“Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles” “Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles”
En aquellos días, Jesús
salió al monte a orar y pasó la
noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día,
llamó a sus discípulos, escogió
de entre ellos a doce,
a los que también nombró
apóstoles: Simón, al
que puso de nombre Pedro,
y Andrés, su hermano; Santiago,
Juan, Felipe, Bartolomé,
Mateo, Tomás, Santiago
el de Alfeo, Simón, llamado
el Zelote; Judas el de Santiago
y Judas Iscariote, que fue
el traidor.
Después de bajar
con ellos, se paró en una llanura
con un grupo grande de
discípulos y una gran muchedumbre
del pueblo, procedente
de toda Judea, de
Jerusalén y de la costa de Tiro
y de Sidón. Venían a oírlo
y a que los curara de sus enfermedades;
los atormentados
por espíritus inmundos
quedaban curados, y toda
la gente trataba de tocarlo,
porque salía de él una fuerza
que los curaba a todos.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos
El evangelio de hoy muestra
a un grupo amplio de discípulos
que acompañan a Jesús.
El Maestro va a elegir a un número
más reducido que vayan
con él en su camino hasta
la cruz y así prepararlos para
el momento en el que también
ellos tengan que asumir
el proyecto y el destino de Jesús.
Al igual que Dios llamó y eligió
a Moisés en lo alto del Sinaí,
de la misma manera que el Señor
se reveló a Elías en el Horeb,
así Jesús después de pasar
en oración, en intimidad
con el Padre, toda la noche en
la montaña, desde ese lugar va
a escoger a un grupo de sus
discípulos. Una llamada que
de nuevo espera una respuesta.
De todos los que le siguen,
solo Doce van a recibir una segunda
llamada, algunos con un
nombre nuevo para una misión
concreta: ser apóstoles, enviados
a continuar la buena nueva
del Reino de Dios y evangelizar
a todos los pueblos.
Algunos
de los elegidos han sido
presentados como Simón,
al que Jesús puso de nombre
Pedro, piedra, la persona de
referencia entre los discípulos.
Cuando el Maestro no esté,
él deberá aglutinar y unir a
la comunidad cristiana. También
Andrés, su hermano que
le ha llevado hasta Jesús. Santiago
y Juan, los hijos de Zebedeo
que intimaron con el Señor
y decidieron dejarlo todo, por
él; y el último de los doce, Judas
Iscariote, que fue el traidor.
Después de la elección, el
Maestro y sus discípulos bajan
del monte al llano, al camino de
la vida, al encuentro con el ser
humano, sobre todo con aquellos
que viven la fragilidad, la
pobreza, la enfermedad, la miseria;
todo aquel que necesita
encuentros y cuidados sanadores
y salvadores.
Gente
de la costa, del interior venían
a escucharle y él les curaba de
todas sus enfermedades. Todos
ansían tocarlo para quedar
sanos, la fuerza interior y
exterior que emana la persona
de Jesús libera a todo hombre
y mujer de sus ataduras. Atreverse
a tocar a Jesús, es penetrar
en la dinámica de un Dios
que sana nuestras heridas,
rompe nuestras cadenas e invita
a anunciar el Reino en clave
de gracia.