Nació con la Patria: Historia del Ejército Argentino (4ª y última parte) Nació con la Patria: Historia del Ejército Argentino (4ª y última parte)
La guerra de la Independencia
fue para la Argentina un
conflicto militar de más de
catorce años, que finalizó
con la batalla de Ayacucho
librada en el Perú el 20 de diciembre de
1824 con soldados de todos los rincones
de la antigua Sudamérica española.
Muchos
de los hombres que lucharon por la
libertad de las Provincias Unidas del Río
de la Plata dieron sus vidas en centenares
de combates y fueron los menos los que
pudieron regresar al país para continuar
la vida, que no pacífica ya que comenzó la
guerra civil que duró hasta 1861.
Esos veteranos de mil batallas fueron
llamados nuevamente a las armas debido
al ataque que el Imperio del Brasil desató
contra el Plata.
Esa campaña militar
se constituye en la primera guerra que la
Argentina libra como país independiente,
a la que en la historia se sumarían pocos
conflictos: contra Bolivia en 1838,
contra el Paraguay entre 1865 y 1870 y
contra Gran Bretaña en 1982. Recordaremos
hoy la gloriosa campaña de 1826/27,
gesta en la que la Nación llamó a las fuerzas
terrestres como Ejército Argentino.
Dejamos para otro tiempo las campañas
navales en esa guerra contra el Brasil.
Las causas de la guerra
contra el Brasil
La posesión por la fuerza de la Banda Oriental
por parte de los brasileños, quienes el 7 de
septiembre de 1822 se habían independizado incruentamente
del Portugal debido a la fractura de
la casa reinante, los Braganza, fue la causa directa
del pronunciamiento de los 33 orientales, que
encabezados por Juan de Lavalleja partieron desde
San Isidro, al norte de Buenos Aires, para desembarcar
en la playa Agraciada el 19 de abril de
1825, al norte de Carmelo, a orillas del río Uruguay.
Allí comenzó la gesta libertadora contra el
invasor que fue entusiastamente apoyada por el
Congreso General reunido en la capital de las Provincias
Unidas para dar una constitución a la nueva
nación.
El apoyo a los orientales, considerados por
entonces como argentinos, permitió declarar la
independencia de la Banda Oriental respecto al
Brasil y su reincorporación a las Provincias Unidas
el 25 de agosto. Esto fue rechazado violentamente
por los brasileños, que el 10 de diciembre
de 1825 declararon la guerra, ordenando el bloqueo
de los puertos de Montevideo y Buenos Aires,
junto a una movilización que le permitió al imperio
organizar un ejército de 12.500 hombres al
mando directo de Pedro I y secundado por Felisberto
Caldeira, marqués de Barbacena y el general
Carlos Federico Lecor.
La primera campaña del
Ejército Argentino
El 1 de enero de 1826 el Congreso Nacional Argentino,
que por primera vez se llamó así, declaró
la guerra al imperio y pocos días después, el 8 de
febrero creó la presidencia nombrando a Bernardino
Rivadavia en ese cargo. El 31 de mayo se dictó
una ley creando el Ejército Argentino a instancias
del ministro de guerra Carlos Antonio de Alvear.
Se le ofreció el comando del nuevo Ejército
al cordobés Juan Bautista Bustos, quien declinó
la oferta. Vale recordar que desde 1825 el general
Martín Rodríguez estaba al mando de un ejército
de observación sobre el río Uruguay en Entre
Ríos, con el objeto de impedir un golpe de mano
brasileño, tropas que pasaron a la ofensiva cruzando
a la Banda Oriental desde principios de febrero
de 1826, acampando en Salto.
Las fuerzas republicanas, como se las empezó
a llamar para distinguirlas de las imperiales,
avanzaron hasta Durazno, donde el general Alvear
se hizo cargo de la jefatura y fue llamado comandante
del Ejército Argentino desde el 1° de septiembre
de 1826. Si bien las polémicas sobre las
decisiones de Alvear son eternas, y más bien están
sustentadas en la antipatía política que despierta
el personaje, ocultando sus méritos militares,
hay que decir que la decisión de dirigirse hacia
el norte rumbo a Río Grande do Sul fue brillante
ya que sorprendió a los brasileños, provocando
que aflojara la presión sobre Montevideo y que
el escenario de la guerra se desplazara al territorio
del Brasil. Incluso se sabe que Alvear, hombre
de apetencias políticas, intentó lograr el levantamiento
de los “gaúchos”, los naturales de Río
Grande do Sul, para su incorporación a las Provincias
Unidas, por medio también de la liberación
de los esclavos negros.
La campaña de los grandes
coroneles
Si hay un aspecto que caracterizó esta guerra
es el destacado rol cumplido por los coroneles,
responsables de las tácticas que logran los objetivos
estratégicos de los generales. Esta pléyade
de militares estuvo formada por Federico Brandsen,
el cordobés José María Paz, el puntano Juan
Pascual Pringles, los porteños Juan Lavalle, Tomás
de Iriarte e Isidoro Suárez, el bonaerense José
de Olavarría y muchos otros que fueron definitorios
de las grandes victorias argentinas en esa
campaña. Algunas anécdotas de estos hombres
merecen ser destacadas.
