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Orestes Di Lullo en la memoria colectiva de los santiagueños

16/09/2017 21:46 Viceversa
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Orestes Di Lullo en la memoria colectiva de los santiagueños Orestes Di Lullo en la memoria colectiva de los santiagueños

Las obras del escritor e historiador que amó con dolor a Santiago del Estero, su historia y sus hombres, son repensadas en el trabajo titulado “El telar de la trama. Narrativa e identidad en Orestes Di Lullo (Edunse)” del investigador santiagueño Lucas Cosci, quien nos propone releer con otras claves el legado de su obra y la necesidad de traer a la actualidad sus escrituras, una referencia ineludible que nos permite autocomprendernos en nuestra historia y cultura.

“Pocos escritores santiagueños tuvieron el volumen de producción como Di Lullo, logrando interpretar nuestra historia”, reconoció Cosci, en diálogo con Viceversa. Desde una amplia mirada, plantea simplemente hacer un ejercicio reflexivo sobre sus distintas escrituras y por qué no, admirar también a una de las mejores prosas que ha dado la literatura santiagueña.

¿Qué sentido tiene hoy leer la obra de Orestes Di Lullo?

-La lectura de los textos de Di Lullo es siempre actual. Hoy más que nunca, en tanto nos permite autocomprendernos en nuestra historia y en nuestra cultura. De algún modo Di Lullo nos dice “quiénes” somos como santiagueños. Pero ese “quien” es una construcción narrativa que es necesario relativizar y deconstruir. Durante mucho tiempo se ha tomado la obra de Di Lullo como la revelación de la “esencia” santiagueña, lo cual nos ha hecho mucho daño como sociedad, porque ha sido usado como mito ideológico para legitimar un estado de cosas. Sobre todo su fatalismo histórico. Santiago es así y no lo podemos cambiar. En nombre de la “santiagueñidad” se justifica un estado de cosas que nos arrastra al lugar de la inacción. Ahí hay muchas cosas para revisar. Si hablamos de santiagueñidad tenemos que saber que es un relato, una construcción discursiva que es histórica y narrativa. Eso creo está cambiando. Se lee su obra con otras claves. Lo que proponemos en nuestros estudios es leer a Di Lullo en clave de relato, es decir, como una “versión” que podría ser narrada de otro modo, pero que de cualquier manera propone un ejercicio reflexivo, que en sí mismo es valioso, vernos a través de nuestra historia y repensarnos, articularnos como unidad de sentido.

¿Qué lugar ocupa hoy su vasta obra en el ámbito institucional educativo y en la memoria colectiva del santiagueño?

-Creo que Di Lullo es uno de aquellos hombres que en los discursos ocupan un lugar y en la praxis otro. Los santiagueños lo tenemos en calidad de cuasi-prócer. Su nombre encabeza instituciones, bibliotecas y otros emblemas. Ese creo que es su lugar en el ámbito institucional-educativo. Pero en realidad no ha sido suficientemente leído, ni él ni muchos otros intelectuales, tanto de su generación como de otras del mismo siglo. Mi sensación es que recién en los últimos veinte años el interés de cierto círculo, especialmente investigadores, se ha dirigido hacia los intelectuales del siglo XX. Se han hecho investigaciones sobre Canal Feijóo, los hermanos Wagner, Di Lullo, La Brasa, Dimensión etc., a la vez que se han reeditado muchas de sus obras, recientemente, por ejemplo, la de Francisco Santucho. Lo cual es un hecho valioso, porque eran libros de una circulación precaria (por fotocopias), ya que eran ediciones antiguas agotadas.

Si hablamos de la memoria colectiva de los santiagueños sí creo que hay una construcción importante en torno a la figura de Di Lullo. Es un intelectual que ha sido elegido como emblema por algunas élites, creo, en primer lugar, por la magnitud de su obra, que incluye varias decenas de libros, pero además por su hispanismo y su pertenencia a la religión católica, su provincialismo, su visión romántica del indio, y su labor de campo. Di Lullo combina elementos heterogéneos en una preciada síntesis.

En esos viajes por el interior de la provincia, ya su supo relatar con mirada dramática el destino de los pueblos ¿Fue un visionario que supo predecir lo que la modernidad traía consigo para Santiago del Estero?

-Bueno, ahí nos encontramos con una cuestión compleja. No sé si se pueda llamar “visionario”, porque no ha sido una mirada solitaria. Hay otros santiagueños que también hacían esa lectura. El propio Canal Feijóo y Ricardo Rojas, inclusive, de manera profética, por ser anterior en el tiempo. Creo que es la mirada de un círculo de cierta generación, que tuvo la lucidez de ver un conflicto en ciernes. El conflicto entre tradición y modernidad es uno de los traumas que nos desgarran y ha sido cabalmente visibilizado por los intelectuales, que en la primera hora han levantado su voz para denunciar las tropelías que se hacían en nombre de la modernidad y el progreso. Claro que no fueron escuchados. En eso Di Lullo es una voz que va de la mano de otras. Lo que sí le cabe es el mérito de haberlo planteado con profundo dramatismo y en un lenguaje que tiene una alta eficacia comunicativa. “El bosque sin leyenda”, es una obra transparente que la puede leer cualquiera y cuyo dramatismo nos pone los pelos de punta.

