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EL LIBERAL . Viceversa

Antonio Skármeta en Santiago

31/08/2014 04:30 Viceversa
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Antonio Skármeta en Santiago Antonio Skármeta en Santiago

Por Emilio Marcelo Jozami

mjozami@elliberal.com.ar

Continuando con su ciclo Argentina y el Mundo, que reúne el pensamiento de grandes personalidades nacionales y de Latinoamérica, las fundaciones Cultural Santiago del Estero y Hamburgo presentarán el miércoles 3 de septiembre, a las 21, en el salón Azul del hotel Carlos V, al destacado escritor chileno Antonio Skármeta.

El escritor nacido en Antofagasta en 1940 recibió el pasado 24 de agosto el Premio Nacional de Literatura 2014, el máximo galardón que entrega el Estado chileno. “Se produce una sensación de armonía con tu país, de reconocimiento. Tiene que ver también con el carácter de mi obra. Siento que todas mis novelas, desde mis primeros cuentos hasta la última, han estado vinculadas íntimamente con la suerte y el destino de nuestra gente, destacó a EL LIBERAL el autor de Ardiente paciencia (libro en la que se basó la película El cartero o Il postino) al referirse a la condecoración recibida en su patria.

El autor de Los días del arco iris, El baile de Victoria, La velocidad del amor y Tiro libre disertará en Santiago sobre Los protagonistas de mi literatura. Sobre este tema, además de la realidad social y política de América Latina a través de la historia y del presente y el mundo en guerra fueron analizados en esta entrevista exclusiva con EL LIBERAL.

A propósito del nombre de la charla (Los protagonistas de mi literatura) que brindará en Santiago, ¿hay un protagonista que ama o todos son sus hijos amados?

Me gustan más los vulnerables y sensibles. Mario, el cartero de El Cartero de Neruda; Victoria de El Baile de la victoria y Jacques, el narrador de Un padre de película.

¿Qué es Santiago del Estero para usted?

Un anhelo amable. En Buenos Aires conocí cuando niño, en una pensión, a jóvenes que habían llegado de Santiago del Estero y Tucumán a buscar trabajo. Añoraban los pagos distantes y solían tomar la guitarra para cantar vidalitas y zambas melancólicas.

¿La poesía y la narrativa de Esteban Antonio Skármeta Vranicic es revolucionaria o generadora de conciencia acerca de la necesidad de vivir en paz, con tolerancia, sin discriminaciones y unidos como hermanos?

Ni lo uno ni lo otro. Mi literatura es la expresión de una experiencia en el mundo que para mis personajes es un maravilloso escenario donde desplegar sus vidas hacia una plenitud que en ocasiones es frustrada por la represión y la violencia.

Leía su biografía y me llamó la atención ésta expresión: “Según la leyenda familiar, sus antepasados no cambiaron de país por necesidad, sino por el placer de orientar la nariz hacia lo desconocido”. ¿Sigue usted con esa tradición familiar?

Cada vez me quedo más y me voy menos. A la gran expansión de los años jóvenes sigue una concentración profunda propia de la melancolía del otoño.

Usted pertenece a la camada de narradores que clausuraron el ciclo de la Generación del 50 en Chile. ¿Qué méritos tuvo ese movimiento literario en su país?

La Generación del 50 abundó con sensibilidad e inteligencia en los espacios cerrados de las familias tradicionales que chocan o sienten la amenaza de un avance renovador. Se puede tipificar como una literatura de la frustración y el encierro. Sus grandes asuntos eran el deterioro, la decadencia corporal, la debilidad física o mental, la tormentosa diferencia de clase entre servidumbre y patrones. La de mi generación tiene un impulso más juvenil y aireado. A la literatura es una vocación a la que tengo que servir con humildad y afecto.

¿En qué punto se encuentra hoy, a nivel planetario, la literatura latinoamericana?

Eso pregúnteselo a Dios que es omnisciente.

¿De qué manera influyeron en usted Francisco Soler Grima, Julian Marías, José Ortega y Gasset, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Jack Kerouac y Martin Heidegger?

Francisco Soler era un extraordinario maestro y ensayista español que nos hizo conocer y estudiar a fondo en Chile la filosofía de Heidegger y Ortega y Gasset. De allí quedan en mi vida dos conceptos fuertes: intentar que la pregunta por el Ser no caiga en el olvido, y apreciar la vida del hombre como el “animal fantástico”, aquel que hace su propio ser desde el entramado hombre y circunstancia que brillantemente expuso Ortega.

¿Qué le atrajo de la narrativo de Julio Córtazar, de quien usted hizo una tesis?

La propiedad en el manejo de la cultura universal y haberle dado un sentido romántico latinoamericano a las grandes búsquedas intelectuales.

Dicen que el humor cura pero que también es un arma letal. A propósito de sus personajes, me valdré de uno para preguntarle ¿cuántos Señor Pequeño hay en el mundo para combatir a los regímenes totalitarios?

El humor, la ironía, son una fuerza espiritual que ayudan al ánimo de quienes padecen situaciones represivas. Pero no alcanza para cambiar a los opresores. Aquí se requiere inteligencia para construir grandes y estables conglomerados políticos decididos a conquistar la democracia y a mantenerla vigente en forma responsable.

Nelson Mandela dijo: “Si quieres alimentar un pueblo por un año, siembra arroz... Si quieres beneficiar a un pueblo por diez años, siembra árboles... Pero si quieres que el pueblo se beneficie para siempre edúcalo”. ¿Cuánto se aplica esto en la realidad?

Hay unanimidad entre los estadistas en que la educación es el camino a la justicia y la vía para acortar la obscena desigualdad en América latina. El movimiento estudiantil chileno ha removido la agenda de los políticos y le ha dado un toque de urgencia en este asunto.

¿Qué evoca de su infancia en la Argentina?

La vida de barrio, el sentimiento cálido de que uno es de un grupo fraternal, de ciertas esquinas, aromas, empedrados, sitios baldíos y plazas. Y los maestros de la escuela primaria que alentaron mi vocación creativa y me regalaron el Martín Fierro, que me impresionó tanto que lo estimo unos de los diez libros bases de mi formación.

¿Qué valoración hace usted del fútbol como un fenómeno de masas?

El fútbol está muy bien. Lo que está mal es el fanatismo irracional y delirante de los hinchas. Ya casi no voy al estadio. Me protejo con la coraza de vidrios de la pantalla del televisor.

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