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Evangelio según San Juan 12,1-11.

09/04/2017 20:48 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 12,1-11. Evangelio según San Juan 12,1-11.

Seis días antes de la Pascua,

Jesús volvió a Betania,

donde estaba Lázaro, al que

había resucitado. Allí le prepararon

una cena: Marta servía

y Lázaro era uno de los

comensales. María, tomando

una libra de perfume de nardo

puro, de mucho precio, ungió

con él los pies de Jesús y

los secó con sus cabellos. La

casa se impregnó con la fragancia

del perfume. Judas Iscariote,

uno de sus discípulos,

el que lo iba a entregar, dijo:

“¿Por qué no se vendió este

perfume en trescientos denarios

para dárselos a los pobres?”.

Dijo esto, no porque se interesaba

por los pobres, sino

porque era ladrón y, como

estaba encargado de la bolsa

común, robaba lo que se ponía

en ella. Jesús le respondió:

“Déjala. Ella tenía reservado

este perfume para el día de mi

sepultura. A los pobres los tienen

siempre con ustedes, pero

a mí no me tendrán siempre”.

Entre tanto, una gran

multitud de judíos se enteró

de que Jesús estaba allí, y

fueron, no sólo por Jesús, sino

también para ver a Lázaro, al

que había resucitado.

Entonces los sumos sacerdotes

resolvieron matar

también a Lázaro, porque muchos

judíos se apartaban de

ellos y creían en Jesús, a causa

de él.

Comentario

Hoy, lunes santo, se nos

propone en la Liturgia de la

Palabra, el relato de la cena de

Jesús en casa de los amigos

de Betania, después de que

Lázaro fue resucitado portentosamente.

De hecho, desde

hoy hasta el jueves, inclusive,

el contexto de todos los evangelios

se ubica en una mesa

de banquete. En el mundo judío,

el gesto de comer juntos

es una expresión de comunión

interhumana, e incluso, divina.

En las comidas se establecían

alianzas, se sellaban tratos,

se fortalecían amistades.

El motivo de la cena en la casa

de Betania es celebrar la vida

de Lázaro. Mientras comían,

María, tomó una libra de perfume

de nardo puro muy valioso,

ungió con él los pies de

Jesús y los secó con sus cabellos.

El gesto femenino, cargado

de agradecimiento, revela

el gran aprecio que siente

esta familia por Jesús. Festejan

a Aquél que ha sido el consuelo

de los pobres, de los enfermos

y los afligidos del pueblo.

Su ofrenda votiva se convierte,

sin pretenderlo, en un

servicio de amor al cuerpo de

Jesús que en el calvario será

martirizado cruelmente. El

siervo de los pobres recibe,

de manos de esta mujer, el tributo

de un verdadero rey.

Sin embargo, este servicio

fragante a la persona de

Jesús, se ve contrastado por

el cálculo egoísta de Judas,

que piensa sólo en su bolsillo.

Jesús nos llama a servir por

amor a los demás, no por ansia

de riqueza u honores efímeros.

A los pobres los tendremos

siempre en medio

de nuestras comunidades,

y a ellos debemos servirles

siempre con la misma entrega

de nuestro Maestro; no

esperando nunca recompensas

para figurar en sociedad.

(Freddy Ramírez, cmf.)

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