El francés Brandsen fue oficial de la “Grand
Armeé”, el ejército francés que invadió Rusia bajo
el mando de Napoléon Bonaparte. Herido en decenas
de ocasiones, también peleó en Waterloo.
En París conoció a Rivadavia, quien lo convenció
de unirse a la guerra de la Independencia americana.
Llegado al país, fue destinado al Ejército de
los Andes y se destacó bajo las órdenes de San
Martín. Al iniciarse la guerra contra el Brasil fue
designado comandante del Regimiento 1 de Caballería.
En Ituzaingó, su jefe Alvear le impuso atacar
frontalmente al enemigo, orden que Brandsen
cuestionó. El comandante le reprochó con palabras
que hirieron su amor propio al decirle: “No
me lo imagino a Ud. cuestionando una orden de
Napoleón”. Brandsen bajó la cabeza, cumplió la
orden y murió en esa batalla.
Las batallas y los combates
El avance republicano hacia Porto Alegre obligó
a los imperiales a forzar la marcha para evitar
la caída de esa capital, lo que permitió a Alvear
mejorar la situación general. Llegado a Bagé
a principios de 1827, en el centro de Río Grande,
el ejército se detuvo por intensas lluvias, y Alvear
ordenó ataques de vanguardias que mostraron
el grado de preparación de las tropas. El 13 de
febrero se produce la batalla de Bacacay, donde
los hombres de Lavalle logran dispersar a la vanguardia
imperial al mando de Benito Ribeiro. El 15
vuelven a enfrentarse en Ombú, una nueva victoria
republicana.
La marcha aparecía como una persecución de
los imperiales sobre los argentinos, que llegaron
a las orillas del río Santa María y les fue imposible
vadearlo. Allí Alvear decidió volver sobre sus
pasos y ubicó al ejército en la llanura, escenario
favorable a la caballería nacional. Los brasileños
dieron por cierto el cruce del río y se encontraron
con el enemigo en perfecta formación frente a
ellos en inmejorable situación.
El regreso de los soldados y
las guerras civiles
Luego de Ituzaingó se produjeron las batallas
de Camacuá el 23 de abril y de Yerbal el 25 de mayo,
victorias argentinas. Establecido un armisticio,
el comandante Alvear se dirigió hacia Río de
Janeiro, donde el enviado argentino Manuel José
García firmó una pésima convención de paz que
significó la independencia del Uruguay y provocó
la caída del presidente Rivadavia.
El Ejército regresó
a la Argentina ordenado en dos divisiones,
una al mando del general Juan Lavalle, quien se dirigió
a Buenos Aires y fue protagonista del levantamiento
contra el gobernador Manuel Dorrego; y
la otra al mando del general José María Paz que
tuvo por objetivo Córdoba, donde actuó contra el
gobernador Juan Bautista Bustos.
Estos legendarios
soldados se sumergieron en las guerras civiles
argentinas que asolaron al país durante décadas.
Nada empañó la gloria de las tropas argentinas
en la guerra de la Independencia y en la guerra
contra el Brasil. Dar la vida por la Patria fue el
grito entre 1810 y 1828. La historia posterior en la
disputa por la forma de organización del país es
otra cosa. Muchas veces el relato histórico deja
de lado todas las consecuencias de vivir en un
país en armas y en guerra permanente. Pero queda
el legado del Ejército Argentino, que supo cimentar
un espíritu, que se bautizó sanmartiniano
y que regó con su sangre valiente los escenarios
de la libertad en toda la América del Sur.
Ituzaingó
El 20 de febrero de 1827 se produjo la batalla de Ituzaingó, que tuvo tal impacto en el Brasil
por ser la peor derrota de su ejército en la historia, que se la ignoró hasta en el Museo Histórico
Nacional de Río de Janeiro durante 180 años.
La batalla fue un triunfo argentino tal que al atardecer
los brasileños abandonaron el campo del combate y allí Alvear tomó la decisión más polémica:
no perseguir al ejército derrotado, lo que fue criticado fuertemente por su estado mayor.
Muchos oficiales dejaron escritas sus impresiones y en ellas se cuestiona el desempeño de su
jefe.
El artillero Iriarte, que escribió las memorias personales más extensas de la historia en todo
el mundo, dijo que “…el general Alvear no quiso (perseguir al enemigo): se contentó con quedar
dueño del campo de batalla; es decir, de la gloria sin consecuencia, porque todo el resultado
quedaba reducido a las balas cambiadas de
parte a parte, y al efecto que ellas produjeron
en muertos y heridos”.
Una anécdota muy simpática es que el
ejército imperial abandonó gran parte del
parque logístico en el campo de batalla, encontrándose
en un cofre la partitura compuesta
por el emperador y entregada a Barbacena
para ser interpretada por los brasileños
en el caso de un gran triunfo. Esa pieza
musical fue entregada por quienes la descubrieron
al general Alvear, quien la remitió a
Buenos Aires dedicada al presidente Rivadavia,
quien la estrenó el 25 de mayo siguiente.
Se la bautizó “Marcha Ituzaingó” y hasta hoy es la música protocolar de los presidentes argentinos,
siendo atributo junto al bastón y la banda. Vale también destacar que Alvear ascendió a Lavalle
al grado de general, hasta hoy el más joven de la historia: tenía sólo 29 años.