una mayor proporción

de endeudamiento y al ingreso

extraordinario del blanqueo respecto

de las otras opciones da

la pauta de una administración

poco afecta a una reducción del

gasto público a ultranza.

Pero el año recién comienza

y no pueden descartarse sorpresas.

Después de todo, en materia

de ingresos y gastos, acaba de

terminar un año de un modo diferente

al que se proyectó hace

doce meses.

(*) (especial de DyN

para EL LIBERAL)

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