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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 6,43-49.

15/09/2017 23:28 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 6,43-49. Evangelio según San Lucas 6,43-49.

Jesús decía a sus discípulos:

“No hay árbol bueno que

dé frutos malos, ni árbol malo

que dé frutos buenos: cada

árbol se reconoce por su

fruto. No se recogen higos de

los espinos ni se cosechan

uvas de las zarzas.

El hombre bueno saca el

bien del tesoro de bondad

que tiene en su corazón. El

malo saca el mal de su maldad,

porque de la abundancia

del corazón habla la boca.

¿Por qué ustedes me llaman:

“Señor, Señor”, y no hacen

lo que les digo?

Yo les diré a quién se parece

todo aquel que viene a

mí, escucha mis palabras y

las practica. Se parece a un

hombre que, queriendo construir

una casa, cavó profundamente

y puso los cimientos

sobre la roca.

Cuando vino la creciente,

las aguas se precipitaron con

fuerza contra esa casa, pero

no pudieron derribarla, porque

estaba bien construida.

En cambio, el que escucha

la Palabra y no la pone

en práctica, se parece a un

hombre que construyó su casa

sobre tierra, sin cimientos.

Cuando las aguas se precipitaron

contra ella, en seguida

se derrumbó, y el desastre

que sobrevino a esa casa

fue grande”.

Comentario

Si una cosa hay que siempre

nos asegurará el Cielo,

son los actos de caridad y de

generosidad con los que habremos

llenado nuestra existencia.

¿Acaso sabremos jamás

cuál es el bien que nos

puede acarrear una simple

sonrisa? Proclamamos como

Dios acoge, comprende, perdona.

Pero, ¿acaso somos

nosotros la prueba viviente

de ello? ¿Ven en nuestras

vidas que esta acogida, esta

comprensión, este perdón,

son verdaderos? Seamos

sinceros en nuestras mutuas

relaciones; tengamos el valor

de acogernos unos a otros

tal como somos. No estemos

sorprendidos o preocupados

por nuestros fracasos

ni por los de los demás; sino

que procuremos antes ver el

bien que hay en cada uno de

nosotros; busquémosle, porque

cada uno de nosotros ha

sido creado a imagen y semejanza

de Dios.

No olvidemos que todavía

no somos santos, sino que

nos esforzamos para llegar a

serlo. Seamos, pues, extremadamente

pacientes en lo

que se refiere a nuestras faltas

y caídas.

No te sirvas de tu lengua

si no es para hablar bien de

los otros, “porque de la abundancia

del corazón, habla la

boca”.

Es preciso que, aquellos

cuya misión es dar tengamos

alguna cosa en el corazón antes

de poder dar; debemos

primero, crecer en el conocimiento

de Dios.

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