Los obispos coloniales en Santiago del Estero: La diócesis del Tucumán en la “Madre de Ciudades” (primera parte) Los obispos coloniales en Santiago del Estero: La diócesis del Tucumán en la “Madre de Ciudades” (primera parte)
La llegada de los fundadores españoles al actual territorio argentino tuvo una primera etapa con las expediciones de Juan Díaz de Solís en 1516; Sebastián Caboto en 1526 y Pedro de Mendoza en 1536. De aquellas aventuras descubridoras surgieron dos fundaciones que no sobrevivieron: “Sancti Spiritus”, sobre el río Paraná en lo que hoy es la provincia de Santa Fe, de la que se han encontrado hace poco tiempo rastros arqueológicos, y el “Puerto de Nuestro Señora Santa María del Buen Ayre”, que existió durante cinco años pero que se desconoce exactamente su ubicación y fue despoblada en 1541. Sin embargo, de esos tiempos sobrevive “Nuestra Señora Santa María de la Asunción”, hoy la capital de la República del Paraguay, fuerte militar creado por Juan de Salazar en 1537. Esta ciudad fue erigida como la primera diócesis del Plata el 1 de julio de 1547 con el nombre “del Paraguay.
El segundo período de conquista territorial comienza con la llegada de tres corrientes: la del reino del Perú, la del reino de Chile y la del Paraguay. La característica de estas expediciones es que todas provienen del territorio americano, a diferencia de las anteriores llegadas desde Europa. Y en la fundación de Santiago del Estero, la más antigua ciudad existente en la Argentina, confluyen las campañas de Diego de Rojas, ordenada por el virrey del Perú, que es la primera en explorar las tierras del noroeste argentino, hacia 1544; de Juan Núñez del Prado, enviada por el gobernador interino del Perú en 1550, a conquistar el “Tucumán”, región que llegada desde la Puna hasta las Sierras Grandes, y desde los Andes hasta las cercanías del río Paraná, y la de Francisco de Aguirre, mandada por Pedro de Valdivia, capitán general de Chile. Estas últimas campañas se dieron en el marco de una guerra entre los distintos conquistadores.
La historia toma como definitiva la fundación de Santiago del Estero del Nuevo Maestrazgo el 25 de julio de 1553, desde donde partirían luego las expediciones de las que surgirán San Miguel de Tucumán (1565), Córdoba de la Nueva Andalucía (1573), Salta en el Valle de Lerma (1582), Todos los Santos de la Nueva Rioja (1591), San Salvador de Jujuy (1593) y San Fernando del Valle de Catamarca (1683). Pero el hecho que consolidará la estatura citadina y regional de Santiago es convertirse en la sede de la diócesis del Tucumán, creada por el papa Pío V, hoy santo de la Iglesia Católica, el 10 de mayo de 1570, con la firma de la bula “Super Specula Militantis Ecclesiae”. Era sufragánea (dependiente) del Arzobispado de Lima y comprendía los territorios actuales de Tarija, Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y Córdoba.
Los Primeros Obispos
Vale una aclaración muy importante: la validez del nombramiento y el ejercicio del título episcopal sólo se hace efectiva cuando el nombrado reside en el territorio asignado. Así es que la nueva diócesis pasará más de diez años sin obispo, aunque fueron nombrados cuatro. A sólo cuatro días de la fundación, el 14 de mayo de 1570 es electo como obispo de la nueva jurisdicción fray Francisco Beaumonte, recomendando el Papa recibir y obedecer al franciscano. Sólo sabemos que muere antes de llegar a su sede.
Otro franciscano, el español Jerónimo Albornoz, nacido en 1530, es seleccionado obispo del Tucumán por el rey de España, Felipe II, el 27 de agosto de 1570, y confirmado por el papa Pío V el 8 de noviembre. Este franciscano es ordenado en Roma el 22 de julio de 1571, por el obispo de Burgos, cardenal Francisco Pacheco de Toledo y Villena. Viajó a América para hacerse cargo, pero muere en Lima, Perú, el 27 de octubre de 1574, cerca de su destino y sin llegar a sentarse en su cátedra.
Pasan dos años y recién en 1576, el reino de España se ocupa de proveer un obispo para la diócesis nunca gobernada, proponiendo el mismo Felipe II al franciscano observante Jerónimo de Villa Carrillo, lo que es aceptado por el papa Gregorio XIII el 27 de marzo. Sin embargo, fray Jerónimo renuncia al ejercicio episcopal, para continuar su vida religiosa de semi-clausura. La suerte de la sede santiagueña cambiará con la propuesta real de nombrar al dominico Francisco de Vitoria.
