La presidencia de Alvear en su centenario (2ª PARTE) La presidencia de Alvear en su centenario (2ª PARTE)
La figura de Marcelo Torcuato de
Alvear como estadista y como
dirigente político es, quizá, la
más injustamente ignorada de la
historia republicana argentina.
Su condición de demócrata
convencido, en tanto respetuoso
de la Constitución y las leyes:
junto a su estampa de estadista que privilegió
las decisiones en pos de los beneficios del país
y del Estado por encima de las conveniencias
partidarias, convierten a Alvear en una
personalidad no solo importante sino sobre todo
fundamental para entender por qué la Argentina
se convirtió en uno de los grandes países de la
tierra.
Su ejemplo puede servirnos hoy para
encontrar caminos para la recuperación de
la concordia política, el avance material y las
expectativas nacionales, sobre todo en pos
de mejorar las condiciones de vida de muchos
compatriotas que no disfrutan de las mínimas
expectativas de progreso personal.
Durante la
presidencia de Alvear llegaron al país casi un
millón de inmigrantes en sólo seis años.
El peso
era la segunda moneda de reserva de valor en
el mundo, detrás de la libra esterlina: millones
de ciudadanos del mundo ahorraban el fruto
de trabajo en billetes argentinos.
No tiene esta
columna el fin de deprimirnos: todo lo contrario.
Cuando hacemos las cosas bien, nuestro país es
formidable.
Una anécdota simpática es que el presidente
Alvear tenía reuniones de gabinete con sus
ministros casi diariamente por la mañana, a las
que daba comienzo encendiendo un cigarro, que
era una de sus debilidades.
Cuando el cigarro
se terminaba, acababa la reunión. Un ministro
alguna vez le recriminó que le parecía poco
tiempo el que Alvear dedicaba a gobernar. La
respuesta fulminante del presidente fue: “Si un
presidente argentino debe dedicar más tiempo
que el de un cigarro para gobernar este país, lo
que tiene que hacer es cambiar a sus ministros…
Vaya y trabaje”.
El trabajo de Alvear en favor de
la educación, la cultura y las artes es un timbre
de honor en la historia nacional. Iremos hoy por
allí para seguir en el recuerdo del centenario de
su presidencia.
La educación y la
ciencia
Acompañaron a Alvear como ministros de
Instrucción Pública y Justicia quien fuera gobernador
de Entre Ríos, Celestino Marcó, y el también
entrerriano Antonio Sagarna, que abandonaría
el cargo para asumir como juez de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación el 10 de septiembre
de 1928.
Durante los pocos días que restaban
para que terminara su mandato el propio
presidente ocupó el ministerio. Vale destacar
que la esposa del presidente, doña Regina Pacini,
se convirtió en referencia como acompañante
de Alvear a todos los eventos públicos a los que
asistía, además de ser la gran inspiradora de instituciones
públicas y privadas.
La marca del gobierno fue la presencia permanente
del presidente en los actos educativos,
tales como las inauguraciones de nuevos edificios
escolares o científicos, y en los eventos culturales
como muestras en museos y exposiciones
artísticas.
En esos años se inauguró el Museo
de Luján, institución creada por el impulso de
Enrique Udaondo y se puso la piedra fundamental
del nuevo edificio del Museo Nacional de Historia
Naturalen el parque del Centenario de Buenos
Aires a instancias de su ministro y científico
ángel Gallardo.
En 1927 se trasladó a la actual
sede el Museo Etnográfico de la Universidad de
Buenos Aires, genial creación del antropólogo
Juan Bautista Ambrosetti.
La presencia del gran científico alemán Albert
Einstein en 1925 fue la ocasión propicia para
inaugurar la primera etapa del monumental edificio
del Colegio Nacional, obra que el propio Alvear
culminaría en su período.
Como detalle, Alvear
se entrevistó con Einstein y le brindó todo
su apoyo, lo que hizo pensar al genio en la posibilidad
de radicarse en el país.
El Estado nacional
fijó la hora oficial, que desde entonces depende
del Observatorio Naval de Buenos Aires. Vale recordar
que en la provincia de Santiago del Estero
se realizaron grandes estudios geológicos para
mejorar las condiciones hidráulicas del territorio,
al tiempo que se presentó un proyecto de
voto femenino en la Legislatura provincial. También
fue el tiempo de la realización de los primeros
estudios en el Campo del Cielo sobre los meteoritos
allí encontrados, destacándose la tarea
del médico Antenor álvarez, ex gobernador de la
provincia.
El fomento del deporte
Como gran deportista, Alvear propulsó la creación
del Comité Olímpico Argentino, hecho que se
produjo en diciembre de 1923.
A partir de una ley
nacional, la 11.067, todos los premios no cobrados
de la Lotería Nacional se destinaron al fomento de
los deportes y el pago de los gastos de viaje de los
deportistas a los Juegos Olímpicos de 1924, celebrados
en París, donde asistió la primera delegación
oficial, que obtuvo la primera medalla de oro
para el deporte nacional en competencias internacionales:
la ganó el equipo de polo. En boxeo la delegación
obtuvo varias medallas, entre ellas la de
Pedro Quartucci, quien se convertiría más adelante
en un popular actor de cine y teatro.
