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EL LIBERAL . Camerino

Para salir del túnel, hay que encarar un ordenamiento integral del Estado

02/11/2021 17:50 Camerino
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uando llegó la pandemia, el mercado laboral urbano argentino estaba conformado por 18 millones de ocupados, 2 millones de desocupados y 5 millones de personas en edad de trabajar laboralmente inactivas (no trabajan, ni buscan trabajo). Esto permite observar que la falta de empleo no se circunscribe a los 2 millones de desempleados, sino que también hay buena parte de los 5 millones de inactivos en edad de trabajar que necesitan o les gustaría trabajar, pero no salen a buscar activamente –lo que los convertiría en desempleados– porque entienden que no van a conseguir empleo, sea por escasez de empleos en la economía o porque la persona no tiene formación para el trabajo y experiencia relevante.

Entre los 18 millones de ocupados, había 6 millones de empleados en relación de dependencia registrados en empresas privadas, 3 millones de empleados públicos, 4,5 millones de empleados no registrados (“en negro”) y otros 4,5 millones de cuentapropistas. Vino la pandemia y, con ello, el confinamiento estricto. El Estado dijo que iba a garantizar los empleos y para ello prohibió los despidos y subsidió los salarios con lo que primero se llamó ATP y ahora Repro.

Pero esta protección era para los 6 millones en relación de dependencia registrados en empresas privadas y para los 3 millones de empleados públicos. O sea, sólo para la mitad del mercado laboral. Los otros 9 millones de empleados no registrados y cuentapropistas sufrieron fuerte la pérdida de empleos. En términos concretos, con el confinamiento estricto por la pandemia los empleados en relación de dependencia registrados disminuyeron en 300 mil (5%), mientras que los asalariados no registrados y cuentapropistas disminuyeron en 3 millones (33%). Esta gente se quedó sin ingresos y es lo que contribuyó al aumento de la pobreza por encima del 40%.

Este año se observa que los 3 millones de empleados no registrados y cuentapropistas recuperaron su empleo. Lo hicieron mucho más de la mano del cuentapropismo que del empleo en relación de dependencia no registrado. De todas formas, la aceleración de la inflación en el corriente año no impidió que mucha de esta gente, aun recuperando el empleo, no pudiera salir de la pobreza. Por eso, la pobreza se mantiene por encima del 40%.

Los empleados en relación de dependencia registrados en empresas, que disminuyeron en 300 mil, se recuperaron en sólo 100 mil. Es decir, que de 6 millones que eran antes del confinamiento ahora son 5,8 millones. Evidentemente el empleo privado registrado está estancado aun cuando el nivel de actividad tiende a volver a los niveles prepandemia.

¿Cómo sigue la pos-pandemia?

La recuperación del empleo formal depende de que la economía crezca en términos reales por encima de los niveles prepandemia. Ningún factor permite augurar que esto vaya a pasar. La inflación es del 52% y creciente. Las expectativas son negativas porque la emisión monetaria no puede detenerse a raíz de que el déficit fiscal no puede reducirse. El “cepo” cambiario está crujiendo a raíz de que la brecha con el dólar formal financiero (contado con liqui, bolsa, etc.) tiende al 100% del oficial y el Banco Central endurece las condiciones para importar bienes a fin de cuidar los dólares oficiales. El 85% de las importaciones son bienes de capital, repuestos e insumos para la producción por lo que “pisar” importaciones podrá ser una forma de administración cambiaria que funcione (según palabras del presidente del Banco Central) pero definitivamente no permite funcionar a la economía real. A todo esto, el oficialismo parece ignorar esta realidad porque en ningún momento propone siquiera algún lineamiento de corrección. Con este panorama no hay forma de ser optimista respecto a la economía real.

Lo anterior significa que, en el mejor de los casos, en los próximos 2 años el empleo en relación de dependencia registrado en empresas privadas recupere su bajo nivel de 6 millones que tenían en la prepandemia. Pero no mucho más. Esto va a llevar a una fuerte presión en el empleo público que seguro va a crecer por encima de los 3 millones.

Lo que va a crecer mucho más todavía va a ser el empleo informal, y dentro de éste el cuentapropismo. En una economía estancada, la gente entra al mercado laboral no ya a buscar un empleo que le permita progresar sino a subsistir. Esto es, trabajar por su cuenta. Esta es una realidad que ya se vio en la década de los ’80 en Argentina. La economía real se contraía, la inflación crecía, los empleos asalariados formales estaban estancados (con salarios reales a la baja) y el crecimiento de la ocupación venía de la mano del empleo público y el cuentapropismo (de hecho, recuérdese que fue en la década de los ’80 cuando se hizo famoso el concepto de “buscavida”, que es precisamente un cuentapropista buscando sobrevivir).

¿Se puede cambiar para mejor?

Sí. Pero hace falta bajar la inflación a un dígito anual y mejorar las condiciones de competitividad de la economía. Esto último es multiplicar la inversión en infraestructura y mejorar sustancialmente las regulaciones para alentar la competencia transparente y motora de las inversiones. Se necesita modernizar la legislación laboral e impositiva para que invertir y dar empleos formales sea conveniente desde el punto de vista de los negocios. También se necesita mejorar la calidad de la educación pública y que los jóvenes no la abandonen y terminen por lo menos la secundaria.

Para todo lo anterior se necesita repensar el Estado. Esto no es “ajuste” fiscal sino un ordenamiento integral del Estado en sus tres niveles (nacional, provincial y municipal) para que sea fiscalmente equilibrado, con una presión impositiva tolerable para la producción y mucho profesionalismo en su gestión. Así que es difícil ver la luz al final de este largo y cada vez más oscuro túnel en el que entró la Argentina.


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