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Luis Manuel Pericás dijo estar poseído: la increíble historia de sus últimos días prófugo

02/10/2016 00:00 Policiales
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Luis Manuel Pericás dijo estar poseído: la increíble historia de sus últimos días prófugo Luis Manuel Pericás dijo estar poseído: la increíble historia de sus últimos días prófugo

El empresario Luis Manuel Pericás cree que está poseído por el demonio. O al menos eso dijo en un escrito en el que expuso con lujo de detalles sus fundamentos y pidió que su caso fuera tomado en serio. Consideró por consiguiente que necesitaba un exorcismo urgente para ser liberado del mal que lo perseguía todos los días de su vida y no lo dejaba tranquilo en ningún momento. La insólita presentación ocurrió meses antes de que fuera denunciado por el fiscal de Estado de Tucumán.

Quienes lo conocen entienden que también se lo habría contado a un sacerdote de esta diócesis, quien, con el correr de las semanas, se habría convertido en una especie de "asesor" espiritual.

Lo que sí se sabe es que el director de LV 7 Tucumán, le confesó al cura todas las peripecias que el gobierno de Alperovich le hacía sufrir en la vecina provincia. Habló pestes del secretario de Medios porque lo discriminaba con la publicidad oficial. "Todo esto, porque nunca me voy a doblegar ante ningún poder...", le habría dicho al sorprendido párroco.

No está muy claro cuándo fue el primer contacto entre ambos. Lo cierto es que Pericás le pidió que lo ayudara espiritualmente. Y lo hizo antes de que estallara el escándalo de la defraudación a los fondos coparticipables de la provincia de Tucumán.

El sacerdote aludido -cuyo nombre se resguarda por entender que su participación en el caso no tiene responsabilidad en el ilícito por el cual el empresario está preso-, lo asistió como pudo, lo escuchó, lo contuvo, le hizo entender (tal vez) que su problema no era el demonio, le habría dado la razón en algunas cosas y le prometió que rezaría por él con fervor y continuamente.

Cuando el caso salió a la luz gracias a la primera publicación de EL LIBERAL. La relación entre ambos se hizo más fuerte. Desesperado, Pericás ya no pedía un exorcismo, le rogó en cambio que lo bendijera como si fuera la víctima, el chivo expiatorio de una maraña urdida por los ex jueces Martínez, Moreno y Tarchini (que ordenaron los embargos y los pagos a su favor), por el empleado judicial Antuz (que lo acompañó a cobrar), por los abogados (que no le avisaron que no tenía razón), por los secretarios (que no le advirtieron los jueces), por el fiscal de Estado de Tucumán (que tuvo la osadía de denunciar los hechos), es decir por todos los actores de este verdadero escándalo que tendrá el récord de Guinnes por la cantidad de magistrados a los que un empresario "poseído" se llevó puesto en una sola causa judicial.

"Padrecito, decime qué debo hacer"

El sacerdote le recomendó entonces que se entregara. La foto de Pericás inundaba las redes sociales como el forajido más buscado del Far West. La policía lo buscaba por cielo y tierra. Allanaron la casa familiar de calle 24 de Septiembre donde un secretario se asustó primero pensado que lo buscaban a él (prontuario mediante) y colaboró de más después cuando le confirmaron que en realidad buscan al dueño de casa.

El mismo día allanaron también la habitación 204 del Hotel Plaza donde el empresario de había registrado días antes. Y comenzaron a aparecer datos y detalles sorprendentes de personas y personajes vinculados con Pericás.

En el cuarto del hotel encontraron una chequera. Había tres cheques con el nombre de Antuz. Todos por 50 mil pesos. Luego, la filmación de las cámaras de seguridad los mostraron juntos, antes y después de uno de los cobros millonarios ordenados por Moreno.

Por la tarde, una comisión policial detuvo en pleno centro de Santiago del Estero un Renault Clío modelo nuevo que habían venido investigando, propiedad del empresario en esos momentos prófugo de la Justicia. Pero en su interior no estaba Pericás, no. Al ser requerido por los papeles del auto y su identificación, bajó del coche el mismísimo asesor espiritual. Admitió que Pericás le había regalado el vehículo y tras cumplir con algunas preguntas, le fue permitido marcharse.

Cuando Pericás se enteró se quería morir. Lo menos que hubiera querido (tal vez) era comprometer al "padrecito" porque había aprendido que era el único en quien podía confiar.

Pero los días corrían y su detención era cuestión de tiempo. El cura le recomendó entonces, de una, que se entregara, que de todos los involucrados su situación era la menos comprometida, que había hecho sus propias consultas con abogados y que éstos le había informado eso. Le hizo ver que si se entregaba, ese solo hecho pararía con el "ensañamiento" que los medios de comunicación estaban operando sobre él.

De inmediato, Pericás comenzó a buscar resguardo. Si debía entregarse tenía que buscar cómo, dónde y hasta cuándo. Hizo una primera aproximación con un médico conocido suyo de un sanatorio céntrico. "Yo quiero ir derecho al sanatorio, no quiero pasar por la policía..." El profesional le dijo que no se preocupara. Pericás le habría sugerido que se dijera que tenía ataque de pánico y el profesional le habría ofrecido entonces una rápida internación en "la sala de salud mental...".

"Jamás", le espetó el empresario.

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