En las Olimpíadas
de 1928 celebradas en Amsterdam debutó
el equipo de fútbol argentino, que logró la medalla
de plata; se destacó el nadador Alberto Zorrilla
y el boxeo puso al país como el más ganador de
ese deporte.
No se debe olvidar que el entrerriano
José Benjamín Zubiaur fue uno de los doce fundadores
del Comité Olímpico Internacional en 1894, el
único iberoamericano.
Alvear era simpatizante del Club Atlético Boca
Junior, y su estampa aristocrática dio el puntapié
inicial al estadio que la institución deportiva
construyera en el barrio de la Boca, llamado
“El Templo”, antecedente de “La Bombonera”.
Varias veces pudo verse al presidente y a su esposa
presenciando partidos, como en el caso de
la disputa de la Copa Roca, primer trofeo internacional
americano de futbol, cuando se pudo
entregar el lauro por primera vez a la selección
argentina en su triunfo sobre el Brasil el 9 de diciembre
de 1923.
Fue tal la expansión del fútbol
en la década de 1920, que se organizaron decenas
de campeonatos en cada provincia argentina,
lo que hizo que el gobierno nacional promoviera
la fusión de las distintas asociaciones nacionales
y locales, proceso que culminó en 1926
y terminó en la profesionalización de la práctica
deportiva en los inicios de la década del ‘30.
El fomento del arte
La asistencia habitual del matrimonio presidencial
al Teatro Colón tuvo como consecuencia
la creación de los cuerpos propios del primer coliseo
argentino: el Ballet, la Orquesta y el Coro Estables.
Para la difusión de la actividad musical, sobre
todo operística, se instaló en los palcos de viudas
de la sala magna argentina el estudio de Radio
Municipal, que comenzó a transmitir el 23 de mayo
de 1927 con la difusión en vivo de la ópera “Rigoletto”,
convirtiéndose en la primera emisora estatal
de América. Se creó el Conservatorio Nacional
de Música y Declamación. En 1928 se realizó la
primera Feria del Libro, antecedente de la actual.
En Buenos Aires fueron inaugurados por el
presidente los monumentos a Carlos de Alvear,
su abuelo; a la Carta Magna y las cuatro regiones
argentinas, conocido como de “los españoles”, la
Aguja Monumental donada por el reino de Italia, y
la estatua de Leandro N. Alem, que significó su reencuentro
público con Hipólito Yrigoyen. Se abrieron
los parques de la Costanera Sur y el Lezica,
hoy llamado Rivadavia.
Alvear fue socio fundador
de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos y
mandó formar una comisión para el estudio de las
distintas partituras que existían del Himno Nacional,
que luego de grandes debates estableció la
música definitiva de la canción patria.
Como anécdota genial, el presidente nombró
en un cargo diplomático en España al pintor Benito
Quinquela Martín, para que difundiera su obra
y todo el arte argentino en el viejo continente. Vale
también destacar que don Marcelo y doña Regina
asistían habitualmente a la peña del “Café
Tortoni”, donde compartían tertulias con el escultor
Luis Perlotti, el músico Juan de Dios Filiberto,
la poetisa Alfonsina Storni y decenas de
artistas más, e incluso el gran dramaturgo siciliano
Luigi Pirandello fue agasajado en ese lugar.
La Casa del Teatro
Pero sin duda, el logro más notable fue la creación
en 1928 de la Casa del Teatro, una institución
fundada a instancias de Regina Pacini para que los
artistas que habían tenido éxito en su carrera fueran
solidarios con aquellos a los que no les había
ido tan bien. La inspiración provino de la Casa Verdi,
en Milán, que ya no existe.
El gran poeta Alberto
Vacarezza, en sus palabras, explica de que se trata:
“La Casa del Teatro es la hostería en la que hospedan
su vejez y su cansancio los peregrinos del
arte. Y tan generosa es el alma de la dueña, porque
sabe que los soñadores de la armonía solo pueden
acumular sonidos. En ella recobran su hogar aquellos
que lo perdieron y lo alcanzan los que nunca lo
han tenido. Y así, en dulce comunión pasa la vida
como pasó la fortuna. Por los de ayer trabajamos
los de hoy, por los de hoy los de mañana”.
En el edificio
levantado por el arquitecto Alejandro Virasoro
en la avenida porteña Santa Fe 1243 sigue funcionando
la Casa con el espíritu original y se conserva
el despacho de doña Regina, que dedicó cuatro
décadas de su vida a la organización.
Todo “racconto”
tiene la injusticia del olvido, pero la memoria
de la acción de Alvear a favor de la cultura nacional
es incontable, con una visión plena de modernidad,
que pone esa época en el lugar de uno de los tiempos
gloriosos de la Argentina que merecen volver
a realizarse.
El próximo domingo, desde estas páginas
de EL LIBERAL, continuaremos con la presidencia
de don Marcelo, el dandy que eligió seguir
sus convicciones y no su conveniencia.