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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,22-25

06/03/2019 21:33 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,22-25 Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús

a sus discípulos: “El Hijo

del hombre tiene que padecer

mucho, ser desechado por los

ancianos, sumos sacerdotes y

escribas, ser ejecutado y resucitar

al tercer día”.

Y, dirigiéndose a todos, dijo:

“El que quiera seguirme,

que se niegue a sí mismo, cargue

con su cruz cada día y se

venga conmigo. Pues el que

quiera salvar su vida la perderá;

pero el que pierda su vida

por mi causa la salvará.

¿De qué le sirve a uno ganar

el mundo entero si se pierde

o se perjudica a sí mismo?”

Reflexión

Hay males en nuestra vida

que son inevitables, y que

no son provocados por la mano

del hombre: terremotos,

tsunamis, volcanes... Todos

tienen que ver con los límites

de la tierra. Y nadie le echa la

culpa a la tierra cuando, en

esas situaciones, se lleva muchas

vidas por delante. Por lo

general, la culpa se la echamos

a Dios porque no comprendemos,

y nuestra mente

no es capaz de albergar tanto

sufrimiento junto. Muchas veces

el silencio y la oración podrán

paliar el dolor y consolar

al triste.

Sin embargo, en nuestra

vida hay acciones que provocan

daño a nuestros semejantes

directa o indirectamente.

También el mal que padezco

puede ser fruto de mis decisiones.

En nuestras acciones

hay responsabilidad. Las

guerras, los asesinatos, la corrupción,

el someter a esclavitud

a los semejantes, la violencia,

son frutos de nuestras

acciones como individuo, como

sociedad, o como pueblo.

Unas veces porque son acciones

realizadas con nuestras

manos, otras porque las hemos

consentido y nos hemos

vuelto cómplices de ellas.

En la lectura del Deuteronomio,

Moisés hablándole

al pueblo dice: “Hoy te pongo

delante la vida y el bien, la

muerte y el mal”. La vida consiste

en cumplir y obedecer

los mandatos que Dios propone,

amándolo. La muerte sería

olvidarse de Dios, escoger

vivir bajo la prosternación de

otros dioses.

Todo es una elección con

respecto a Dios. Dios no te impone

su presencia. Te propone

la vida con él. Sin embargo,

como persona, como miembro

de un pueblo o de una sociedad,

has de elegir su presencia

o su ausencia para tu crecimiento.

En muchos pueblos

nace la fe en Dios, en otros va

muriendo lentamente. La fe es

un don que recibes de Dios,

que se acepta o no en libertad.

La vida que Dios te ofrece

con ese don es lo que aceptas

o rechazas.

Pero, ¿si he elegido la ausencia

de Dios? ¿qué sentido

tiene seguir echándole las culpas

a ese Dios que rechazo?

Probablemente sea una justificación

más de mis acciones.

Necesito un chivo expiatorio

para no cargar con las culpas

de mis decisiones. Quizás no

acepte hasta qué punto puedo

llegar a soportar la crueldad

del hombre. Delante de nosotros

tenemos la vida y el bien

para escogerlo y crecer, ¿para

qué optar por lo contrario?

A veces nos conviene la

imagen de un Dios todopoderoso;

ya que, con dicha imagen,

todo el poder, toda la

fuerza, y todo el quehacer se

lo ponemos a Dios desentendiéndonos,

por tanto, de todo

cuanto nosotros podamos

hacer, decir o realizar.

Sin embargo, qué ocurre

cuando Dios no se manifiesta

como esperamos. Ese Dios

no cumple con mis expectativas.

Queremos obligar a ese

Dios que sea como nosotros

esperamos. Por lo general,

cuando Dios no se manifiesta

según nuestras expectativas

nos alejamos, le increpamos,

o lo queremos cambiar como

a cualquier persona o cosa.

En el Evangelio de Lucas,

que la liturgia de hoy nos propone,

Jesús anuncia a sus

discípulos que va a padecer

mucho y va a ser desechado.

Es decir: excluido, reprobado,

desestimado, menospreciado.

Lo que debes saber
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