¿Su identificación con el “nacionalismo católico” pudo en algún momento haber chocado con el pensamiento progresista que lo caracterizó por sus investigaciones?

-Di Lullo creo que no tiene mayores dificultades para integrar sus concepciones religiosas con el reconocimiento de los problemas sociales de Santiago. Ahí no se percibe conflicto. En este sentido, su lectura de la historia otorga un lugar preeminente a la misión de la iglesia evangelizadora en el mundo colonial y de alguna manera encuentra ahí, en las misiones jesuíticas, un modelo social que se constituye en proyecto para salir de la crisis a que nos ha llevado la modernización. Y en esto se diferencia de las otras lecturas sobre la misma crisis, como sería el caso de Canal Feijóo.

¿Qué otras investigaciones de intelectuales santiagueños podrían asemejarse a la obra de Di Lullo?

-Sin duda la obra de Bernardo Canal Feijoó, comparable en volumen y jerarquía. También la de Francisco René Santucho, aunque es menor en volumen, pero aporta una visión nueva ya que son otros los problemas y diferente la perspectiva. Pero también está el aporte de quienes, sin ser investigadores, han construido una mirada crítica y madura desde la producción literaria. Hablo de Clementina Rosa Quenel, de ábalos y otros autores de ese tiempo. El siglo XX en Santiago, sobre todo la primera mitad, tiene una riqueza intelectual que es difícil reconocer en otros períodos. Pensemos en La Brasa y en sus epígonos. Es difícil encontrar un período con tanta producción y tanta circulación de cultura. La indagación sobre las producciones discursivas de ese tiempo es todo un desafío para los estudios de historia de las ideas en Santiago del Estero.

¿Cuál pudo ser la consideración que Di Lullo tuvo sobre renombrados intelectuales de su época?

-Di Lullo tiene un estilo que no revela sus fuentes. Estamos ante una obra austera de citas, sin muchas referencias sobre sus precursores. La voz de Sarmiento es reconocible, sobre todo las construcciones categoriales del Facundo. También lo es la de Ricardo Rojas. No hay que pensar mucho para ver en “El bosque sin leyenda” un mensaje dirigido a “El país de la selva”. También es reconocible alguna resonancia de la obra de José Enrique Rodó. De Scalabrini Ortíz quizás sea más difícil encontrar alguna huella, no me consta que haya tenido algún contacto con su obra. De cualquier manera no es fácil indagar la consideración de Di Lullo hacia aquellas voces, ya que no se dedica a hacer crítica de obras y tampoco sus análisis abundan en referencias de textos. Es un intelectual muy poco académico que no se preocupa mucho por reconocer el lugar de sus antecesores. Además toda su obra versa sobre Santiago. Creo que no hay un solo texto suyo que hable de otro tema que no sea Santiago en sus distintos aspectos: su lengua, sus tradiciones, su historia, su religiosidad, su alimentación y su medicina popular. Quizás sean pocos los casos en que un autor escriba tanto sobre una determinada circunscripción geográfica y cultural. Y en tiempos de Di Lullo no son muchos los precursores en esa materia. Uno puede pensar en Canal, pero es distinto, porque la de Canal es una obra donde se cruzan varias escalas: la provincia, la región, la nación. De modo que tampoco tenía mucho donde hacer pie.

Hay quienes indican que Di Lullo escribió la mejor prosa de todos los tiempos sobre Santiago del Estero en distintas áreas de su vida histórica ¿Coincides con tal reconocimiento a su vasta obra?

-Quizás decir que fue la mejor prosa sobre Santiago de todos los tiempos puede ser una injusticia hacia otras plumas de excelencia que tenemos. Comparto la valoración dentro de ciertos límites. Estamos aquí en el plano de la estética adonde rigen ciertas relatividades. Sin dudas es un estilo exquisito, ornamentado y a la vez transparente, musical, de una belleza poética avasallante, y con fuertes rasgos de la mejor prosa española de fines del siglo XIX, como Unamuno, Azorín y los de la generación del 98. Seduce y cautiva con su pluma. Lo interesante en hombres como Di Lullo, Canal Feijoó, Ricardo Rojas, y otros ensayistas santiagueños es que además de desarrollar un pensamiento de alta densidad, se preocupaban por construir un estilo muy propio. Sus obras son piezas literarias de un valor incalculable. En el caso de Di Lullo, es una de las mejores prosas que ha dado la literatura santiagueña y el mayor homenaje que le podemos hacer sería leerlo cada vez más. Creo, incluso, que pocos autores de la lengua han logrado la intensidad de su prosa.

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