“Tú, sígueme” “Tú, sígueme”
En aquel tiempo, viendo
Jesús que lo rodeaba mucha
gente, dio orden de cruzar a
la otra orilla.
Se le acercó un escriba y
le dijo:
«Maest ro , te seguiré
adonde vayas”.
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras
y los pájaros nidos,
pero el Hijo del hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Otro, que era de los discípulos,
le dijo:
«Señor, déjame ir primero
a enterrar a mi padre”.
Jesús le replicó:
«Tú, sígueme y deja que
los muertos entierren a sus
muertos”.
Seguir a Jesús es vivir la libertad
de espíritu que nos da su amor
En este relato de Mateo,
Jesús presenta y
resume lo que significa
el seguimiento que
él pide a sus discípulos.
La radicalidad de
sus exigencias no significan
una forma de vida
inalcanzable. Expresan
la libertad de espíritu
que el seguimiento
y el amor conllevan para
vivir con integridad
el evangelio.
Seguimiento
Seguirle exige libertad
frente a los condicionantes
relacionales y
sociales, frente a nuestros
miedos y seguridades,
frente a lo que nos
ata y nos lleva a la mezquindad
y la racanería.
Jesús nos invita a coger
nuestra propia cruz, a
vivir abnegadamente, a
poner por encima de todo
el amor a los demás,
a copiar su forma de
amarnos hasta el final,
como él nos amó.
Seguirle exige también
estar por encima
de las necesidades más
elementales de la vida
cotidiana.
“Deja que los
muertos entierren a los
muertos”.
Lo prioritario es el
amor, es atender las necesidades
de los hermanos
y de los que están
en la indigencia. Lo
importante es estar volcados
hacia los demás,
esforzarse en construir
un mundo más habitable,
más justo y verdadero.
La libertad a la
que nos llama Jesús es
aquella que Pablo nos
recuerda, la libertad en
el Espíritu, el amor y el
servicio fraterno.
Libertad
La libertad y coherencia
de vivir el evangelio
del amor, irreconciliable
con el egoísmo,
el libertinaje o una vida
sin ética ni religión.
“Para vivir en libertad,
Cristo nos ha liberado”.
Estamos llamados
a ser testigos de ese
amor, a contagiar nuestra
fe, la esperanza y
dar frutos de amor.
El mundo que Dios
q u i e r e es un mundo
mejor, más humano,
más evangélico. Un
mundo en que como dice
el papa Francisco,
quepamos todos. Donde
no haya que salir a
las periferias, porque
todos estemos recogidos
y aceptados; donde
la ternura y la compasión
sean la tónica y el
estilo de vida de nuestra
sociedad. Como creyentes
esa es nuestra
tarea, ívivámosla siempre
y seamos contagiosos
en nuestro amor!
¿Cómo entiendo yo
la radicalidad que Jesús
pide en este evangelio?