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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 6,20-26.

12/09/2017 23:15 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 6,20-26. Evangelio según San Lucas 6,20-26.

Jesús, fijando la mirada en

sus discípulos, dijo: “¡Felices

ustedes, los pobres, porque el

Reino de Dios les pertenece!

¡Felices ustedes, los que

ahora tienen hambre, porque

serán saciados! ¡Felices ustedes,

los que ahora lloran, porque

reirán! ¡Felices ustedes,

cuando los hombres los odien,

los excluyan, los insulten y los

proscriban, considerándolos

infames a causa del Hijo del

hombre! ¡Alégrense y llénense

de gozo en ese día, porque la

recompensa de ustedes será

grande en el cielo! ¡De la misma

manera los padres de ellos

trataban a los profetas!

Pero ¡ay de ustedes los ricos,

porque ya tienen su consuelo!

¡Ay de ustedes, los que

ahora están satisfechos, porque

tendrán hambre! ¡Ay de

ustedes, los que ahora ríen,

porque conocerán la aflicción

y las lágrimas! ¡Ay de ustedes

cuando todos los elogien! ¡De

la misma manera los padres

de ellos trataban a los falsos

profetas!”.

Comentario

Es importante captar bien

el secreto del gozo insondable

que es propio de Jesús y del

cual está lleno. Si Jesús irradia

una tal paz, una tal seguridad,

una tal alegría, una tal

disponibilidad, es por el amor

inefable que siente al ser amado

por su Padre. En el momento

de su bautismo a orillas del

Jordán, este amor, presente

desde el primer instante de

su encarnación, se manifestó:

‘Tú eres mi Hijo, el amado, el

predilecto’. Esta certeza es inseparable

de la conciencia de

Jesús. Es una presencia que

jamás le deja solo. Es un conocimiento

íntimo que le llena:

‘El Padre me conoce y yo

conozco al Padre’. Es un intercambio

incesante y total: ‘Todo

lo mío es tuyo, y todo lo tuyo

es mío’. ‘Tú me has amado

antes de la fundación del mundo’.

Hay ahí una relación incomunicable

de amor que se

confunde con la existencia de

Hijo y que es el secreto de la

vida trinitaria: en ella el Padre

aparece como el que se

da al Hijo sin reserva ni intermitencia,

en un impulso de generosidad

gozosa, y el Hijo, el

que se da al Padre de la misma

manera, con un impulso de

gratitud gozosa, en el Espíritu

Santo. Y he ahí que los discípulos

y todos los que creen en

Cristo, son llamados a participar

de este gozo. Jesús quiere

que tengan en ellos mismos su

gozo y plenitud: ‘Les he dado a

conocer tu Nombre, para que

el amor que me tenías esté en

ellos, como también yo estoy

en ellos’.

Este gozo de permanecer

en el amor de Dios comienza

ya aquí abajo. Es el gozo del

Reino de Dios. Pero se concede

a lo largo de un camino

escarpado, que pide una confianza

total en el Padre y en

el Hijo, y una preferencia por

el Reino. El mensaje de Jesús

promete, ante todo, el gozo,

este gozo exigente; ¿no es

este el que comienza con las

Bienaventuranzas? ‘Dichosos

los pobres, porque de ellos es

el reino de los cielos. Dichosos

los que ahora tenéis hambre,

porque seréis saciados. Dichosos

los que ahora lloráis,

porque os alegraréis’.

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