Francisco de Vitoria
Este homónimo del gran pensador dominico de la Universidad de Salamanca nace en 1540 en Portugal, durante el exilio de su familia oriunda de Castilla, luego de la expulsión de los judíos en 1492. En su juventud viaja al Perú para dedicarse al comercio y allí descubre su vocación religiosa. Su condición de “cristiano nuevo” no fue óbice para el ingreso en la Orden de los Predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán, donde hace sus votos de castidad, pobreza y obediencia, y recibe el título de maestro en teología. Es ordenado sacerdote y por sus condiciones, viaja a Madrid para representar a la orden ante la corte de España, y luego es enviado a Roma como representante legal de los dominicos.
Felipe II, quizá sabedor de las resistencias de Villa Carrillo al nombramiento, se anticipa y selecciona a Vitoria para obispo de Córdoba el 23 de enero de 1577, dos meses antes de la confirmación papal del anterior, que renuncia inmediatamente. Así es que el 13 de enero de 1578 el papa Gregorio XIII confirma al dominico en el cargo santiagueño. Francisco de Vitoria es ordenado obispo en el monasterio de Santa María de los ángeles de Sevilla, el 18 de noviembre de 1578, y emprende su viaje a América. Durante dos años prepara su viaje a Santiago del Estero en Lima, bajo los auspicios del arzobispo Toribio de Mogrovejo, canonizado en 1726 y nombrado patrono de los mitrados americanos.
A principios de 1582 se hizo cargo de su cátedra en Santiago del Estero, y desde el principio estuvo enfrentado con las autoridades civiles. Se alojó en una casa ofrecida por los vecinos frente a la plaza principal, junto a la iglesia matriz, que pasó a ser Catedral desde su llegada. Dedicó mucho tiempo a las visitas pastorales de todos los pueblos y los parajes de su jurisdicción, pero su conflicto con el gobernador Lerma, lo puso al borde de la ejecución por parte de éste. Viaja a Lima para participar del tercer concilio convocado por el arzobispo, y Lerma intenta evitar que Vitoria participe de la reunión, y al no lograrlo presionó a Mogrovejo para evitar el regreso de Vitoria al Tucumán, cosa que tampoco obtuvo.
Francisco de Vitoria alternó su actividad episcopal con la actividad industrial, llegando a ser un hacendado importante, muy adinerado e incluso poseedor de esclavos y encomendados. Esto le granjeó la antipatía de los fieles y los gobernantes. Su celo comercial lo llevó a realizar el primer envió al extranjero de mercaderías: mandó 30 carretas que contenían 650 varas de sayal, 680 de lienzo, 526 de cordovanes, 38 frazadas, 212 sombreros, 160 arrobas de lana, 180 costales, 25 pellones y 51 sobrecamas, con destino al Brasil, lo que constituye la primera exportación desde el territorio argentino. Luego permaneció mucho tiempo en el Potosí, dedicado a los negocios.
Al volver a su sede, el gobernador Juan Ramírez de Velasco quiso impedir su regreso, y Vitoria lo excomulgó. éste permaneció sólo diez días en Santiago del Estero, y partió rumbo a Córdoba, luego a Buenos Aires, y finalmente a Brasil, para continuar con sus actividades comerciales. Cruzó el océano y quedó en la metrópolis, viviendo en el convento dominico de Jaén, en Andalucía. Muere en el convento madrileño de la Virgen de Atocha, el 9 de noviembre de 1592. Nunca logró la aceptación de su renuncia al cargo tucumanense, presentada dos años antes. Al poco tiempo fue propuesto fray Fernando de Trejo y Sanabria. Tres años después de la muerte de Vitoria llegaron a Salta las dos imágenes encargadas por él a España. Misteriosamente aparecieron flotando en el puerto del Callao en el Perú. Fueron enviadas a Salta y son veneradas como el Señor y la Vírgen del Milagro.
El obispo Vitoria fue polémico y muy resistido por sus contemporáneos. El gran historiador eclesiástico argentino, el salesiano Cayetano Bruno, dice del obispo santiagueño: “Ningún obispo, sin disputa, ni del Río de la Plata ni del Tucumán, suscitó junto a sí tanta animadversión y repulsa en toda la época española, como el obispo Victoria (sic). La única defensa de su actuación que aparece en documentos es la que él mismo hace de sí. Sus contemporáneos lo denigraron.”. Sin embargo la historia lo recuerda, no por sus virtudes y defectos religiosos, sino por sus habilidades comerciales: en homenaje a la primera exportación realizada desde Santiago del Estero se conmemora en la Argentina el día de la Industria cada 7 de setiembre, recordando ese día de 1587.








