Evangelio según San Lucas 6,20-26. Evangelio según San Lucas 6,20-26.
sus discípulos, dijo: “¡Felices
ustedes, los pobres, porque el
Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que
ahora tienen hambre, porque
serán saciados! ¡Felices ustedes,
los que ahora lloran, porque
reirán! ¡Felices ustedes,
cuando los hombres los odien,
los excluyan, los insulten y los
proscriban, considerándolos
infames a causa del Hijo del
hombre! ¡Alégrense y llénense
de gozo en ese día, porque la
recompensa de ustedes será
grande en el cielo! ¡De la misma
manera los padres de ellos
trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos,
porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que
ahora están satisfechos, porque
tendrán hambre! ¡Ay de
ustedes, los que ahora ríen,
porque conocerán la aflicción
y las lágrimas! ¡Ay de ustedes
cuando todos los elogien! ¡De
la misma manera los padres
de ellos trataban a los falsos
profetas!”.
Comentario
Es importante captar bien
el secreto del gozo insondable
que es propio de Jesús y del
cual está lleno. Si Jesús irradia
una tal paz, una tal seguridad,
una tal alegría, una tal
disponibilidad, es por el amor
inefable que siente al ser amado
por su Padre. En el momento
de su bautismo a orillas del
Jordán, este amor, presente
desde el primer instante de
su encarnación, se manifestó:
‘Tú eres mi Hijo, el amado, el
predilecto’. Esta certeza es inseparable
de la conciencia de
Jesús. Es una presencia que
jamás le deja solo. Es un conocimiento
íntimo que le llena:
‘El Padre me conoce y yo
conozco al Padre’. Es un intercambio
incesante y total: ‘Todo
lo mío es tuyo, y todo lo tuyo
es mío’. ‘Tú me has amado
antes de la fundación del mundo’.
Hay ahí una relación incomunicable
de amor que se
confunde con la existencia de
Hijo y que es el secreto de la
vida trinitaria: en ella el Padre
aparece como el que se
da al Hijo sin reserva ni intermitencia,
en un impulso de generosidad
gozosa, y el Hijo, el
que se da al Padre de la misma
manera, con un impulso de
gratitud gozosa, en el Espíritu
Santo. Y he ahí que los discípulos
y todos los que creen en
Cristo, son llamados a participar
de este gozo. Jesús quiere
que tengan en ellos mismos su
gozo y plenitud: ‘Les he dado a
conocer tu Nombre, para que
el amor que me tenías esté en
ellos, como también yo estoy
en ellos’.
Este gozo de permanecer
en el amor de Dios comienza
ya aquí abajo. Es el gozo del
Reino de Dios. Pero se concede
a lo largo de un camino
escarpado, que pide una confianza
total en el Padre y en
el Hijo, y una preferencia por
el Reino. El mensaje de Jesús
promete, ante todo, el gozo,
este gozo exigente; ¿no es
este el que comienza con las
Bienaventuranzas? ‘Dichosos
los pobres, porque de ellos es
el reino de los cielos. Dichosos
los que ahora tenéis hambre,
porque seréis saciados. Dichosos
los que ahora lloráis,
porque os alegraréis’.