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EL LIBERAL . Santiago

Los golpes de estado: 53 años de inestabilidad (3ª parte)

02/04/2022 21:34 Santiago
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Los golpes de estado: 53 años de inestabilidad (3ª parte) Los golpes de estado: 53 años de inestabilidad (3ª parte)

El tiempo de la inestabilidad institucional

inaugurado por el golpe de estado

de 1930 marcó la vida argentina de una

manera tal que los historiadores ya comienzan

a hablar de los 53 años que llegan

hasta 1983 como un período con características

que permiten estudiarlo como un

conjunto.

Siempre es deseable la prudencia

de quienes se dedican a la historiografía

porque, así como la distancia física permite

ver aspectos que en el fragor de la circunstancia

se ocultan, la distancia en el tiempo

abre perspectivas que no se contemplan en

la inmediatez.

Juan Bautista Alberdi y Domingo

Faustino Sarmiento nos demuestran la

certeza de lo dicho.

Los dos gigantes del

pensamiento político del siglo XIX escribieron

sus obras más relevantes: “Bases

y Puntos de Partida para la Organización

Política de la República Argentina” y “Facundo:

Civilización y Barbarie” en el exilio

y lograron desentrañar el ser nacional

más profundamente que ningunos otros.

Con esta serie de artículos sobre los golpes

de estado en la Argentina intentamos acercarnos

a las vísceras de esos tumultuosos

tiempos que, por ventura, nuestro país ha

dejado atrás.

Hoy, los hechos de la primera etapa

del más extenso, más orgánico y más violento

golpe de estado de la historia: el “Proceso

de Reorganización Nacional”.

La decisión del golpe de estado

El caótico gobierno de María Estela

Martínez de Perón fue producto de las divergencias

internas en el partido gobernante,

que llevaron a una salida traumática

del hombre fuerte de ese gobierno, José

López Rega, en medio de un colapso económico,

el “Rodrigazo” en el que el ajuste

de las variables económicas terminó en

una hiperinflación; pero sobre todo por el

violento ataque de las organizaciones terroristas

de izquierda a las instituciones.

Las recurrentes crisis

en la cúpula del Ejército,

que tuvo tres comandantes

en sólo cuatro

meses: los generales

Leandro Anaya, Alberto

Numa Laplane

y Jorge Rafael

Videla, marcan las

dificultades del gobierno

para enfrentar

el desafío militar

del Ejército Revolucionario

del Pueblo y de

Montoneros.

El 5 de octubre de 1975 el

Ejército Montonero, que por primera

vez se llamó así y usó uniforme, atacó el

Regimiento de Infantería de Monte 29 en

Formosa y puso en evidencia la capacidad

operativa de Montoneros, que incluso secuestró

dos aviones de Aerolíneas Argentinas.

Hubo 28 muertos entre los defensores

del cuartel y los atacantes. Este episodio

fue determinante para la concreción

de un golpe militar.

Sin que haya pruebas

documentales, pero sí testimonios, el

8 de octubre se reunieron los tres comandantes:

Videla, el almirante Emilio Eduardo

Massera y el brigadier Héctor Fautario.

En ese encuentro se decidió la fecha del derrocamiento.

Fautario no estuvo de acuerdo

con interrumpir el período constitucional,

y esa fue la razón por la que un sector

de su fuerza encabezó un motín que ubicó

en su reemplazo a Orlando Agosti a fines

de 1976.

El 24 de marzo de 1976

Pocas veces en la historia, un golpe

de estado estuvo tan anunciado como este

que fue el último. Los diarios porteños

anunciaban: “Todo está dicho”.

Los dirigentes

opositores voceaban que no había

soluciones que ofrecer. Y muchos diputados

y senadores habían vaciado sus despachos

en el Congreso Nacional para la noche

del 23 de marzo, cuando sólo unas pocas

mujeres vociferaban su apoyo a la presidenta

Martínez de Perón en la plaza de

Mayo. Pasadas las dos de la mañana del 24

de marzo, el helicóptero presidencial fue

desviado desde la Casa Rosada hacia Aeroparque,

donde le fue impuesto a la derrocada:

“Señora, las Fuerzas Armadas han

decidido tomar el control político del país

y usted queda arrestada”. Inmediatamente

las radios transmitieron la proclama revolucionaria

que anunciaba que

“Las Fuerzas Armadas tienen

el control operacional del

país”.

Vale recordar

que la primera mujer

que ocupó la primera

magistratura

del país y la primera

mujer en el mundo

que fue jefa de un

estado elegida democráticamente

permaneció

más de cinco

años presa, más que ningún

otro presidente argentino,

y que posteriormente a su

libertad en 1981 ha mantenido una

actitud de silencio que por un lado muestra

dignidad y por el otro impide aclarar algunos

episodios que su testimonio aclararía.

Hoy María Estela Martínez de Perón vive

en Madrid a sus 91 años y ocasionalmente

almuerza con el embajador argentino de

turno en España.

Es importante detenerse en el primer

documento emitido por la Junta Militar,

formada como organismo supremo del Estado

por Videla, Massera y Agosti: “Agotadas

todas las instancias de mecanismo

constitucionales, superada la posibilidad

de rectificaciones dentro del marco de las

instituciones y demostrada en forma irrefutable

la imposibilidad de la recuperación

del proceso por las vías naturales, llega a su

término una situación que agravia a la Nación

y compromete su futuro. Nuestro pueblo

ha sufrido una nueva frustración… Esta

decisión persigue el propósito de terminar

con el desgobierno, la corrupción y el flagelo

subversivo, y sólo está dirigida contra

quienes han delinquido y cometido abusos

del poder”.

