Cumplir la voluntad de Dios es nuestra mayor alegría Cumplir la voluntad de Dios es nuestra mayor alegría
con una pregunta: “¿qué
les parece?”; pregunta dirigida
por Jesús a sus adversarios:
los jefes del pueblo.
El relato de Mateo nos
muestra cómo va creciendo
el rechazo a Jesús de
parte de los jefes del pueblo.
Lo interrogan, pretenden
hacerlo caer en alguna
falta para inculparlo,
cuestionan sus palabras y
sus prácticas. Todo nos hace
suponer un final trágico:
Jesús muere en manos de
los que detentaban el poder
político y religioso en
Israel.
“Un hombre tenía dos
hijos”. Este hombre representa
a Dios, los hijos a las
dos partes que componía
el pueblo de Israel en tiempos
de Jesús: los “pecadores”
o indiferentes, que
no observaban la Ley y las
prescripciones rabínicas y
los “justos” que habían permanecido
fiel a la religión
oficial que en este pasaje se
identifican con los jefes del
pueblo. Ambos grupos integran
el pueblo de Dios y
son llamados a trabajar en
la viña. Dios quiere que todos
entren en su Reino y
trabajen en él. Aún, aquellos
que rechazan a su Hijo
Jesús. El llamado es para
todos.
Todos son invitados a
entrar en el Reino, pero sólo
aquellos que hacen “hoy”
la voluntad de Dios entrarán
en él. Se trata de “hacer”
(trabajar y hacer la voluntad
de Dios), no categoriza
a las personas en buenas
o malas, fieles o infieles,
no se preocupa por lo
que son o dicen, sino por
lo que hacen. Los pecadores
(publicanos y prostitutas)
que antes rechazaban
a Dios, ahora creen en Jesús,
se arrepienten y practican
sus enseñanzas. Por
el contrario, los piadosos
(jefes del pueblo) que tendrían
que aceptar a Jesús,
lo rechazan. Por eso, los
publicanos y las prostitutas
no sólo se “adelantan” a
estos en el Reino, sino que
los sustituyen.
Los jefes del pueblo no
creyeron en Juan Bautista
que había venido por el
camino de la justicia (testimonio
ético de su persona
y ministerio), no lo reconocieron
como el precursor
de Jesús y no se arrepintieron
luego de escuchar
sus exhortaciones. Estaban
seguros en sus propias
convicciones religiosas.
¿Quién podría enseñarles
algo nuevo? Enmarañados
en las prescripciones rabínicas
y en las costumbres
cultuales se creían ya salvados,
no necesitaban del
Bautista ni de Jesús.
Conclusión
También hoy los cristianos
estamos llamados a
adherirnos a Jesús y hacer
su voluntad, poner en práctica
sus enseñanzas. No debemos
conformarnos con
nuestra creencia y práctica
cultural, se trata de estar
abiertos a Dios que nos habla
en el presente de nuestra
historia. ¿Cuál es la voluntad
de Dios hoy? ¿Qué
nos pide Dios para que su
Reino crezca en nuestra
sociedad? ¿A dónde y en
quiénes debo descubrir a
Dios? El Evangelio siempre
es algo nuevo, es una buena
noticia que nos compromete
a servir allí donde la
vida todavía no se ha realizado
en abundancia. La
fe se expresa en obras, sólo
así se hace creíble nuestro
seguimiento de Jesús.
Por eso,
el cumplir
la voluntad
de Dios
es nuestra
mayor alegría.