Evangelio según San Mateo 18,1-5.10. Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.
discípulos se acercaron
a Jesús para preguntarle:
“¿Quién es el más grande
en el Reino de los Cielos?”.
Jesús llamó a un niño, lo
puso en medio de ellos y dijo:
“Les aseguro que si ustedes
no cambian o no se
hacen como niños, no entrarán
en el Reino de los
Cielos.
Por lo tanto, el que se
haga pequeño como este
niño, será el más grande en
el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de
estos pequeños en mi Nombre,
me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar
a cualquiera de estos pequeños,
porque les aseguro
que sus ángeles en el cielo
están constantemente en
presencia de mi Padre celestial”.
Comentario
Los ángeles descienden
a los que tiene que salvar.
“Los ángeles subían y bajaban
sobre el Hijo del hombre”
(Jn 1,15); y “se le acercaban
y le ser vían” (Mt
4,11). Ahora bien, los ángeles
descendían porque
Cristo había descendido el
primero; temían descender
antes de que se lo ordenara
el Señor de la fuerzas celestes
y de todas las cosas
(Col 1,16).
Pero cuando han visto
al Príncipe de los ejércitos
celestiales permanecer
sobre la tierra, entonces,
a través de este camino
abierto por él, han seguido
a su Señor, obedientes
a la voluntad de aquel
que los puso como guardianes
de todos los que creen
en su nombre.
Tú mismo, ayer, estabas
bajo la dependencia del demonio,
hoy, estás bajo la de
un ángel.
“Estad atentos, dice el
Señor, para no menospreciar
a ninguno de estos pequeños”
que están en la
Iglesia, “porque, en verdad
os lo digo, sus propios ángeles
ven constantemente
el rostro de mi Padre que
está en los cielos”.
Los ángeles están consagrados
a tu salvación, y
se dedican al servicio del
Hijo de Dios y dicen entre
ellos : “Si él ha descendido
tomando un cuerpo, si
se ha revestido de una carne
mortal, si ha soportado
la cruz, si ha muerto por todos
los hombres ¿por qué
descansar, por qué ahorrarnos
trabajo? ¡Vayamos,
ángeles todos, descendamos
del cielo!”
Por eso cuando Cristo
nació había “una multitud
de los ejércitos celestiales
alabando y glorificando a
Dios” (Lc 2,13).