“Pero yo os digo” “Pero yo os digo”
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
“Habéis oído que se dijo:
‘No cometerás adulterio’.
Pero yo os digo: todo
el que mira a una mujer
deseándola, ya ha cometido
adulterio con ella en su
corazón.
Si tu ojo derecho te induce
a pecar, sácatelo y
tíralo.
Más te vale perder
un miembro que ser echado
entero en la ‘gehenna”.
Si tu mano derecha te
induce a pecar, córtatela
y tírala, porque más te vale
perder un miembro que
ir a parar entero a la ‘gehenna’.
Se dijo: ‘El que repudie
a su mujer, que le dé acta
de repudio’. Pero yo os digo
que si uno repudia a su
mujer —no hablo de unión
ilegítima— la induce a cometer
adulterio, y el que
se casa con la repudiada
comete adulterio”.
El corazón es el verdadero responsable
ante la moral. Jesús vuelve a insistir
en la limpieza de corazón
El Evangelio de hoy
está enmarcado en el discurso
evangélico donde
Jesús proclama las bienaventuranzas.
Nos dice
que somos sal de la tierra
y luz del mundo. Nos advierte
que no ha venido a
abolir la Ley y los Profetas,
y que la justicia nueva,
es superior a la antigua.
Les recuerda a sus
oyentes, presentes y futuros:
«Habéis oído que
se dij o : No cometerás
adulterio.Pues yo os digo.
La ley judía condenaba
en el Decálogo el adulterio,
la ley prohibía la acción
externa, el adulterio.
Esto será tema de los
profetas y libros sapienciales.
Pero ante esta legislación
interpretada restrictivamente,
Cristo da su
interpretación auténtica:
en este precepto está incluido
todo mal deseo de
adulterio.
El corazón es el verdadero
responsable ante
la moral. Jesús vuelve
a insistir en la limpieza de
corazón.
El adulterio es una injusticia
y lo mismo el deseo
de cometerlo.
El ojo simboliza el deseo.
La mano la acción.
Ceder al impulso de uno
u otra lleva al hombre a la
muerte.
Jesús nos advier te
que hay que eliminar el
mal deseo con la pureza
del corazón, nos dice
en las bienaventuranzas:
Bienaventurados los limpios
de corazón, porque
ellos verán a Dios.
En el Salmo 24, 4 rezamos:
«¿Quién subirá
al monte de Yahveh?,
¿Quién podrá estar en el
recinto santo? El de manos
limpias y puro corazón,
el que a la vanidad no
lleva su alma”.
El limpio de corazón
se encuentra en paralelo
con el de manos inocentes.
El limpio de corazón
es el que no abriga malas
intenciones con su prójimo.
E l Señor nos sitúa
siempre ante nuest ra
propia conciencia, nos
conduce a conocer nuestro
corazón, en la profundidad
de nuestro corazón
vemos de donde salen todos
los deseos, buenos
y malos, nos lo recuerda
Jesús.