María Santísima, nuestra Madre María Santísima, nuestra Madre
la Virgen María, que ha colaborado mucho
por la redención y la salvación del
mundo. María ha hecho todo para que
podamos recibir la gracia de Dios. Todo
lo hacemos con la voluntad que ella ha
permitido.
La Virgen es nuestra Madre por voluntad
expresa del Señor, pues él nos la
entregó cuando estaba en la cruz, con estas
palabras: “Jesús viendo a su madre y
al discípulo a quien amaban y que estaba
allí dijo a su madre: ‘Mujer ahí tienes a tu
hijo’. Después dijo al discípulo: ‘He ahí a
tu madre’”. (Jn 19, 26-27). Desde entonces
Juan la tomó por madre y con él nosotros,
los cristianos de todos los tiempos.
Por eso tenemos una madre en la tierra y
otra en el Cielo.
María es la madre espiritual de los
hombres, en tanto que por su unión con
Cristo Redentor nos ha comunicado la
vida sobrenatural de la gracia con la que
somos regenerados a la vida del espíritu,
así la llamamos Madre, porque ella ha dado
la vida a Jesús y él nos ha dado la vida
a nosotros.
En Lucas 1, 38, nos dice: “He aquí la
servidora del Señor. Háganse en mí según
tu palabra”. Al consentir libremente
en ser la madre del Salvador, autor de la
gracia, en ese momento también nos concibió
espiritualmente, ya que al ser la Madre
de la Cabeza, que es Cristo, es Madre
también de los fieles miembros del Cuerpo
Místico.
No debemos olvidar que como la relación
entre Jesús y nosotros también la
debemos tener con nuestra madre.
El Magisterio de la Iglesia habla mucho
de esa maternidad de la Virgen María.
Las enseñanzas de la Iglesia sobre este
tema son abundantes. El Concilio Vaticano
II recoge la doctrina precedente y
profundiza en ella, que dice:
-La razón de la maternidad espiritual
es debida a la predestinación de María a
ser Madre del Verbo encarnado y por su
cooperación al restablecimiento de la vida
de la gracia en los hombres.
- Es Madre espiritual por sus virtudes,
ya que así como Cristo llevó a cabo la Redención
por sus virtudes (obediencia en
la Encarnación, obediencia en su Sacrificio
voluntario y meritorio), así también
María corredimió por su fe en la Encarnación,
por su amor en la Cruz, por la entrega
al sacrificio de su Hijo, y ejerce su
maternidad espiritual poniendo en juego
todas sus virtudes.
- La naturaleza de esta maternidad es
del tipo de gracia en cuanto consiste en
una peculiar colaboración con su Hijo en
orden a la regeneración de los hombres a
la vida divina.
Esa maternidad abarca a todos los
hombres y mujeres, somos la misma familia.
La Santísima Virgen ejerce su función
de Madre: velando por todos sus hijos
porque nazcan, crezcan y perseveren en
la caridad; intercediendo por todos y, distribuyendo
a todos los hombres las gracias
de su Hijo.
María es madre de todo el género humano,
es nuestra felicidad y confianza.
Ella es Madre de cada hombre. Respecto
de cada uno de los hombres en particular,
Santa María ejerce su maternidad del siguiente
modo:
- Relación a los infieles: es Madre porque
está destinada a engendrarlos a la vida
de la gracia, y obtiene para ellos las
gracias que los disponen a recibir la fe y
la justificación.
- Relación con los fieles para dar la
gracia para vivir en la gracia de Dios.
- Fieles que están en pecado: la Madre
intercede para que esas personas puedan
llegar a la vida que Dios quiere.
- Finalmente, con relación a aquellos
que han muerto, a través de la Virgen
María recibe la gracia de Dios y la vida
eterna.
Debemos alegrarnos que en nuestra
Iglesia Católica, a pesar de que haya
un montón de críticas, nadie puede negar
que María es madre de Dios, de Jesús,
Madre de los hombres; nadie puede
sacarla de la Biblia porque Jesús ha nacido,
tiene una madre y nosotros también
estamos en ese ambiente y en ese camino.
Por eso hoy debemos saber que tenemos
una Madre, no estamos huérfanos; también
tenemos un Padre y un hermano.
Hagamos la oración que todos sabemos,
de los hijos del Padre y de los hijos
e hijas de la Madre: “Dios te salve, María,
llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita
eres entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén”.