Resulta antipático recordar, pero lo

impone el oficio del historiador, que vastos

sectores de la sociedad recibieron con

alivio el golpe de estado y sobre todo creyeron

en sus propósitos, que la historia demostraría

su desviación hacia tragedias inconmensurables.

En el aprovechamiento

de ese inicial contexto social, la Junta Militar

dio a conocer el “Estatuto para el Proceso

de Reorganización Nacional”, documento

que muestra la afiatada y larga preparación

que tuvo el golpe de estado, junto

a varias actas que establecían las formas de

actuación en los diversos ámbitos de la vida

nacional.

El estatuto constaba de 15 artículos,

que en sus considerandos decía que era establecido

por “la Junta Militar en ejercicio

del poder constituyente”, es decir que los

tres comandantes se atribuían estar por

encima de la Constitución de 1853. Se creó

una Comisión de Asesoramiento Legislativo

que reemplazó al Congreso bicameral,

y se destituyó a la Corte Suprema de Justicia,

lo mismo que a los gobernadores, los

intendentes y a todos los funcionarios políticos

del Estado.

Finalmente, se designó

a Jorge Rafael Videla como presidente y

se estableció que la asunción se realizaría,

junto a la de los ministros, el 29 de marzo

siguiente. Como detalle quedó en claro que

posteriormente el presidente sería alguien

que no fuera parte de la Junta Militar y duraría

en el cargo 5 años.

Videla, el halcón que no sabía

mandar

En una ceremonia marcial, Videla asumió

la presidencia el 29 de marzo de 1976 y

puso en funciones a sus ministros, entre los

cuales sin duda se destacó el de Economía

José Alfredo Martínez de Hoz. El candidato

preferido de Videla había sido Cayetano

Licciardo, pero no aceptó el cargo. Formaban

el gabinete Albano Harguindeguy,

César Guzzetti, Julio Gómez, José Klix, Ricardo

Bruera, Tomás Liendo y Julio Juan

Bardi. Al poco tiempo se creó el ministerio

de Planeamiento que quedó a cargo de Ramón

Díaz Bessone.

En Santiago del Estero,

luego de un gobierno provisional de dos

semanas a cargo de Daniel Correa Aldana

se nombró al general César Fermín Ochoa

que gobernó hasta 1982

El más grave problema que enfrentaba

el gobierno era la acción de las organizaciones

insurreccionales, que habían intentado

declarar como liberado un gran territorio

en el norte argentino. Las acciones llevadas

a cabo para acabar con “el accionar de la

subversión”, tal cual rezaba el decreto que

había puesto en marcha el “Operativo Independencia”

en Tucumán, iban a originar

la tragedia civil más grave de la historia: las

violaciones a los derechos humanos.

El gran trabajo del periodista y escritor

Ceferino Reato, que fue el único investigador

que logró reportear a Videla cuando

cumplía sus condenas judiciales, permite

entender las causas orgánicas del desastre.

Videla fue lo que en la jerga militar se conoce

como un “oficial de institutos”, es decir

alguien que no estuvo a cargo de tropas y

desarrolló su carrera en la Escuela de Guerra,

en el Colegio Militar, en el Comando de

Institutos, y que por los episodios políticos

que barrieron a varias promociones de generales,

terminó en la cabeza del Ejército.

Quien esto escribe ha tenido entrevistas

con oficiales superiores de las Fuerzas

Armadas que fueron protagonistas y testigos

de esos años y todos coinciden en decir

que Videla no era el hombre para comandar

en el marco de una guerra insurreccional

como la que vivía la Argentina en los

años ‘70.

Afirmamos que nada justifica lo

perpetrado contra los derechos humanos,

sino que se debe tratar de entender racionalmente

lo que ocurrió para evitar que se

repita. Me permito reproducir el testimonio

del teniente general Julio Fernández

Torres, un demócrata que llegó a ser jefe

del Estado Mayor Conjunto en la presidencia

de Raúl Alfonsín: “Si las acciones contra

la subversión las hubiera comandado

alguien con verdadera capacidad de mando,

no se hubiera desatado la tragedia”. El

hecho de que Videla no fuera el adecuado

no exime de ninguna manera su responsabilidad

y sólo permite sostener que su drama

personal se convirtió en una tragedia

nacional.

El próximo domingo, si Dios quiere,

en estas páginas de El Liberal abordaremos

la política económica del “Proceso”,

el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978,

la visita de la Comisión Interamericana de

Derechos Humanos y la sucesión de Viola.

No quiero despedirme hoy sin compartir

la pena por la partida del santiagueño

que me dio, como a millones, una de las

más grandes alegrías de mi vida: Juan Carlos

“El Chango” Cárdenas, un santiagueño

de alma y un racinguista de alma. Un caballero

con el que compartimos hermosos

momentos, además de aquel mítico gol de

4 de noviembre de 1967 en el Estadio Centenario

de Montevideo que consagró al Racing

Club primer campeón del mundo del

fútbol argentino.

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